Miércoles, 28 de Mayo de 2008

158º Almuerzo de Confraternidad

EL 9 DE ABRIL SE REALIZÓ EL 158º ALMUERZO DE CONFRATERNIDAD, EL INVITADO FUE EL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA, JAIME BERMÚDEZ MERIZALDE QUIEN SE REFIRIÓ A “COLOMBIA HOY”, AL FINALIZAR SU DISERTACIÓN, RESPONDIÓ PREGUNTAS FORMULADAS POR LOS ASISTENTES


Palabras del Dr. Enrique del Carril
Buenos días a todos, gracias por estar con nosotros en este almuerzo de camaradería mensual, donde hemos invitado a Jaime Bermúdez Merizalde, Embajador de Colombia, quien nos hablará sobre el tema "Colombia, hoy."

Ahora sí, les quiero presentar a Jaime Bermúdez, es un embajador y de un país que para toda Latinoamérica es un ejemplo. Un país que está soportando el flagelo del terrorismo y del narcotráfico pero que nunca ha abandonado las vías legales. Un país que ha ensayado diversas políticas en sus distintos gobiernos, y en este último de Álvaro Uribe, está sosteniendo la política de combatir el terrorismo desde la ley. Ha enfrentado a problemas como son las consideraciones humanitarias por los rehenes, que lo ponen entre la espada y la pared, por un lado de ceder a determinados sentimientos internacionales humanitarios, pero por el otro lado la necesidad de mantener la rigidez de lo que significa reprimir desde el estado de derecho, y convencer a la comunidad internacional que esa es la política, que contra el terrorismo la ley es lo más importante. Para nosotros, y creo que para toda Latinoamérica -sobre todo para los países que hemos sufrido situaciones parecidas-, considero personalmente que Colombia es un ejemplo. Basta ir allí y ver su clase dirigente, la jerarquía de sus juristas, para darse cuenta lo que Colombia es. Creo que el Embajador nos ilustrará mucho sobre los desafíos que afrontan y creo también que nos va a dar entusiasmo para apoyarlos.


Disertación del Embajador Jaime Bermúdez Merizalde

Muchas gracias señor presidente del Colegio, muchas gracias Enrique, si me permites. Es un honor estar aquí, entre abogados; además el Colegio me ha invitado en una ocasión anterior, y se siente uno a gusto, por muchas razones. Porque es un gusto estar entre ustedes, muchos amigos ya desde el tiempo en que estoy en Argentina, una amistad que para los colombianos es una especie de misterio. Hay una buena onda entre unos y otros que no he logrado saber de dónde y por qué viene. Existen todo tipo de teorías, desde el tango, el fútbol, y muchas otras cosas más que hacen que nuestras relaciones sean muy especiales.

Procuraré hacer una presentación esquemática, breve, sobre Colombia, que nos lleve a un diálogo posterior con base en las preguntas que ustedes tengan, con el entendimiento de que no hay nada vedado. Dicho eso entonces, ustedes preguntan lo que quieran y yo respondo lo que quiero en el sentido de que procuraré ser lo más franco y directo posible, sin perder mi carácter de embajador.

Un tema que me parece pertinente, incluso con ocasión de los comentarios preliminares en la breve reunión que sostuvimos a mi llegada hoy, es una pregunta que sospecho está en la mente de muchas personas en el mundo entero y que lo está en la mente de muchos colombianos: ¿cómo hace Colombia para que su institucionalidad sobreviva, no obstante su realidad de terrorismo, narcotráfico, pobreza, etcétera? Dicho de otra manera: ¿cómo hace un país para preservar un sistema democrático al tiempo que sufre tales embates contra la institucionalidad? Eso ha llevado a muchos analistas a plantear preguntas como si Colombia es o no una nación viable como Estado. Y créanme que no es una discusión que se da sólo fuera de Colombia, dentro de nuestro país muchas veces esa pregunta surge, de manera recurrente. Somos un país que ha soportado guerrillas por los últimos cuarenta años, un país que ha tenido los principales carteles de la droga del mundo, un país que aún hoy es uno de los principales exportadores de coca para el mundo.

En el año 1985 la guerrilla del M.19, junto con la mafia del narcotráfico toman el Palacio de Justicia, capturan a sus magistrados como rehenes, que terminan siendo asesinados. El Palacio incendiado, justo en la Plaza Central, enfrente del Congreso, a dos cuadras de la Casa Amarilla, sede de la presidencia de la república. Imagínense visualmente la escena, y vean si eso no fue una amenaza institucional de una envergadura gigantesca: un tanque en la plaza, disparando a un edificio en llamas que está lleno de guerrilleros que pretenden someter al gobierno con el chantaje de asesinar a sus magistrados. ¿Cómo no preguntarse por la viabilidad democrática de un país cuando luego en el año 89, son asesinados cuatro de los candidatos para las elecciones presidenciales de 1990? Entre ellos uno del partido mayoritario, el Partido Liberal Luis Carlos Galá, una joven promesa política que se perfilaba como favorito, asesinado por una mafia política narcotraficante, y al mismo tiempo otros tres líderes de la izquierda democrática que estaban intentando construir sus primeros pasos en el escenario político de una manera relevante. ¿Y cómo no hablar de las dificultades institucionales cuando encontramos que en Colombia hace apenas pocos años teníamos unos grupos paramilitares con cerca de 40.000 hombres, grupos guerrilleros con otro tanto de efectivos y con 170.000 hectáreas de coca cultivadas? Un país amedrentado, amordazado en términos de no poder circular, andar, etcétera.

Yo voy a argumentar con algunos ejemplos en cuanto a por qué, a pesar de todo eso Colombia ha logrado no solamente sobrevivir, sino de alguna manera servir de referente institucional, al punto que hoy día empieza a convertirse en un escenario de intereses y oportunidades de negocios, hallándose entre los países con más posibilidad en la región. Diría grosso modo que Colombia ha encontrado, no obstante las dificultades, un experimento interesante en lo que fue el llamado Frente Nacional. En la década de los 50 del siglo pasado Colombia sufrió una dictadura militar, iniciada con un golpe en 1953. Tuvimos la suerte de que fuera una dictadura relativamente breve de cinco años, y lo digo pensando comparativamente con otros países de la región, que sufrían por lo contrario dictaduras de largo aliento. Y es de notar cómo esa dictadura termina siendo debilitada y retirada del poder a partir de un pacto civil entre los principales partidos, que hace que en 1958 hubiera una movilización popular que llevó al dictador Rojas Pinilla a retirarse, sin violencias. Allí se convoca a un referéndum, a un plebiscito como se le llamó entonces, para constituir el nuevo sistema y las nuevas reglas básicas de gobierno. Ese Frente Nacional, como decimos, fue un acuerdo entre los principales partidos, los mismos que se habían enfrentado de manera ardua y violenta en años anteriores en el así llamado período de la violencia, una especie de guerra civil partidaria, cuando unos y otros se mataban sin contemplaciones. Pero estos mismos partidos terminaron arribando a un acuerdo que permite si se quiere una pacificación relativa, no menor pero relativa, que el país necesitaba en ese momento.

Ese acuerdo permitió recuperar la institucionalidad, recuperar la democracia plenamente durante un buen número de años. Como parte del acuerdo los partidos se alternarían en el poder, cada uno postulando un candidato durante cada período presidencial, y al siguiente el otro partido presentando su candidato, pero siempre alternándose durante cuatro períodos consecutivos. Creo que esto ilustra la capacidad o la resilience (palabra del inglés cuyo significado se aproxima a ‘poder de recuperación) de la élite política para encontrar salida a un problema crítico, capacidad que permitió recuperar la vigencia del sistema democrático y el ejercicio de la democracia en el día a día, de manera respetuosa e institucional. Claro, este ejemplo tiene también su lado complicado, porque históricamente hemos tenido un debate sobre si un experimento de esta naturaleza, no obstante permitir la recuperación de la tranquilidad institucional, desmontar el enfrentamiento de los partidos, etcétera, no implicó al mismo tiempo un cierre a los movimientos y partidos alternativos, especialmente de la izquierda. Y si no fue eso lo que en definitiva motivó, explicó o justificó brotes de insurgencia en distintas regiones; ése es un debate todavía vigente. De hecho la justificación para el surgimiento de algunos movimientos guerrilleros en los años 60 se da precisamente con el argumento de que el sistema democrático se había cerrado para ellos. Pero lo que me parece relevante de este ejercicio es plantear cómo en un momento crítico del país, quienes se enfrentaban hasta hacía poco a muerte, terminaron uniéndose en una salida institucional.

Otro ejemplo interesante es la Constitución aprobada en 1991 como consecuencia del proceso constitucional, promovido por el gobierno del entonces presidente César Gavidia. Como les mencioné antes, en el año 89 fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales (finalmente el asesinato de Luis Carlos Galán fue lo que llevó a Gavidia a la presidencia, pues era la persona que le seguía dentro de su movimiento político). Pero además de eso, Colombia estaba transitando por un momento crítico de violencia proveniente del narcotráfico y de grupos como el M.19, que era el mismo que había tomado el Palacio de Justicia en 1985. Colombia además sufría un gran desajuste institucional y el gobierno consideró muy oportuno encontrar en la Constituyente, además de un mecanismo de aggiornar las instituciones, una opción para el problema del narcotráfico y una opción de espacio democrático para los movimientos que, como el M.19, se estaban desmovilizando. Hay muchos elementos de análisis frente a la Constitución del 91 como experimento democrático. El primero que podría presentarse es cómo un país encuentra en una Asamblea Constituyente con elecciones amplias y libres, un escenario de discusión que per se desactiva los ánimos violentos. Es si se quiere, un ejercicio como lo llama el profesor Hirchman, de voice, cuando el tema exit es complicado; es decir cuando las soluciones institucionales no son fáciles ni inmediatas, se encuentran por los menos escenarios de oxigenación, que terminan aportándole al sistema mismo elementos necesarios; desde ese punto de vista la Constituyente fue trascendental. Pero lo fue además, porque efectivamente con el M.19 se logró una negociación que condujo a la desmovilización de todos sus hombres, que incluso participaron en el proceso electoral para aquella Constituyente del 91. Y más aun, esas personas obtuvieron la mayor cantidad de miembros de la Asamblea, por encima de los obtenidos por los partidos tradicionales. Por primera vez en Colombia, la izquierda democrática en ese momento termina sacando mayor votación que el Partido Liberal y que el Conservador, llegando a co-presidir la Asamblea Constituyente. Innegablemente, un ejercicio democrático muy interesante. Después, varios de sus miembros terminaron siendo ministros de Salud, gobernadores, alcaldes, con gestiones muy destacadas. El M.19 hoy no existe como movimiento guerrillero, posteriormente como movimiento político tuvo problemas internos muy serios que los llevó a su desmembramiento como fuerza política. Pero Colombia puede decir hoy con satisfacción que ese proceso de paz permitió la integración plena de todos sus miembros.

Además de eso, la Constituyente tuvo aspectos muy relevantes y aportes significativos a la institucionalidad, de los que podríamos hacer un listado, pero basten estos tres: en primer lugar creó una jurisdicción especial constitucional, se erigió la Corte Constitucional, independiente de la Corte Suprema de Justicia que tenía antes una Sala Constitucional. Con ello se estableció el mecanismo de la acción de tutela o acción de amparo, como se conoce en muchos otros lugares, que ha tenido un enorme impacto en la aplicación de justicia en Colombia. Por supuesto que hay debates, discusiones, etc., pero no viene al caso profundizar en eso ahora. Juntamente se creó el mecanismo de la fiscalía, que ha sufrido algunas reformas pero que hoy actúa como órgano totalmente independiente del ejecutivo, con un régimen acusatorio que a la postre implicó también un fortalecimiento de la justicia como tal, sobre todo en su capacidad investigativa frente a temas como el narcotráfico y el terrorismo. Logros como la independencia plena del Banco Central, que ha sido un agente fundamental definido en la Constitución, para el manejo de la economía. En fin, muchos otros aspectos que ilustran cómo el ejercicio democrático de la Constitución de 1991 es una señal de madurez del sistema político colombiano.

Otro elemento que me parece relevante para Colombia es lo que podríamos llamar una especie de consenso en el manejo macroeconómico, de manera histórica. Es muy interesante ver cómo Colombia en los últimos cien años ha tenido la tasa de cambio más estable y el índice de inflación más estable de Latinoamérica junto con Chile. Colombia nunca ha sufrido una hiperinflación ni tampoco ha hecho un default. Hemos cumplido siempre con nuestras deudas internacionales. Hemos tenido también índices de crecimiento del PIB del 4 a 5 por ciento durante los últimos cien años. Uno se pregunta cómo ha sido posible eso, y las respuestas pueden ser muy diversas. Pero a manera de conclusión en este aspecto, yo me atrevería a argumentar que Colombia ha contado con un manejo macro responsable, a partir de un acuerdo si se quiere tácito de su dirigencia, en torno a la responsabilidad con que se deben manejar las finanzas públicas. Un consenso que ha sido respetado por los gobiernos sucesivos, que ha sido avalado por los presidentes de distintas orientaciones, y que ha posibilitado un manejo macro responsable, cuidadoso, sin grandes oscilaciones.

Un último punto que me parece importante mencionar como ejemplo de por qué Colombia ha podido preservar la institucionalidad, tiene que ver con el liderazgo político. No es fácil encontrar un país donde los ex presidentes puedan salir a la calle sin que la gente los abuchee; tampoco es fácil saber qué hace uno con un ex presidente, en el sentido de que es muy difícil para un gobernante saber que tiene ex presidentes que opinan, o que intervienen o que participan. En Colombia los ex presidentes tienen un peso importante, y creo que eso tiene que ver en parte con lo que les mencionaba antes, y también con el hecho de que en general gozan de prestigio. Claro que hay discusiones, que hay debates, que hay incluso situaciones dramáticas de ex presidentes, pero estoy intentando hacer un ejercicio comparativo, porque cuando uno juzga a su país sin contar con lo que pasa al lado, termina a veces siendo más duro de lo que corresponde. En el caso de Colombia ese es un elemento particular e interesante.

Ahora contamos con una situación muy especial, y es que el presidente actual, como ustedes quizás saben, ha iniciado una política que yo llamaría anti-histórica, y paso a explicarme. Colombia viene siendo un país como ya dijimos con unas dificultades históricas muy grandes de narcotráfico y de terrorismo. Era una sociedad que en los últimos años venía sufriendo una situación muy compleja, fundamentalmente en el terreno de la paz, como quiera que en el año 98 el presidente anterior, Andrés Pastrana, había iniciado una negociación con las FARC que terminó en un fracaso rotundo. Vale decir que la disposición del gobierno por alcanzar la paz era total, y tenía la mejor buena fe. Pero iniciaron un proceso de paz equivocado, es decir, les pidieron a las FARC que se sentaran a negociar, pero sin exigirles nada a cambio. Por el contrario, se permitió a las FARC disponer de un territorio de 42.000 kilómetros cuadrados, el tamaño de El Salvador completo, donde operaban libremente, llevaban a los secuestrados, no había allí instituciones del gobierno, ejército, ni policía, ni justicia. Y eso resultó en que ellos se fortalecieran militar y políticamente. No sé si ustedes recuerdan, pero incluso hasta el presidente de Wall Street estuvo en esa zona visitando a las FARC, y como él muchos líderes internacionales.

Ese fortalecimiento de las FARC implicó que por fin el proceso fracasara, porque en la mentalidad de ellos, como en la mentalidad de muchos de esos grupos, cualquier señal de generosidad es interpretada como una señal de debilidad. Con tal mentalidad no devuelven generosidad con generosidad, sino con abuso, y eso fue lo que hicieron. Eso además estuvo acompañado de un fortalecimiento inusitado de los paramilitares y una continuación del narcotráfico. Y para empeorar el escenario, en 1999 tuvimos la peor crisis económica de los últimos años, con una caída del PIB del 4,5%. Quizás ustedes han sufrido experiencias peores en términos de impacto económico, pero para Colombia, con los antecedentes económicos que les mencioné fue una situación totalmente extraña, la crisis más grande de los últimos cien años. Casi perdemos el sistema bancario, el desempleo llegó casi al 20%, el déficit fiscal estuvo cercano al 4,5 y quizás lo más grave, la sociedad colombiana estaba totalmente acomplejada, no sentía la capacidad de recuperar la institucionalidad. Los colombianos no creíamos que fuese posible vivir en paz, ni recuperar la senda económica, queríamos irnos de Colombia, nos daba vergüenza hablar de Colombia. Me incluyo, en el año 99 cuando yo estaba afuera, iba a regresar a Colombia y la gente me decía si estaba loco, regresando a un país del cual todos querían irse.

Ese complejo surgía en parte precisamente porque faltaba un liderazgo que ayudara a la sociedad colombiana a entender que sólo cuando se recuperara la seguridad sería posible recuperar la democracia. Es un principio básico que suena casi redundante. Sin embargo por eso les pinté el cuadro que les pinté, porque cuando uno vive en ese escenario los principios básicos también se desdibujan. Y más importante aún, que sólo es posible recuperar la seguridad fortaleciendo la legitimidad del Estado, protegiendo la legalidad y mejorando la situación de derechos humanos, que eso es compatible con la seguridad y más todavía, es una condición sine qua non. Solamente si la legitimidad se gana con legalidad, la legitimidad será mayor. Ese principio que suena tan básico, en Colombia y en la región era bastante difícil de ver. Precisamente el hecho de que la región hubiera sufrido dictaduras de largo aliento, donde se confundía la doctrina de seguridad nacional con la posibilidad o la capacidad de afectar los derechos de los opositores de maneras incluso violentas, hacía que en Colombia hablar de una autoridad firme sonara como fascista, autoritario. Lo que hace el liderazgo del presidente es explicar cómo una democracia puede fortalecer sus instituciones, recuperar la seguridad, y al mismo tiempo profundizar los espacios democráticos. Ése fue un cambio enorme; si a mí me preguntaran cuál ha sido el aporte mayor del presidente Uribe yo diría que eso: lograr convencer y darle la vuelta a una sociedad para que entienda que recuperar su seguridad es recuperar su vida, protegiendo la vida de todas las personas. Y eso tiene fuertes consecuencias, que veremos a continuación.

El hecho de que Colombia hubiera iniciado ese camino implicó un punto de transición definitivo. Lo fue en la mentalidad colectiva como les acabo de decir, pero además también en hechos concretos. Algunos de ustedes ya conocen los datos (porque se han publicado o porque las he mencionado en otras intervenciones) de que en el año 2002 cuando el presidente Uribe llega al gobierno, de 1.068 municipios que tiene el país había 300 municipios donde los intendentes no podían trabajar por temor a ser secuestrados o asesinados. Háganse esa composición de lugar para su país, e imaginen que una tercera parte de los intendentes no pudieran trabajar en sus lugares. En ese entonces teníamos 3.500 secuestros al año. Había 170 municipios, algunos de ellos ciudades o pueblos pequeños, donde no existía fuerza pública, ni policía ni ejército. Las poblaciones estaban totalmente sometidas al “sálvese quien pueda”. Además, como les mencioné, las FARC, los grupos paramilitares, el narcotráfico estában enormemente fortalecidos. Teníamos tomas de pueblos por parte de las guerrillas con cilindros de gas, con morteros, etcétera de manera constante; no podíamos andar en las rutas por temor a ser secuestrados. Se llegó a hablar de “pescas milagrosas”, una expresión que suena divertida, o espiritual, pero que es patética, porque lo que se quería decir es que uno circula por una ruta, de pronto hay un árbol, un camión o una fila de guerrilleros que detienen el tránsito, intervienen a 50 ó 60 vehículos, bajan a todo el mundo, secuestran a algunos y a los otros los roban. Eso pasaba a media hora o quince minutos de Bogotá, a diez minutos de Cartagena, de Medellín.

El presidente también ha logrado recuperar la seguridad en las carreteras con un programa especial, y cuando lo logró el país se volcó inmediatamente de nuevo. Yo tuve la oportunidad después de diez años de no recorrer el país en auto por temor, de poder ir sin ningún tipo de protección diez horas, cruzar la cordillera o lugares donde antes ni se nos hubiera ocurrido cruzar. ¿Qué pasó?, que el secuestro y el homicidio descendieron un 60 o un 70 por ciento. De 3.500 secuestros anuales, el año pasado hemos tenido 170, que sigue siendo una cifra inaceptable, pero hay que ver de dónde veníamos y cuál es la tendencia. No volvieron a ocurrir tomas de pueblos, la capacidad terrorista de las FARC está tremendamente limitada, hoy están replegados en las zonas selváticas, que son la mitad del país. No quiere decir que ellos hoy controlen el 50 por cien del territorio, digo solamente que la mitad del país es selva. Hoy día no controlan ninguna parte del territorio de manera permanente, están huyendo. Y eso lo reflejan noticias como las que ustedes oyeron de cómo el jefe de Seguridad y el segundo y uno de los cabecillas de las FARC lo termina asesinando y entregando, porque estaban rodeados militarmente y no tenían salida. Este individuo lo mata, le corta el brazo, toma su pasaporte, su cédula, va hasta el ejército que está a pocos kilómetros y les dice que sabe dónde está el guerrillero, que además está muerto, páguenme mi recompensa. Eso es para ilustrar el grado de descomposición interna que ha implicado todo esto en las FARC, una cosa dantesca pero real.

Junto a la recuperación importante de la seguridad -que no quiero sobreestimar, porque la tarea todavía sigue y es mucho lo que falta hacer-, ha habido también de manera rápida una recuperación de la confianza. Los colombianos volvimos a creer en la posibilidad de vivir en paz, de recuperar los espacios democráticos para todos, con consecuencias inmediatas en la economía. En el año 99 crecimos el 1,5 por ciento, el año pasado el 7,5 por ciento y el crecimiento ha sido gradual año tras año. Con una gran ventaja, que se trata de un crecimiento impulsado por inversión extranjera directa, es decir, no estamos movilizando la economía en otros factores, como pueden ser gasto público, control de la tasa de cambios, etcétera. Por el contrario, hemos tenido revaluación de la moneda, como ha sucedido en todo el mundo, pero en nuestro caso además a consecuencia de la llegada de divisas, por los intereses de inversión en Colombia. De alguna manera si se quiere, Colombia está pagando el precio del éxito en la medida en que más inversión implica más divisas, y una tasa de cambio más revaluada. Tuvimos inversiones el año pasado por 9.000 millones de dólares, el año antepasado por más de 7.000 millones y el anterior por más de 10.000 millones. En ese año, el 2005, Colombia fue el país que más creció porcentualmente en inversión extranjera directa.

Ésa es la señal más fehaciente de la recuperación de la confianza, no sólo interna sino de la gente de fuera de Colombia, en cuanto a que hoy existen condiciones de seguridad no sólo física sino en cuanto a reglas de juego. El turismo por ejemplo, pasó de 500.000 personas al año a más de 1.200.000, y todavía tenemos un potencial gigantesco. Las exportaciones, no obstante la revaluación, han aumentado en esos años también entre el 15 y el 25 por ciento, han crecido en volúmenes netos en países de destino y en montos por supuesto. Ello no obstante que nosotros no gozamos de opciones como las tiene Venezuela en términos de petróleo o como las tienen ustedes en términos de commodities con un valor tan significativo en el mercado internacional. Puede decirse que tenemos que pelear con nuestros calzados, con nuestras confecciones, con nuestras flores, donde los precios relativos no son tan fáciles. Pero hemos contado con la suerte de que aún así las exportaciones siguen creciendo. El déficit es prácticamente cero, no obstante el déficit del gobierno central todavía tiene un desajuste sobre el cual se está trabajando y se ha hecho una reforma administrativa de gran alcance. Solamente para que se hagan una idea, les digo que se han reformado más de 200 hospitales públicos, no se han privatizado sino que se han reformado, para hacerlos viables económicamente.

En resumen, esos elementos, junto con el liderazgo político, permiten plantear una hipótesis final y es que Colombia ha contado con una institucionalidad sólida. Lo vemos en los elementos que describí, pero lo vemos también en la vigencia de la oposición, en las posibilidades que tiene la izquierda democrática, en la independencia de los jueces y de las cortes, en la independencia del manejo macroeconómico y del Banco Central, en la independencia de la prensa, que es una prensa vibrante, fuerte, crítica. Si ustedes leen los principales diarios de Colombia hoy -y quisiera que algún colombiano validara lo que estoy diciendo- encontrarán columnas que permanentemente critican al gobierno, y bienvenido sea, porque es parte del ejercicio de la democracia. Hay un escenario permanente de discusión y de crítica.

De forma que podría decirse que en Colombia la institucionalidad es fuerte, donde quiera que la institucionalidad esté. Pero precisamente la existencia del narcotráfico y del terrorismo se ha dado en aquellos lugares donde la institucionalidad, o ha sido muy débil o no ha existido. Es decir, a contrario sensu podemos hallar países donde la institucionalidad está presente en muchos lugares pero tiene problemas dentro mismo de las instituciones. En Colombia, la hipótesis que quiero repetir es que hemos tenido una institucionalidad fuerte, sólida, histórica, pero en muchos lugares o sectores está ausente por debilidad del Estado; por supuesto por connivencia si de quiere entre los líderes políticos y privados. Y en esos lugares hemos dejado que el narcotráfico, el terrorismo y la ilegalidad prosperen. Pero lo estamos recuperando, por eso el último punto que les mencioné como elemento es el liderazgo político. Y no lo digo simplemente por ser parte de una organización como la del presidente Uribe, sino porque lo dice el 80 por ciento de los colombianos. Es algo que se puede constatar con hechos, con cifras, con datos de inversiones, del turismo, del comercio. Constatar cómo en un escenario tan complicado, Colombia sostiene esa postura frente a la situación de la región.

Hasta aquí la presentación que quería hacerles sobre mi país, y quedo a su disposición para las preguntas que pudieran tener. Muchas gracias.

Preguntas del auditorio

Dos preguntas señor Embajador. ¿Han logrado la institucionalización introduciendo modificaciones al régimen penal y al régimen procesal para luchar contra el terrorismo guerrillero? ¿Está penalizado el consumo de drogas?

-Embajador Bermúdez Merizalde: Sí, ha habido reformas importantes en materia penal y procesal. Pero permítanme, pese a que también soy abogado, hacer una crítica jurídico-política. Está reconocido que Colombia tiene una capacidad gigantesca de producir leyes y decretos, nuestra Constitución es quizás una de las más extensas del mundo. Y si por textos fuera, seríamos como declaraba Víctor Hugo en el año 1863, que “Colombia tenía una Constitución de ángeles”; pero los ángeles no están viviendo en Colombia. Con esto quiero decir que como ustedes bien saben, en la aplicación del derecho no solamente se requieren textos claros y precisos para una situación particular, sino muchas otras cosas más. Mencioné la institución del régimen acusatorio, con la creación de una fiscalía independiente del ejecutivo, que ha sido muy importante en términos de investigación. Igualmente en materia procesal se han intentado muchos experimentos, jueces “sin rostro” por ejemplo, para juzgar delitos de narcotráfico, para evitar que la mafia los identifique y termine secuestrándolos o sobornándolos. El precio que Colombia ha pagado desde el punto de vista de hombres, de jueces, periodistas, políticos, etc. ha sido gigantesco. Y por eso quiero poner en su lugar la dimensión de esas reformas que han sido muy importantes. Pero junto con ellas han sido complementariamente importantes cosas como las que les mencionaba: la necesidad del liderazgo político, la determinación y el respaldo de la ciudadanía, el apoyo institucional en otros elementos, y quizás lo que pueda surgir en las preguntas sea en qué medida la comunidad internacional se ha comprometido con ese tema. Porque para no meterme de una vez en eso, hubiera podido dedicar un buen rato a hablar de cómo problemas como el narcotráfico y el terrorismo sólo los resolveremos en la medida en que contemos con una decisión plena y clara de la comunidad internacional.

Respecto a la segunda pregunta, le digo que en Colombia la Corte Constitucional creada en 1991 despenalizó el consumo de la dosis personal. Fue un debate extenso, el gobierno actual considera que hay que encontrar mecanismos para volver a penalizar, pero no con prisión, sino con penas si se quiere pedagógicas y otros tipo de alternativas. Hay una discusión en marcha sobre eso, nos preocupa mucho el aumento del consumo interno, pero nos preocupa más si se quiere el narcotráfico como fenómeno internacional, flagelo que en definitiva requiere un apoyo demasiado fuerte, que va mucho más allá de la discusión del consumo interno. Porque, siendo éste un problema global de salud pública, uno terminaría discutiendo si no es igualmente importante que quienes consumen y demandan fijen posiciones tan claras y duras como pretenden que las fijen quienes producen, es decir el principio de corresponsabilidad.

-Pregunta: Es imposible que podamos reemplazar el cultivo de coca, porque los campesinos ganan algo así como cinco o seis veces lo que ganarían con cualquier otro cultivo?

-B. M.: En el frente interno se han hecho esfuerzos enormes; les mencioné que teníamos 170.000 hectáreas de coca mientras que según los informes actualmente están en unas 80.000 hectáreas, reducción lograda en menos de cinco años, lo que sigue siendo una cantidad descomunal. Pero estamos en menos de la mitad, cuando antes veníamos con un crecimiento exponencial de las áreas bajo cultivo. Esta lucha tiene una gran complejidad: primero es complejo erradicarla físicamente, tener la capacidad logística de acabar con 80.000 hectáreas de coca, por ejemplo en términos de fumigación, que por otra parte tiene costos gigantescos. Conlleva un debate medioambiental complicado, pero que en Colombia ha progresado y que ha implicado operaciones de fumigación muy intensas. Porque ciertamente, como esto es todo una economía, también los productores se las arreglan, una vez que se fumigan extensiones amplias, para convertirlas en pequeñas extensiones mimetizadas en la selva. De ese modo, un avión que pudiera fumigar en un solo vuelo una hectárea de coca, ahora tiene que hacer múltiples vuelos para fumigar pequeñas fracciones acá y allá. Y entre unas y otras, árboles enormes o montañas escarpadas. Junto a eso, en Colombia se han propuesto los cultivos alternativos, diciéndole a la gente que no siembre coca, que se le ayudará con subsidios para que siembre maíz o yuca, o cualquier otro producto que tenga un buen valor. Esto ha sido muy difícil, porque pensemos en las dificultades propias de sembrar maíz en la selva, luego una vez que recoge la cosecha si el cielo acompaña le toca andar dos días, un día a pie, otro día en mula, otro en barco hasta llegar a un pueblo, y cuando llega encontrar quién le compre en un mercado donde la demanda seguramente es poca, donde muchas veces se cae el precio o no alcanza a vender todo lo que lleva, y tiene que volver a su casa con unos ingresos ínfimos. Entonces por más que les propusiéramos a las comunidades que cultivaran cualquier tipo de productos, hay un problema de infraestructura y de mercado muy serio, y eso implicaría un apoyo institucional que por último no tendría resultados contundentes. Se han explorado más alternativas, el gobierno por ejemplo propuso un programa llamado “familias guardabosques”: en lugar de decirle al campesino que siembre maíz por un precio que se le pagará, se le dice que se quede donde está y cuide el bosque allí, porque uno de los mayores impactos de sembrar coca es que acaba con la selva y las reservas naturales del mundo entero. De los 500.000 kilómetros de selva que tiene Colombia un porcentaje bastante elevado está siendo dañado por la coca. Con este programa propendemos a cuidar esa reserva, y además no le estamos pidiendo a la gente que se ponga a hacer lo que no sabe y no puede mediante una nueva actividad, pero sí le pedimos que deje de sembrar coca y que cuide su bosque, a cambio de un subsidio gubernamental que le permitirá vivir y hacer estudiar a sus hijos. Ese procedimiento tiene también limitaciones presupuestales y otras, pero es un programa que está resultando bastante exitoso.

Junto a eso la erradicación manual, o sea que en lugar de fumigar se pone a personas a arrancar planta por planta, desde varios puntos de vista una opción muy interesante frente a la fumigación. Pero tiene sus propios inconvenientes, primero que es mucho más lento, segundo y más grave, el peligro para las personas que lo hacen, y les digo por qué. Son incontables los civiles inermes y policías que han sido despedazados por las minas que estos grupos de narcos siembran a medida que avanzan en la selva. Para entrar en esas plantaciones hay que hacer un proceso de desminado, después llegar con la fuerza pública y después permitir que estos trabajadores entren; eso exige costos, tiempo, etc. No obstante el programa está avanzando con éxito en zonas complicadas, como en los parques naturales, o por ejemplo en la frontera con Ecuador. De tal manera todavía hay frentes en esa política que hay que corregir y perfeccionar, pero la reducción de hectáreas es muy importante, la determinación del gobierno es acabarlas, porque el narcotráfico es el combustible que alimenta al terrorismo. Los principales ingresos que tienen las FARC hoy provienen del negocio de la coca, y en la medida en que logremos afectarlos económicamente los afectamos también militarmente.

Por supuesto la pregunta tiene implicaciones internacionales, en cuanto a que los países que consumen tengan una política concertada y seria con respecto a la demanda, que está aumentando de una manera inusitada, especialmente en Europa y en Estados Unidos.

-Pregunta: Qué comentarios puede brindarnos sobre el tema de las FARC y los niños en cautiverio o de la incorporación de menores en sus filas?

-B. M.: Es un problema también muy complejo, pero permítame hacer un par de precisiones. No es que las FARC estén devolviendo a los bebés en el sentido de que deban sacar a estos niños de la situación de cautiverio en que están. Lo que ellos hacen es deshacerse de estos bebés, porque militarmente es desventajoso tenerlos en la selva. Usted entenderá, desde el punto de vista militar, que si a las 3 de la mañana un niño llora, el ejército rápidamente sabrá dónde están las coordenadas y ubicarán el campamento. En el caso del niño Emmanuel, que todos vimos dramáticamente en enero último, no es que buscaron una mejor situación para el niño, sino que ordenaron a alguien que se encargue del niño afuera del monte. Esa persona lo lleva a una clínica de un pueblo apartado, los médicos detectan que hay maltrato y que es un caso complicado, y lo remiten inmediatamente a las autoridades de protección infantil. Es decir que se trata de un efecto no deseado para las FARC. Pero efectivamente, la presencia e incorporación de menores en estas fuerzas es un caso dramático. Hace unos días tuve información de que 19 guerrilleros se han desmovilizado de estos frentes. De éstos 17 tenían 21 años de edad y llevaban más de 6 años en las FARC, de modo que ingresaron cuando eran muy menores de edad. Y efectivamente muchos de ellos lo único que saben (también entre los paramilitares) es portar un fusil, asesinar, matar, y no han encontrado ninguna otra cosa que aprender. Eso implica para cualquier país del mundo un reto gigantesco.

Nosotros hemos estado adelantando dos programas en ese sentido, uno el que desarrolla Bienestar Familiar, que es la autoridad de atención infantil en Colombia, que cuenta con una red nacional muy extensa, mediante la que se brinda protección a esos niños. Pero primero tienen que lograr sacarlos de esos grupos donde están. El otro programa es el de desmovilización y reincorporación a la vida civil que procura el gobierno nacional, el cual ha permitido recuperar ya a más de 46.000 personas, niños y adultos, que estaban en los grupos paramilitares y en la guerrilla. Es necesario destacar esto, porque cuando algunos dicen que lo único que le interesa a Uribe es la guerra, están haciendo una lectura fácil, frívola y no cuidadosa de la realidad. El presidente Uribe dijo cuando comenzó su gobierno que iba a combatir con todo rigor a los terroristas, pero a los que cesaran en los actos de terror se les ofrecería toda la generosidad posible para recuperarlos a la sociedad. Ha habido negociación con los grupos paramilitares, que ha resultado en la desmovilización de 30.000 hombres. Se ha logrado además la desmovilización de 10.000 hombres de las FARC y del ELN, no aquí fruto de una negociación sino de otros varios factores: presión militar, el padecimiento propio en esas organizaciones, etc. y la certeza de que pueden encontrar una salida legal. Para que se den una idea de la magnitud de este logro les doy un referente: piensen en el IRA de Irlanda o en la ETA de España, organizaciones que en su momento de apogeo nunca pasaron de los 1.000 hombres en armas. Estamos hablando de 46.000 hombres (se incluyen niños repito) que pasan a la legalidad o por lo menos -para no ser ingenuos si se quiere- dejan las armas como mecanismo de vida. Esto en materia de infancia ha tenido un impacto enorme, y en materia de recuperación de la civilidad es gigantesco.

Es cierto, para el Estado, que tiene pocos recursos, incorporar a esta gente no es fácil, hay que darles capacitación profesional y psicológica. Por otra parte hay un dilema social muy fuerte, porque si usted tiene un estudio de abogados, o una empresa, y le llegan cinco solicitudes de empleo, dos de las cuales son de un ex guerrillero y de un ex paramilitar, ¿les dará empleo? La respuesta ideal que deseamos, es incorporar a uno de ellos, pero es una respuesta no sé si llamarla moral, ética, cristiana, o incluso pragmática a largo plazo: si yo le doy una oportunidad a uno de estos hombres hoy, estoy recuperando la seguridad de todos los demás para mañana. Nadie puede juzgar la decisión que tomen los particulares en esos casos. Pero la sociedad en sí tiene que hacer un verdadero esfuerzo por plantearse esta pregunta y por resolverla, y en eso estamos también en Colombia.

Pregunta fuera de micrófono

-B. M.: Por favor ilústreme un poco más la pregunta, porque si no entiendo mal usted parte del hecho de que en Colombia existía un régimen frente al cual una oposición logró imponerse y recuperar lo que hoy está recuperando. ¿Es así?


-B. M.: Entiendo, ésa es una pregunta histórica bastante difícil. Mirémoslo desde dos perspectivas: una, los intereses concretos, para no hacer una respuesta políticamente ingenua. Pocos son los que buscan acuerdos políticos que no entrañen un beneficio personal. Yo creo que en particular, para empezar por la parte más crítica, muchos de los líderes de esos partidos dijeron que la única manera como podían recuperar el reingreso al poder era ponerse de acuerdo entre ellos frente al sistema dictatorial. Pero además yo creo que hubo elementos que trascendían ese razonamiento, se dijeron: si nos seguimos enfrentando a muerte como lo estamos haciendo, no solamente tendremos dictadura sino que ninguno de nosotros va a sobrevivir. No obstante haber tenido guerras y enfrentamientos recurrentes desde nuestra independencia y aunque parezca paradójico, Colombia ha valorado mucho su institucionalidad, como pretendí esbozarlo en mi charla. Y yo creo que los colombianos en eso somos más de centro que de extremos, preferimos aferrarnos a la institucionalidad a pesar de ciertos costos en aras de sobrevivir, y no al revés. Por eso yo creo que hubo una cesión de intereses recíprocos para hacer el acuerdo, que implicaba una alternancia en el poder, que tenía un beneficio político concreto: qué mejor para los partidos saber que tienen asegurada la presidencia en cuatro años, siempre y cuando escojan un candidato con un acuerdo interno. Por supuesto hubo fracturas, y momentos en que se presentaron varios candidatos, etcétera, pero implicó una alternancia ya definida y preestablecida.

Y desde el punto de vista social, el país también experimentaba lo que es estar bajo una dictadura, de manera que los estamentos sociales se movilizaron masivamente para recuperar la civilidad. Además, ese pacto inicial previó un plebiscito que abrió la posibilidad de participación masiva popular para aprobar el sistema de alternancia que se estaba proponiendo. Ése fue quizás el elemento social más importante, hubo un acuerdo que uno podría definir ex post restrictivo democráticamente, pero que fue validado por las masas populares, incluyendo el voto de la mujer. Porque históricamente ahí se inició el voto femenino en Colombia, con un impacto enorme. Tal vez tendría que pensar un poco más para darle a usted una respuesta más precisa.

Pregunta: Yo quería hacer una pregunta, ante su invitación de preguntar sin restricciones, aunque sé que estoy ante un embajador, que como tal puede decirme que no contestará la pregunta. Quisiera pedirte algunas referencias sobre la relación de Colombia con los países vecinos, con Venezuela y Ecuador, y lo más interesante saber, sobre la reacción de los sectores de izquierda colombianos frente a la postura del gobierno.

-B. M.: Arranquemos con el final, ustedes saben, hubo un incidente concreto con Ecuador motivado porque Colombia pasó 1.800 metros adentro de Ecuador en la frontera, y en un operativo militar eliminó a Raúl Reyes, un guerrillero que además tenía circular roja de INTERPOL, 14 condenas por delitos atroces, 121 procesos por masacres, por secuestros y asesinatos, más complicidad por el asesinato de Cecilia Cubas, la hija del ex presidente Cubas del Paraguay, más cargos por enviar 700 kilogramos de cocaína a Estados Unidos, etcétera.

Es una suerte para la región que este incidente se haya resuelto a instancias de la OEA y a instancias del Grupo de Río, yo creo que como experimento regional es muy satisfactorio. Organizaciones como la OEA han estado desprestigiadas por su incapacidad para resolver conflictos, pero este escenario lo permitió y el Grupo de Río más aún. Es auspicioso que los dos países hayan dirimido las diferencias de esa manera. Es además de felicitarnos que se haya televisado para el mundo entero la reunión del Grupo de Río, porque se hicieron realmente públicos los argumentos de las partes involucradas y además los participantes tenían que soportar con argumentos lo que otras veces afrontaban con palabras soeces, ataques personales y cosas por el estilo. Y por último la ventaja de que la comunidad internacional tuvo acceso directo a información que no hubiera tenido de otra manera. Sin embargo, me parece que esas cumbres son como el matrimonio, que no es el día de la boda, donde uno canta, baila y se abraza, sino que consiste en levantarse al día siguiente, y al siguiente y encontrar al otro y decir ¡ah, sos vos otra vez! Algo parecido es la posición de Colombia, que ha pedido excusas frente a lo que hizo, que reconoció su violación del principio de soberanía, pero es importante luego que el mundo entienda la dimensión de la lucha que viene librando Colombia, y los riesgos y los costos que ha implicado. Pero aceptamos que no queremos sentar una doctrina nueva que signifique la violación de las soberanías. Puesto eso en claro, les exigimos a cambio a los países, y en particular a los vecinos, que nos apoyen realmente en la lucha contra el terrorismo. Dicho de otra manera, a Colombia no le interesa una guerra con Venezuela ni con Ecuador ni con nadie. La guerra de Colombia es contra el narcotráfico y el terrorismo. Por esa razón el presidente Uribe no desplegó tropas a la frontera cuando Chávez lo hizo o cuando el presidente de Ecuador también lo ordenó.

Por lo tanto, lo que nos preocupa es la actitud de países cercanos y de otras latitudes, incluso de Europa, donde existe una visión deformada de lo que realmente son las FARC. Sobre ello tenemos que hacer un esfuerzo de explicación, de persuasión, para que la comunidad internacional entienda y sepa realmente que estamos frente a un grupo terrorista aliado con el narcotráfico que comete todo tipo de crímenes, ante lo cual no puede haber laxitud ni ambivalencias. Observemos que ETA sólo pudo ser reducida significativamente en España cuando Francia entendió que la frontera no podía ser un paso libre para esta gente, simplemente por algunas diferencias ideológicas o algunas afinidades ideológicas. También para Colombia eso es fundamental, nosotros no exigimos milagros, es decir, Colombia misma no ha sido capaz de erradicar el terrorismo en todos los años que lleva, y tampoco le pedimos a Ecuador ni a Venezuela que con un soplo eliminen a las FARC de sus fronteras. Solamente pedimos disposición, determinación política y cooperación, que es lo que más cuenta. Y eso es lo que hemos expresado públicamente que no encontramos, sino quizás todo lo contrario, según evidencias que ustedes ya conocen. Por eso Colombia ha puesto a disposición de la OEA, de INTERPOL y de cada país la información que apareció en esos computadores que revelaban la existencia de una caleta, es decir un hueco, un lugar secreto donde había medio millón de dólares en Costa Rica. Gracias a esa información el gobierno de Colombia actuó, coordinó con Costa Rica y se encontraron los dólares. Es decir, el computador que muchos creían un invento colombiano, tenía la información precisa que sirvió para encontrar eso escondido, que fue luego entregado por el gobierno costarricense.

En Colombia yo diría que todos los sectores han respaldado la posición institucional del Estado colombiano. En el interior los sectores más radicales quizás han criticado el cómo del operativo, y algunos no avalan el hecho de haber irrumpido en territorio ecuatoriano. Pero ha habido un respaldo total a la lucha que libra Colombia contra esos enemigos, y sobre todo un respaldo total de pedir compromiso a los demás países; en cuanto a eso ha habido un consenso enorme. Sólo para tener un dato gráfico, este es el momento en que el presidente Uribe ha logrado la mayor popularidad de todo su período, que nunca bajó del 70% pero que ahora llegó al 82%. El hecho es que personas nacidas en la década del 60 como yo, y los más jóvenes, nunca hemos gozado de paz en Colombia, y ahora estamos saboreando si se quiere, las mieles de un poco de libertad. El valor que eso tiene para una sociedad es enorme, y no estamos dispuestos a perderlo.
[Aplausos]

Pregunta

Yo quiero hacerle al Embajador una última pregunta, más para este ambiente de abogados, sobre el tema de la reforma constitucional. Me parece que Colombia pasó de una Corte de modelo americano a una Corte Suprema Constitucional. Mi primera pregunta es si efectivamente es así, si la Constitución anterior tenía un modelo parecido al nuestro, donde el control de constitucionalidad se hace en concreto en un tribunal. Y en segundo lugar sobre esto de la Corte Constitucional -el ex juez de la Corte Suprema, el Dr. Belluscio que está con nosotros sabe que estos temas se discuten mucho-, la conveniencia o no de una Corte Constitucional independiente o abstracta, o que no esté en la resolución de los casos. He visto mucho entusiasmo y me gustaría ahondar de por qué ha sido tan exitosa.

En primer lugar porque ha habido un enfrentamiento doctrinario y jurisprudencial con las otras cortes. Fundamentalmente en lo relacionado con la aplicación de la acción de tutela o amparo. Porque constitucionalmente existe todavía un vacío institucional de definir cuál es la última instancia para los fallos de tutela frente a otras cortes, o frente a decisiones de otro órgano jurisdiccional. Y eso ha implicado un enfrentamiento muy serio entre la Corte Suprema de Justicia con la Corte Constitucional, por una interpretación de esta última corte que dice que ellos son la instancia final para conocer en todas las acciones de tutela, incluso las que provienen de la Corte Suprema de Justicia. Por supuesto esta dice que no, que cuando ella sea la última instancia, la Constitucional no puede ser una instancia superior. Es un debate complicado.

En cuanto a ello, digo como apreciación subjetiva, que la jurisdicción constitucional ha sido enormemente útil en Colombia por varias razones. Primero porque estábamos estrenando una constitución, donde el desarrollo jurisprudencial me parece que requiere de un conocimiento, una experiencia y una disposición institucional diferente. Ustedes saben mejor que yo que la ley está sujeta a interpretación, y la interpretación misma termina siendo creadora de ley por decirlo así. Y el nuevo derecho que se instaló fuertemente en esta nueva Corte, implicó unos desarrollos jurisprudenciales muy avanzados en Colombia frente a temas que no estaban resueltos, sobre todo el tema de la carta de derechos civiles e individuales. Por ejemplo, el típico debate entre igualdad y libertad, o entre libertad de cultos y autonomía educativa. Una alumna de un colegio católico que terminaba embarazada, era despedida por el colegio. Se creaba una discusión que la Corte ha venido desarrollando en torno a qué tiene primacía, si la consideración institucional o si el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Es una discusión de una profundidad jurisprudencial enorme. Y hoy la Corte Constitucional en eso ha permitido avanzar muchísimo. La acción de tutela por lo mismo ha permitido que los ciudadanos tengan acceso a un mecanismo mucho más rápido y ágil para resolver temas de derechos fundamentales.

No obstante, ha tenido también efectos muy complicados. Hay fuerte discusión en Colombia en torno precisamente al superpoder que ha significado la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Digamos en materia económica, hubo un debate en torno a fallos de la Corte, por ejemplo cuando declaró inexequible el mecanismo por el cual se definían las tasas de interés de los créditos hipotecarios. Que no solamente lo declaró inexequible, sino que además definió en su jurisprudencia la fórmula por la cual debían calcularse los nuevos intereses. Por supuesto el Congreso y todos los agentes económicos reaccionaron frente a lo que consideraron un superpoder que estaba legislando, no como Corte que aplicaba la ley, sino que generaba nuevas obligaciones que la ley no tenía en consideración. Y frente a eso hay una discusión generalizada de competencias, de excesos, etcétera.

Mi balance sobre esta Corte Constitucional creo que es más positivo que negativo, pero como toda nueva institución requiere ajustes e ir puliendo el verso en el camino. Muchas gracias.
La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires