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Estado Fallido y Estado enemigo. Notas sobre la persecución institucional a los ciudadanos Autor: Carlos A. Manfroni |
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pensar más en la categoría de “Estado fallido” que en la de “Estado enemigo”. Creemos, sin embargo, que no es así.
Desde el comienzo de la actual administración, los piquetes estuvieron formados por personas políticamente afines al gobierno o dirigidas por personas afines al gobierno o, como mínimo, por grupos cuyos dirigentes, si bien pueden manifestarse contra el gobierno, generalmente reclaman –en tales supuestos- una profundización o una extensión de los alcances de lo que el gobierno ya hace muy bien: la intervención en la economía y la opresión de los sectores realmente productivos. En cualquier caso, todos esos grupos –aun los que se manifiestan en forma adversa al gobierno- son vistos por las autoridades como opuestos a aquellos sectores a los que el gobierno caracteriza como enemigos públicos, en el sentido que Carl Schmitt asigna a este concepto.54 Esa noción de enemigo público, en situaciones como la actual, es bastante amplia y puede incluir – aunque no en forma exclusiva- a una vasta población de clase media, refractaria, como es lógico, al avasallamiento de sus propias libertades.
La tolerancia frente al piquete y otras formas de restricción a la libertad de circular implican una forma de domesticación de la ciudadanía, de acostumbramiento forzoso a sentir violadas sus libertades elementales. Y nadie puede discutir que la libertad de circular es, después del derecho a la vida, la más elemental de las facultades de un habitante de cualquier comarca de la Tierra.
Si alguien se acostumbra a tolerar la violación de un derecho elemental en forma repetida, disminuirá casi a cero su capacidad de reacción frente a otras injusticias, como la parcialidad judicial, la confiscación de sus activos, el cercenamiento de su libertad de expresión o de comercio. Se trata del sometimiento psicológico, del castigo anticipado e infligido por mano de terceros, en previsión de un despertar de la conciencia ciudadana.
El mismo papel cumple la inseguridad deliberadamente tolerada, pero en este caso, ya poniendo en juego el derecho a la vida. De otra forma, no se comprende la inacción ante un problema que genera impopularidad en todas las clases sociales. Tiene que existir una convicción muy fuerte, un objetivo muy firme, para que el poder político acepte perder popularidad por algo. Esto sucederá si ese poder cree que podrá obtener mayores beneficios de su inacción, aun a costa de esa pérdida.
54 SCHMITT, Carl. El concepto de lo político; Madrid, Alianza Editorial, 1991, p.58. Título del original en alemán: Der Begriff des Politischen. Traducción y prólogo de Rafael Agapito. |