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LA REPÚBLICA ASEDIADA Autor: Emilio J. Cárdenas (*) |
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concebidas y ejecutadas que, aprovechando oportunidades, apuntan a edificar y mantener un diseño específico de poder con las características antes descriptas.
Tampoco son, como creen algunos poco advertidos en el hemisferio norte, democracias no-consolidadas que, con el mero paso del tiempo, habrán de evolucionar inevitablemente en dirección a la democracia real.
Mucho menos aún son democracias imperfectas que caminan cadenciosamente en dirección y procura de una mejora de calidad.
Nada de eso. Son algo bien diferente.
Lo cierto es que sus cultores, solapadamente, procuran mantener el semi-autoritarismo en el tiempo, sin que nada cambie. Porque precisamente ese -y no otro- es su verdadero negocio y objetivo político: el de perdurar en el semi-autoritarismo. Esto es, como diría nuestro Cardenal Bergoglio, el de sacar siempre los mismos el premio en una calesita que ellos mismos diseñan y manejan. Porque de eso se trata. Y la gente lo sabe. De allí el reiterado: que se vayan todos.
Con alguna frecuencia los gobiernos semi-autoritarios pretenden justificar sus actitudes en la necesidad de proteger a su población (o a parte de ella) del egoísmo individualista y de las exclusiones que -según sostienen- caracteriza a las democracias liberales, a las que en rigor, por negarse a asumir riesgos, temen. Y no pueden admitir que el socialismo, que curiosamente suelen preferir, ha fracasado en sus múltiples variantes, según enseña claramente la historia reciente.
Una panoplia de instrumentos semi-autoritarios
Los grupos semi-autoritarios saben jugar -disimuladamente-a la democracia, aunque cuidando de no arriesgar realmente -nunca y bajo ningún concepto- el poder. Pretenden entonces ser lo que en conciencia saben bien que no son. |