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Cómo salimos de la decadencia moral en la que estamos inmersos como sociedad Por Raúl Aguirre Saravia
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En el año 2002 sufrimos una crisis que sacudió los cimientos más profundos de la sociedad argentina. Todos, tal vez por primera vez en nuestras vidas, nos sentimos inmersos en esa crisis que puso en duda valores, hasta ese momento no cuestionados en forma masiva, como la credibilidad de las instituciones del Estado, la legitimidad de los partidos políticos, de nuestros gobernantes y nuestro futuro como sociedad.
En ese revuelo los límites se hicieron mucho más difusos y en muchas oportunidades, nos pareció que ganaba la sensación del vale todo, del sálvese quien puede, qué será de nuestros hijos y de las futuras generaciones. Y en el 2014 qué?
Nos seguimos hundiendo como país sin haber sufrido terremotos o catástrofes de la naturaleza, sin tsunamis ni arrasados por volcanes; no fuimos ocupados por potencias extranjeras ni padecimos epidemias incontrolables. Nos sumergimos por propia voluntad al haber entregado por más de 40 años el timón de nuestra República a dirigentes malos o ineficientes. Marco el lapso de tiempo del inicio del último período democrático del cual somos responsables quienes hoy rondamos las seis décadas. No quiero referirme a las revoluciones ni a los gobiernos militares que precedieron esta etapa de vida constitucional.
Se sabe que los países no pueden avanzar en el caos en el cual hoy estamos inmersos y del cual un buen plan económico no nos va a sacar. Son las propias sociedades las que deben buscar remedios para los males que las aquejan y para encontrarlos, es indispensable realizar un trabajo de revisión interno. Lo mismo que ocurre con un ser humano a nivel personal.
Considero que nuestra crisis como país funciona como un cristal que todo lo magnifica, así que creo que lo moral también está siendo cuestionado. Un proyecto de sociedad incluye su dimensión moral que es propia del ser humano y que debe hacerse responsable de sus actos. La convivencia en una sociedad sin valores morales se rige por la ley del más fuerte. Esto lo hemos visto en todos los procesos dictatoriales.
Nuestra sensibilidad como personas nos pide el reconocimiento de un otro. Ver a nuestros hermanos más humildes o vulnerables revolviendo las bolsas de residuos, a familias enteras que dependen de la basura que descartamos reclama de nuestras conciencias un comportamiento ético como sociedad, sino la comunidad no puede convivir en plenitud.
Algunos filósofos analizan el papel que hoy juegan las instituciones y admiten que los partidos políticos están desautorizados en su credibilidad, porque su estrategia busca |