|
REFLEXIONES Por Nota del Director
|
|
Desde el último número de nuestra revista a fin del año pasado, han ocurrido dos episodios que desafortunadamente confirman la tendencia al empeoramiento de la calidad institucional.
El primer caso es el relativo al INDEC. La ciudadanía ha asistido al insólito espectáculo de ver cómo el Poder Ejecutivo comenzó desplazando funcionarios jerárquicos de carrera y prestigio a cargo del INDEC por el solo hecho de que se resistían a aceptar las presiones oficiales para
modificar el cálculo de los incrementos en los índices de precios que satisficieran lo que el Gobierno estaba dispuesto a “permitir”. Luego sobrevino la intervención al organismo, nuevo cambio de funcionarios designados sin concurso previo, y finalmente, se modificó el método de cálculo del índice de precios, incurriendo en omisiones y otras inovaciones que han sido fuertemente criticadas por los especialistas. Lo ocurrido es grave desde varios puntos de vista. En primer lugar, porque se afectó la credibilidad del INDEC, un organismo técnico que gozaba de prestigio y reputación profesional. Esto es preocupante porque se debilitó la credibilidad del organismo del cual surge una parte muy sustancial de la información estadística oficial del país.
De esta manera, se ha asestado un golpe a todas las mediciones estadísticas de la Argentina lo que ciertamente no contribuye a que se la considere un país serio. Pero más allá de esta circunstancia, de por sí suficientemente grave, las alteraciones en el cálculo del índice de
precios tienen otras repercusiones negativas. Como se sabe, la Argentina ha emitido una serie de bonos en pesos ajustables por inflación. Esto significa que la minimización estadística de la inflación ha impactado en el nivel de ajuste y por ende el valor de dichos bonos, afectando una vez más nuestra credibilidad como país emisor de deuda soberana. |