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Cómo salimos de la decadencia moral en la que estamos inmersos como sociedad Autor: Raúl Aguirre Saravia |
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Desde el poder se trabaja para bloquear los caminos del pensamiento crítico, la iniciativa individual, el mérito, el esfuerzo genuino, la decencia y el imperio de las leyes. No cesan las iniciativas para llenar de trampas y moretones a nuestra tambaleante democracia, convertir a los legisladores en soldados obsecuentes y a muchos de nuestros jueces en siervos del poder.
El recordado tango "Cambalache" que tiene hoy más vigencia que cuando se escribió. Ya no sólo lo cantamos, sino que le ponemos más actualidad que nunca. "Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor,/ ignorante, sabio o chorro,/ generoso o estafador.../ ¡Todo es igual!/ ¡Nada es mejor!/ Lo mismo un burro/ que un gran profesor./ No hay aplazaos ni escalafón,/ los ignorantes nos han igualao." La Argentina no carece de personas capaces ni de profesionales e intelectuales idóneos.
No carece tampoco de la capacidad para pensar políticas públicas adecuadas para el mediano y el largo plazo. No carece de riquezas ni de recursos naturales. Pero hoy no tiene una infraestructura moral, de una sólida red de creencias mínimas acerca de lo que se puede o no tolerar en la vida pública de un país. Carecemos aún de este pacto básico, de un acuerdo para trazar límites precisos acerca de lo que se puede o no permitirnos como país.
Al carecer de esta clara línea de demarcación, nuestra sociedad tiende a ver como naturales los problemas más graves y a acostumbrarnos a convivir con ellos, en lugar de declararlos inaceptables y exigir su inmediata corrección y condenación. A esta falta de una infraestructura ética esencial para la sociedad, se suma la carencia de controles públicos y de políticas anticorrupción, en gran parte porque los órganos de control han sido cooptados o neutralizados por el actual Gobierno, así como de mecanismos efectivos de rendición de cuentas.
Necesitamos pensar en un acuerdo de valores que nos permita un cambio de conducta privada y pública. Nuestra educación ha sido devastada y eso nos ha impedido reaccionar como sociedad. El cambio tiene que empezar por cada uno de nosotros en forma individual, en nuestras familias, en nuestros grupos de amigos, en las organizaciones donde nos movemos. Desde la base podremos corregir el vértice superior de la pirámide, mientras tanto seguiremos en problemas.
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