Reflexiones
Camino de servidumbre
Ley anti-antiterrorismo: una muestra más de la expansión injustificada y abusiva del derecho punitivo
El Arbitraje en el Proyecto de Unificación Legislativa
Una Jornada Intrascendente: A propósito del debate en el Senado de la Nación de la ley de expropiación de YPF S.A.
Sobre el comienzo de la existencia de la persona
Algunas advertencias sobre el Digesto Jurídico Argentino
Seguro de caución para garantías judiciales
Declaraciones Públicas
 


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N° 28.581 ISSN 0325-8955

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  Camino de servidumbre
Autor: Héctor Huici
  criterios que no se conocen a ciencia cierta. ¿Por qué habría de pedir un jubilado permiso para comprar cien dólares para regalarle a su nieto si no tiene que demostrar ninguna capacidad contributiva para comprar un vehículo último modelo? Un senador de la Nación, famoso por su incontinencia verbal y por su capacidad para decir que es noche cerrada al mediodía, presume la evasión impositiva de cualquier argentino a menos que demuestre lo contrario. Si el gobierno quiere regular y controlar el mercado cambiario está en su derecho de hacerlo, pero debe acudir a leyes del Congreso que lo regulen con carácter general y abstracto; con transparencia y no depositando discrecionalmente el poder de un funcionario de turno quien al modo del César puede levantar sus pulgares hacia arriba o hacia abajo para decidir sobre la fortuna y la vida de los argentinos.

Una burocracia kafkiana de gente que en su vida ha producido algo decide, a modo de gran hermano de la economía, en una suerte de combinación de corso con campo de concentración, qué, cómo y a qué precio se produce en la Argentina.

La decadencia no parece tener fin y para aquellos que creen que siempre que llovió paró hay que recordarles que Grecia viene decayendo desde el Siglo de Pericles a la fecha (más de dos milenios). No estamos condenados al éxito, lo cual nos extraña por otra parte en un país donde la mayoría de las condenas a los criminales nunca llegan o son de cumplimiento condicional. Cuándo se “jodió” la Argentina, como escribió brillantemente hace poco tiempo un amigo de esta institución, el escritor Abel Posse, difícil saberlo, pero como en aquel monólogo de Tato Bores la culpa seguro que la tuvo otro y no ninguno de los gobiernos de los últimos ochenta años.

Pero también hay culpas de omisión. Buena parte de la mal llamada clase dirigente argentina a partir de la segunda mitad del siglo pasado, se refugió en sus actividades privadas y abandonó lo público. Mientras cada uno de nosotros está esperando que existan reglas que nos permitan dedicarnos con comodidad a las cuestiones públicas seguiremos siendo meros espectadores de la decadencia del país, opinando como se deberían hacer las cosas, pero no dedicándonos a ellas porque tenemos muy poco tiempo para hacerlo y aun cuando esas actividades a veces no exigen mucho tiempo rehuimos al compromiso (basta ver el reducido universo de colegas que votan en las elecciones del Colegio Público o Consejos de la Magistratura, solo el 25 % del total).

Podemos quedarnos opinando como deberían hacerse las cosas o como nos gustaría que se hicieran o asumir la ardua, desgastante y por momentos ingrata tarea de competir por ocupar los espacios institucionales donde se formulan las políticas públicas.

La inacción es ser parte del problema, es hora de redoblar nuestro compromiso para dedicarle tiempo a la cosa pública para tratar de ser parte de la solución. El éxito, por supuesto, como en ningún emprendimiento, está garantizado. La patria lo vale, porque la patria no es la tierra de nuestros ancestros, la patria es el lugar donde soñamos que vivan nuestros hijos
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