Miércoles, 27 de Febrero de 2008

Conferencias de Embajadores

Invitado: Excmo. Embajador de la República de Colombia Sr. Jaime Bermúdez Merizalde

El 23 de octubre, continuando con el Ciclo de conferencias de Embajadores: La diplomacia al servicio de la integración.”, y organizado por la Comisión de Jóvenes del Colegio, fue invitado el Excmo. Embajador de la República de Colombia Sr. Jaime Bermúdez Merizalde, refiriéndose en la oportunidad al tema “Colombia hoy”


Palabras de apertura a cargo del Dr. Francisco Barbarán

En mi condición de presidente de la Comisión de Jóvenes Abogados del Colegio de la Ciudad de Buenos Aires tengo el gusto de recibirlos esta tarde. Entre las múltiples actividades que desarrollamos en la Comisión, hemos organizado este ciclo de relaciones internacionales, y empezamos por convocar a los embajadores de los distintos países, para conocer de ellos y así adentrarnos un poco en la problemática esta de la integración, que tanto nos preocupa.

En esta ocasión tenemos el gusto de recibir al doctor Jaime Bermúdez Merizalde, Embajador de la República de Colombia, quien es abogado, doctor en Ciencias Políticas en Oxford, especialista en comunicación. Fue funcionario del gobierno del presidente Uribe y desde el año 2006 es embajador en la Argentina.

Palabras de presentación del Dr. Enrique del Carril

Como presidente de este Colegio de Abogados le doy la bienvenida al señor embajador de Colombia. Además vuelvo a felicitar a la Comisión de Jóvenes por esta iniciativa, que nos acerca a temas que si bien no son estrictamente profesionales, forman parte de lo que un abogado debe conocer y saber para su formación humanista, que es una de las características propias de nuestra profesión y de nuestra carrera.

Personalmente tengo un recuerdo muy grato de Colombia, un país sumamente interesante, que yo visité en dos oportunidades. La primera viajé invitado por la Universidad de Los Andes, de la cual es egresado nuestro visitante. En ambos viajes encontré un país vital, un país con una clase dirigente y con una clase intelectual de primer nivel, que demuestra inequívocamente su preocupación por la vigencia de las instituciones, y por cómo superar problemas que todos conocemos y que quizás de afuera nos dan una imagen diferente de Colombia. Porque es un país pujante y hace un culto del estado de derecho, porque lucha desde hace muchos años por conseguir la organización definitiva y superar la violencia.

Realmente, si uno está en Colombia y vuelve, se trae un recuerdo imperecedero de allí; sobre todo si conoce una de sus joyas artísticas como es Cartagena, una de las ciudades a mi juicio más lindas de América y que compite con las mejores del mundo. Creo que es un mérito de los colombianos haberla conservado hasta hoy en las condiciones que está.

Le agradezco al señor Embajador que esté con nosotros y que nos ilustre sobre su país y de su inserción en el mundo. Nos servirá sin duda para tomar algo de lección sobre lo que ellos hacen.

Exposición del Embajador Dr. Jaime Bermúdez Merizalde

Muchas gracias al Dr. del Carril, gracias también al Colegio de Abogados por recibirme aquí, y gracias Francisco por la invitación original. Agradezco a todos ustedes por acompañarnos en esta breve charla, a cuyo final quizás podamos intercambiar algunas impresiones, inquietudes o comentarios.

Se me ocurre que puede ser útil hacer una presentación sobre lo que es Colombia hoy, lo que implicará hacer referencia a algunos antecedentes que puedan ubicar históricamente de dónde viene el país y qué momento está atravesando hoy; qué implicaciones tiene eso y qué escenarios hay para el país en las circunstancias actuales, y por último cómo se enmarca todo eso en el contexto regional.

Comienzo mencionando que yo nací al final de una década en la cual tuvo origen la guerrilla contemporánea en Colombia, al final de los 60, luego de la llamada década de la violencia que tuvo lugar en mi país, una violencia caracterizada fundamentalmente por ser de origen político partidista. Después de cinco años de dictadura (1953-1958), contrario a lo que pasaba en el resto de Latinoamérica donde las dictaduras perduraron por muchos años, tuvimos la fortuna de que sólo durara esos cinco años, restaurada además la civilidad por iniciativa de los distintos movimientos civiles y los partidos tradicionales, entonces el Partido Liberal y el Partido Conservador.

Pese a que se logró un acuerdo político que permitió el reacomodo institucional y el cese de la dictadura a través de esos dos partidos, la situación política de alguna forma, al regir ese acuerdo que implicaba una alternancia de los partidos en el gobierno durante dieciséis años y al mismo tiempo una repartición de la burocracia de manera proporcional, implicó que otros sectores del país se sintieran excluidos de ese acuerdo.

Históricamente se ha dicho o se ha justificado que el surgimiento de las guerrillas de ese entonces, tiene de alguna forma un origen en esa exclusión. Es una discusión histórica fuerte que no ha concluido, pero podríamos decir en todo caso que a finales de los 60 tuvieron origen grupos hoy conocidos mundialmente, como las FARC y el M.19 (Movimiento 19 de abril) que surge en 1970, en ocasión de unas elecciones en las que se consideró que había existido plagio electoral, y que resultaron en que el general Rojas, que había sido dictador, perdiera la elección. De alguna manera se alimentó lo que buscaban estos grupos, que era precisamente instaurarse dentro de la sociedad colombiana. Así es como al final de los 60 tiene origen la guerrilla moderna en Colombia, surgida -así explicado de manera simplista- por estas causas que mencioné.

En la década del 70 tiene lugar el boom de la marihuana, que luego en los 80 se convierte en el boom de la cocaína, cuando Colombia vivió momentos dramáticos a raíz de este problema. Solamente baste recordar que en 1989, previo a las elecciones de 1990, fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales. Además de ellos, fueron ejecutados tres líderes de los partidos de izquierda que estaban intentando surgir, y el candidato más firme a ganar la presidencia, Luis Carlos Galán, en ese momento candidato del Nuevo Liberalismo, que hacía parte de una facción del liberalismo conocido como el Partido Tradicional. Es asesinado por la mafia del narcotráfico, y lo reemplaza César Gaviria, que terminó siendo presidente del país.

En los 80, junto con el auge de la cocaína, se empieza a estructurar la red del narcotráfico de una manera descomunal, y es entonces cuando se fortalecen los carteles de la droga, conocidos como el Cartel de Medellín o el Cartel de Cali. Junto a eso la guerrilla continúa sus tareas de violencia terrorista. Además surge un fenómeno nuevo, el de los mal llamados paramilitares, que tienen origen precisamente en la existencia de la guerrilla en aquellos lugares o situaciones donde el Estado no tiene presencia suficiente, o quizás incluso está ausente. Es cuando la gente al verse desprotegida, decide recurrir a mecanismos de autodefensa, hacerse justicia por su propia mano. Así es como en algunos sectores del país, fundamentalmente de origen agrario, se crean este tipo de grupos, supuestamente para protegerse del terror de la guerrilla en auge. Sin embargo, estos grupos terminan siendo iguales o peores que las guerrillas en ese entonces al realizar muchas de sus acciones, porque terminaron convirtiéndose en mecanismos de justicia privada igualmente aliados con el narcotráfico, cometiendo masacres, homicidios, secuestros, etcétera, que afectaron institucionalmente al país de manera dramática.

Por lo tanto la década de los 80 se caracterizó porque si bien la economía no fue perdida (como ocurrió en el resto del continente, lo que es una paradoja), en cuanto a lo político y en el orden público y de seguridad, fue una década oscura, cuando con el auge del narcotráfico se fortalecieron los paramilitares y se fortaleció la guerrilla. A diferencia de las guerrillas centroamericanas, la colombiana era una guerrilla que en esa década y a principios de los 90, cuando la Unión Soviética venía decayendo y terminó desmantelándose, y cuando las guerrillas centroamericanas se vieron forzadas a negociar al no contar con más recursos que los provistos por la Unión Soviética, en Colombia por lo contrario la guerrilla se vio fortalecida. Porque ya no dependía de la ayuda de Cuba ni de la URSS, sino que estaba recibiendo ingresos enormes por cuenta del narcotráfico. Hay estudios que estiman que las FARC pudieron recibir entre 1.500 y 3.000 millones anuales sólo por narcotráfico, sin incluir secuestros; unas sumas enormes que le daban una capacidad gigantesca de intimidación, de infiltración, de corrupción, etcétera. Por supuesto además una capacidad militar de grandes magnitudes.

En 1991 el presidente que gana las elecciones, César Gaviria, convoca a una Asamblea Constituyente, que buscaba entre otras cosas hallarle una salida negociada a la actividad de estos grupos guerrilleros y buscar la manera de lograr también acuerdos políticos y fortalecer las instituciones de tal manera que se afectara la actividad del narcotráfico. Por supuesto que la Asamblea tuvo otros objetivos desde el punto de vista institucional, pero quiero centrarme en la política de seguridad y de orden público.

Esa Constituyente tuvo el valor de ser la culminación de un proceso de negociación con el M.19 que mencioné antes, y posibilitó que ese grupo participara en las elecciones para la Constituyente, hecho que desde el punto de vista de la inserción democrática ha tenido un valor enorme: decirle a grupos de personas que venían de estar en armas durante años, que acá tenían una oportunidad democrática de participar. Y participaron, y tuvieron una gran votación , y así sacaron el mayor número de escaños. Eso les permitió liderar la Asamblea Constituyente con los dos partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal, de manera que hubo una presidencia tripartita representada por los líderes de dichos partidos. En esa Comisión estaba un ex guerrillero, hoy en día un político activo, Antonio Navarro Wols, que incluso ha sido ministro, y que lideró la participación política en la Asamblea. Fue un proceso político muy importante, que sentó un antecedente de espacio democrático para los sectores que habían estado marginados durante muchos años, que acudían a las armas en lugar de acudir al valor de las palabras para ejercer la democracia.

Aún así, la capacidad militar operativa de la guerrilla, de los paramilitares y del narcotráfico continuó. Y en el comienzo de los 90 el auge de estos grupos siguió desenfrenadamente. Tuvimos además una situación muy compleja en esos años, en 1994 y en 1998, cuando el mismo presidente de la República elegido en el 94 fue implicado por el supuesto ingreso de dinero del narcotráfico en su campaña electoral, lo cual debilitó al país enormemente en términos institucionales e internacionales.

En 1998 el presidente electo, Andrés Pastrana, del Partido Conservador, inicia un proceso de paz con las FARC, yo diría con la mayor buena voluntad. Estoy convencido de que el gobierno tenía todas las buenas intenciones para avanzar con estos grupos; sin embargo la contraparte no pensaba lo mismo. El gobierno inicia el proceso otorgando una condición quizás poco vista en el mundo, que era la desmilitarización de 40.000 kilómetros cuadrados del país. Es como si el territorio entero de El Salvador o de Suiza retirara toda su fuerza pública; incluso terminaron retirando la justicia prácticamente, porque no podían operar con seguridad, y fue como entregarla a un grupo terrorista o guerrillero como las FARC. De esa manera el gobierno inició un proceso de paz sin condiciones, es decir, se negociaba mientras al mismo tiempo se disparaba, y las FARC llevaban a todos los secuestrados a esa zona y desarrollaban actividades de narcotráfico en esa zona y en muchos otros lugares del país.

La comunidad internacional vio con buenos ojos esa posibilidad y participó activamente. En Colombia tuvimos visitas de grandes líderes del mundo, incluso el presidente de la Bolsa de los Estados Unidos (Wall Street), quien quería hacer algún aporte a la posibilidad de paz en Colombia. Y tristemente ese proceso terminó frustrado, porque el gobierno, al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que el proceso era inviable, porque las FARC seguían cometiendo atrocidades, y se entendió que mientras no hubiera un paro en esa negociación no se llegaría a ningún lado bueno sino todo lo contrario; ellos estaban aprovechando militar y estratégicamente esa oportunidad.

En el año 2002 el país entró en una situación por demás dramática. Eran años en los cuales podían secuestrar más de 3.500 personas por año; cuando la tasa de homicidios podía ser de 68 por cada 100.000 habitantes; años en que había masacres recurrentes y frecuentes en poblaciones; años en los cuales cada uno de quienes vivíamos en Colombia sufríamos por ejemplo el temor de salir en auto de Bogotá, o de Medellín o de Cartagena a otra ciudad, ante el riesgo de ser asaltados o secuestrados en las carreteras por la guerrilla o por los paramilitares. Eran tiempos en los que la sociedad de alguna forma se acomplejó en su psicología colectiva, porque considerábamos que las instituciones estaban derrotadas y que el país no tenía la esperanza de recuperar el monopolio de la fuerza para la seguridad de sus ciudadanos.

Y además, para terminar de agravar el cuadro, en 1999 tuvimos la peor crisis económica del siglo, comparable con la de los 30. En buena parte por el contexto internacional, pero también justamente por el debilitamiento institucional, por los problemas de los mercados emergentes. Y fuera de eso se abrió una crisis bancaria que estuvo a punto de estallar, cuando el gobierno tuvo que inyectar muchos recursos. Eran recursos que se les arrebataban a otros sectores, como por ejemplo a la inversión social, lo que desmejoró en demasía la situación de pobreza y desempleo. En el año 2002 el desempleo estuvo a punto de llegar al 20%, el déficit fiscal estaba cerca del 4,5%; teníamos una economía creciendo al 1,5% en su PBI. Y a la par de eso, instituciones como la Policía y el Ejército totalmente debilitadas.

Hay que reconocer sin embargo que el gobierno de Pastrana, que intentó de buena fe ese proceso de pacificación, inició una tarea también de fortalecimiento de la fuerza pública, sobre todo apoyado por los Estados Unidos a través de lo que se llama el Plan Colombia. Es un plan de cooperación de los Estados Unidos, que surge por iniciativa del gobierno colombiano y con el apoyo del presidente Clinton en ese entonces, con un congreso demócrata.

Cuando llega en 2002 el presidente Uribe, gana con una propuesta de recuperar la seguridad para todo el país, una política que se conoce como “la seguridad democrática”. Pero junto a eso con la idea de que Colombia debería recuperar la senda del crecimiento económico que permitiera hacer inversión social, porque sin ingresos no hay cómo financiar la política social. Desde el primer día el Presidente fue muy activo con esa política, tanto que al día siguiente de su asunción, a las 5 de la mañana estuvo en Valledupar, una ciudad al norte del país, iniciando lo que él llamó las caravanas turísticas, que era un mecanismo para generar protección en las carreteras del país con la fuerza pública, operada con los ciudadanos a través de sistemas de comunicación que garantizaran que la gente pudiera desplazarse de una ciudad a otra. Y eso de inmediato reactivó una especie de dinamismo interno, que se vio reflejado en más turismo interno y en una recuperación rápida, de alguna manera psicológica inicialmente, de la confianza.

Esa política empezó a mostrar resultados también en forma acelerada y permitió que las tasas de criminalidad se redujeran en forma significativa. Es así como el país ha podido pasar a tasas de homicidio de casi la mitad, que siguen siendo altas, pero que permiten ver la tendencia por la que se está transitando y esas tendencias son fundamentales en muchos aspectos, que a continuación voy a ilustrar.

De siete años a esta parte se ha logrado una reducción del 50% en la tasa de homicidios general del país, y del 83% en la de secuestros. Y eso significa que Bogotá, Cartagena, Medellín, Barranquilla, sean ciudades tanto o más pacíficas que muchas de las ciudades del continente. Esa baja de los índices implica que en el país haya hoy anualmente en lugar de 3.500 secuestros, 350 secuestros (sigue siendo un número importante que no tranquiliza a nadie). Pero en nuestras grandes ciudades ha transcurrido por ejemplo un año sin que haya habido un solo secuestro. Y además, las actividades de la guerrilla y de los paramilitares se ven replegadas a zonas muy particulares.

En este orden, por ejemplo en el año 2002 había cerca de 300 alcaldes que no podían trabajar en sus municipios, por amenazas a su seguridad; tenían que despachar desde Bogotá. Hoy casi la totalidad de esos alcaldes están trabajando en sus lugares, gracias a esa protección. En ese mismo año de 2002 unos 170 de los 1068 municipios que tiene el país, no contaban con presencia alguna de la policía o de la fuerza pública, es decir que la gente estaba totalmente expuesta; hoy todos los municipios tienen cobertura policial. Existían zonas al sur del país, por ejemplo Cartagena del Chairá (que no es la propia Cartagena) donde se llegó a un punto en que las FARC controlaban tanto el territorio, que en lugar de haber intercambio comercial con moneda, se lo hacía con coca. Entonces la gente cambiaba víveres, jabón, lo que fuera, por coca. No existían cédulas o identificación del Estado, sino que estaban otorgadas por las FARC. Eso hoy en día se ha revertido, en esa zona en particular, ha vuelto la fuerza pública y en buena medida la institucionalidad.

Pero además de eso, en Colombia cuando en ese año eran cerca de 50.000 los hombres armados que estaban activos como irregulares, a la fecha ha habido una desmovilización muy importante. Ustedes piensen que por ejemplo el IRA de Irlanda del Norte o la ETA de España, en sus momentos cumbre de activismo terrorista no llegaban a 200 ó 300 los activistas en armas, y que aunque multiplicáramos por dos o por tres -que es la tasa por la que se multiplican las redes de estos grupos generalmente- estamos llegando a 1.000 ó 1.500 personas a lo sumo; en Colombia había 50.000 personas en armas. Multipliquen por dos o por tres el número de los que participaban en esas redes, y tienen la dimensión de la guerrilla y los paramilitares aliados con el narcotráfico.

No obstante, en el caso de los paramilitares, vía un proceso de negociación que inició el presidente Uribe, se han desmovilizado 30.000. Y por el lado de las FARC y el LNN (que es otro grupo minoritario) se han desmovilizado 10.000 hombres. En el caso de los paramilitares, fruto de una negociación como dijimos, en el caso de las FARC y el LNN ha habido desmovilizaciones individuales, en virtud de la presión de la fuerza pública y en virtud de los programas del Estado para reintegrar a esas personas. Es decir, hemos logrado desmovilizar cerca de 40.000 hombres. Ustedes me dirán que entonces quedan 10.000 pero yo no me atrevo a dar un número, porque hay una discusión en torno a cuánta gente entra de nuevo a las FARC o a los paramilitares, que creemos que es mínima hoy día. Pero, independientemente de eso, el caso es que sea que queden 10.000 ó 15.000 u 8.000, hay una clara desmovilización. Es entonces un número importantísimo de personas las que han dejado las armas y que han tenido una incidencia inmediata en el ambiente del orden público en esas regiones.

¿Por qué se inició un proceso de paz durante el gobierno de Uribe, con los antecedentes que había tenido el país? Por varias razones. Primero, el Presidente aclaró que iba a combatir con todo el rigor de la ley a los grupos terroristas aliados al narcotráfico. Pero al mismo tiempo expresó que estaba dispuesto a iniciar una negociación sólo si había un cese de hostilidades, es decir si dejaban de realizar actos terroristas. Él nunca pidió que hubiera entrega de armas, ni siquiera que las personas se retiraran previamente del grupo como condición para negociar. En eso siguió el ejemplo de Irlanda del Norte en su trato con el IRA, donde lo que hubo primero fue un acuerdo de cese de hostilidades y luego, fruto de la negociación, se llegó por fin a un acuerdo para entregar armas y para la desmovilización de esas personas. Tal lo que propuso el presidente Uribe y eso fue lo que los grupos paramilitares aceptaron para iniciar una negociación. Y en eso se ha avanzado en Colombia con los paramilitares, con una desmovilización de 40.000 hombres como dije y que permite hoy tener a sus principales cabecillas testificando ante la Justicia. Ha sido necesario que se promulgara en el Congreso una ley, llamada la Ley de Justicia y Paz, muy debatida.

Esto último es un tema casi para una charla completa: ¿Qué debe hacer un país en aras de la paz, y en qué medida debe afectarse o limitarse la justicia? ¿Por qué y en qué medida un país tiene que sacrificar la justicia o parte de ella en pos de la paz? Y ¿qué consecuencias tiene eso? Es una discusión que tienen todos los países del mundo que han sufrido situaciones similares. Lo sufrió Sudáfrica, lo sufre Centroamérica, Guatemala, lo sufre por supuesto Chile, lo sufre Argentina, todos los países tienen la discusión en torno a qué pasa con los crímenes históricos, y si hay reconciliación, hasta dónde debe haber justicia o no.

Ése fue un debate que se dio en Colombia y que permitió finalmente la aprobación de esta ley, que implicó que las personas de esos grupos tuvieran una reducción de penas, siempre que cumplieran tres condiciones: confesaran sus crímenes, entregaran sus bienes ilícitos y repararan a las víctimas. Es decir, la transacción de justicia implica una reducción de penas en el caso de la ley colombiana si y sólo si se cumplen estas condiciones básicas.

Si alguna de estas personas incumple con tales condiciones, vuelve a la justicia ordinaria y por lo tanto recibe las penas de rigor a que haya lugar. El proceso con los paramilitares es un proceso imperfecto, complejo por lo que implica en términos de aplicación de justicia incluso para la investigación de estos crímenes. Porque hay que investigar las acciones de 30.000 personas, donde ha habido masacres, secuestros, homicidios reiterados. Porque además hay que hacer un gran acopio probatorio. Pero no sólo eso, hay que verificar si cumple cada uno con esas condiciones. Y más aún -un reto que tiene el país hacia adelante- ¿qué pasa con las personas que cumplen con esa condena o que en los casos en que no han cometido delitos atroces, que pueden ser indultados en virtud de tratados internacionales, consiguen el indulto pero que a la postre hay que ofrecerles algún programa o un plan de reincorporación a la sociedad?

Supongamos que transitamos por el proceso legal previsto, una vez que esas personas lo cumplen ¿qué va a pasar con ellos? Si una persona del común tiene dificultades para encontrar empleo ¿qué pasará con estas personas, que están acostumbradas a matar, a portar un arma, muchos de ellos vinculados desde niños a la guerrilla? ¿Qué va a hacer la sociedad colombiana y la comunidad internacional para ofrecerles una oportunidad? ¿Cómo deben trabajar los empresarios para decidir ante la posibilidad de dar dos empleos, que uno de ellos se lo dará a un ex guerrillero o a un ex paramilitar? Son temas complejos, muy complejos; Colombia está haciendo el esfuerzo, hay un programa que se llama Programa Presidencial de Reinserción y Desmovilización que apunta a eso, procurando reincorporar a esta gente, capacitarlos, insertarlos en proyectos productivos, etcétera, pero que tiene debilidades de presupuesto, institucionales y otras.

De tal forma que con los paramilitares venimos transitando por una negociación, avanzando en lo que tiene que ver con justicia y paz, y que apunta a la reinserción de esta gente. Pero también hay dificultades adicionales que son: algunas de esas personas están reincidiendo y por lo tanto hay que seguir combatiéndolas, y otras no han desmontado las estructuras paramilitares o mafiosas en las regiones donde todavía tienen redes; por ello hay todavía una tarea pendiente.

En el caso de las FARC se ha intentado de distintas maneras adelantar en la negociación, que se ha visto frustrada. Incluso el presidente Uribe ha mandado señales de estar interesado si y sólo si se cumplen las condiciones de cese de hostilidades, al ofrecer distintos interlocutores que las FARC han rechazado reiteradas veces. En el caso del LNN, que es un grupo guerrillero minoritario, hay conversaciones preliminares avanzando en Cuba, a instancias del gobierno cubano. Aquí somos moderadamente optimistas, es un proceso lento, ya ha habido experimentos anteriores que en definitiva se han visto frustrados también. En este caso estamos progresando muy despacio, no somos particularmente optimistas pero es mejor ensayar a no ensayar.

Lo que se aprecia en este escenario global es un mejoramiento general de las condiciones de seguridad del país, unas mejores condiciones para los ciudadanos colombianos, la movilización interna del país, fruto de la recuperación de la confianza. Y al mismo tiempo ha tenido un impacto directo en otras actividades de la vida nacional, voy a referirme a dos cosas en particular. Lo primero es la recuperación de la confianza, interna y del exterior. Ese complejo que tenía Colombia y los colombianos, y que yo sufrí, al sentir que la democracia colombiana era inviable a pesar de ser fuerte institucionalmente, se empezó a superar porque vimos que era posible recuperar la seguridad, que era posible vivir en paz, transitar por las carreteras y vivir en las ciudades, y era posible que los campesinos volvieran a su tierra, y era posible reducir la actividad del narcotráfico, y era posible desmovilizar a miles.

Y esa confianza que va avanzando implica un cambio fundamental de actitud. Yo vivía fuera hasta el año 99 y quería volver a Colombia, justo en el año de la crisis económica y cuando venía avanzando el proceso anterior de paz que resultó frustrado. Cuando hablaba de volver la gente me decía que estaba loco, hoy en cambio, como hablábamos informalmente antes, es mucha la gente que quiere volver a Colombia. Francisco nos contaba de colombianos que encontró en Estados Unidos hace tres años, que eran optimistas de las oportunidades que se ofrecían en Colombia y querían volver.

Y ha habido también una consecuencia enorme en el ámbito internacional, que se ve reflejada de muchas maneras, en primer lugar en la inversión extranjera. En Colombia hay en la actualidad un crecimiento muy, muy importante de la inversión externa. Desde el año 99 que tuvimos un crecimiento del 1,5% hemos venido creciendo gradualmente el 3, el 4, el 5 y el año pasado crecimos el 7%. Con la ventaja de que es un crecimiento apalancado en la inversión privada, no pública, que es una inversión que genera demanda. Una demanda que traerá más ventas, más comercio, todo lo cual redunda por supuesto en empleo. De tal forma que en los últimos cuatro años ese crecimiento progresivo ha permitido bajar el desempleo en cerca de 7 puntos, bajar la pobreza en cerca de 13 puntos y ha permitido incorporar a la economía formal a unos 11 millones de colombianos, aunque hay todavía serios problemas de informalidad laboral.

Se ha verificado un crecimiento en las exportaciones de entre un 15 y un 25% en los últimos dos años, aún con tasa de cambio revaluada, fruto del ingreso de dólares por causa de la inversión extranjera. Es decir, el precio por el auge de la inversión ha sido en parte una tasa de cambio revaluada que afecta las exportaciones. A pesar de eso las exportaciones han crecido, tanto en volumen neto, como en precios, como en países de exportación final y como en oferta exportadora en el interior de Colombia. Eso hace ver un escenario económico bastante sólido, de hecho en el primer semestre de este año el déficit fiscal cerró en cero, después de haber tenido un déficit cercano al 1,5% el último año, déficit que ha sido de todos modos manejable y corregido, frente al cual quedan todavía algunos ajustes, pero que muestra una economía sana. Y entonces la perspectiva económica es positiva, en la medida en que sigamos creciendo como fruto de esa comentada inversión.

Por ejemplo, en el año 2005 Colombia fue el país en la región que más creció porcentualmente en términos de inversión extranjera directa, con 10.000 millones de dólares, lo que fue un pico histórico muy alto. Y este año tuvimos también un comportamiento sin antecedentes de la inversión extranjera directa, lo cual augura una tendencia sostenible. Así, el mejoramiento de la seguridad, además de traer en lo inmediato una tranquilidad para la población, ha tenido también un “dividendo” económico muy importante.

Por cierto que hay retos fundamentales por delante, en primer lugar el de ser capaces de consolidar una mejor situación en seguridad y orden público. Las FARC todavía siguen siendo un grupo con poder en ciertas regiones del país, especialmente en el sur, en las zonas selváticas. En algunas otras zonas del interior del país actúan con una capacidad más reducida, pero todavía con cierta capacidad. Todavía tienen relaciones muy fuertes con el narcotráfico, todavía tienen un volumen importante de gente, y si bien los hemos replegado de manera activa y no tienen la capacidad de intimidación que tenían, es una tarea a cumplir. En el caso del ELN el reto es avanzar en esas negociaciones.

¿A qué aspira el gobierno con relación a las FARC?: Seguirlas combatiendo hasta llegar a un punto en que se vean obligadas a negociar en serio; ésa es la posición del gobierno dicho de una manera simplista. El gobierno considera que mientras sigan cometiendo actos de terrorismo hay que combatirlos con todo el rigor de la ley, con la fuerza pública, pero que debe llegar un momento en el cual el escenario de ellos sea tan crítico que se vean obligados a negociar, y el gobierno está dispuesto a hacerlo, con toda la generosidad posible, como lo ha hecho en los otros casos.

Y en el campo económico, el reto es consolidar la actual tendencia de crecimiento y seguir promoviendo las inversiones externas. ¿Cuál es el posicionamiento de Colombia hoy en la región, económicamente? Veámoslo primero desde el punto de vista comercial. Desde la década de los 90 Colombia inició lo que se llamó una apertura económica, muy relacionada con lo que estaba pasando en Latinoamérica en ese momento, pero que finalmente se vio realmente consolidada con la firma de importantes tratados internacionales de libre comercio.

Colombia cerró el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y está pendiente la aprobación por parte de los dos Congresos, en particular del norteamericano, que en verdad presenta un panorama complicado, no es un escenario político fácil, más que nada por problemas internos de la política de aquel país. Ustedes recordarán que el Tratado con Centroamérica (CAFTA) fue aprobado apenas por dos votos, donde el gobierno republicano se jugó a fondo, y pese a que era un tratado con repercusiones mínimas para la economía norteamericana, se peleó políticamente en forma muy dura en el Congreso. Y eso hace pensar en las dificultades que enfrentamos hoy nosotros y otros países que están buscando la aprobación en el Congreso norteamericano. Pero ante la eventualidad de un congreso mayoritariamente demócrata, que se opone al gobierno republicano, hay una dificultad interna para la aprobación. Así que no es fácil, somos optimistas pero hay que hacer una tarea fuerte en ese sentido.

En forma paralela hemos firmado tratados de libre comercio con varios países centroamericanos, hemos cerrado un tratado similar con Chile, tenemos la Comunidad Andina activa de la que Venezuela se retiró pero es posible que vuelva. El comercio con Venezuela sigue muy activo, de hecho es nuestro segundo socio comercial, después de los Estados Unidos. Tenemos una relación muy activa también con Ecuador, con Mercosur vía el AC-59, y estamos avanzando en una relación de libre comercio con la Unión Europea, vía la Comunidad Andina; en cuanto a eso Colombia tiene la disposición de buscar oportunidades dondequiera que puedan existir.

La política del gobierno colombiano ha sido, más que fijarse en diferencias ideológicas, buscar qué le beneficia a su gente. Y en cuanto a eso el presidente Uribe ha dicho que Latinoamérica, más que una discusión sobre izquierdas o derechas -discusiones academicistas que poco afectan al común de los ciudadanos si se quiere- por el contrario hay que juzgar a las democracias bajo cinco criterios fundamentales:

1) la seguridad para todos los ciudadanos, sin importar su condición, su credo, su origen político;
2) la independencia de las instituciones;
3) el respeto a las libertades públicas;
4) la cohesión social y
5) la transparencia.

Estas son nuestras cinco condiciones para juzgar a las democracias en Latinoamérica, sin siquiera enredarse en análisis de cuál gobierno es de izquierda o cuál es de derecha.

Y en ese sentido, como les decía, la relación de Colombia es muy activa con los Estados Unidos, pero muy activa también con la región. Estados Unidos ha sido un socio fundamental con el Plan Colombia que mencioné antes, lo es desde el punto de vista comercial, hemos diversificado además la agenda en muchos aspectos, pero no quiere decir que Colombia esté alineada con los Estados Unidos ideológicamente. De hecho tenemos un activismo y una relación comercial muy estrecha con Venezuela, hay una relación política constante y lo mismo sucede con otros países de la región. Quisiéramos ahora tener una relación mucho más estrecha y activa con otros países con los cuales no la tenemos, entre ellos la Argentina.

El intercambio comercial con la Argentina es mínimo comparado con el potencial que tienen los dos países. El año pasado cerramos con 600 millones de dólares de intercambio total, de los cuales 550 millones fueron exportaciones argentinas a Colombia, es decir que hay una balanza muy deficitaria para Colombia. Para dos países que están creciendo, Argentina al 9% y Colombia al 7% anual, 600 millones de dólares no es nada. Para dos países que tienen una capacidad exportadora enorme no es nada, bueno, para eso me pagan a mí y estoy haciendo lo posible por que crezcan esos montos.

Básicamente la situación internacional de Colombia es una situación que busca alianzas con las democracias que cumplen esos requisitos comentados, una relación cercana y de cooperación con los Estados Unidos, pero muy cercana y de cooperación también con los países de la región. La apuesta es recuperar del todo la seguridad, eliminar el narcotráfico y seguir creciendo a tasas que signifiquen ingresos para el país, que le permitan financiar la política social que necesitamos llevar adelante, gracias.

Dr. Francisco Barbarán

Ahora se abre el espacio para las preguntas, así que pueden hacerlas.

Pregunta referida a “liberación de guerrilleros”

-Embajador Bermúdez Merizalde:
El acuerdo humanitario, es decir, la posibilidad de liberar a guerrilleros presos a cambio de civiles secuestrados por la guerrilla es un tema bien complejo, y quisiera hacer un paréntesis para explicar un poquito esa complejidad.

Ante todo no podemos olvidar que estamos hablando de dos cosas ontológicamente no comparables, porque una cosa es un guerrillero capturado en combate cuando realizaba una acción terrorista, y otra cosa muy distinta es una persona como tú o como yo, que siendo civiles del común somos secuestrados por la guerrilla. Son dos status radicalmente distintos, tanto en el derecho internacional humanitario, como desde el punto de vista ontológico y también desde el sentido común.

Dicho eso, hay que reconocer que existe un problema muy difícil de resolver, que es un Estado con la incapacidad de garantizar la seguridad de las personas; no la tuvo en el momento en que fueron secuestradas. Un Estado con la incapacidad en muchos casos de recuperar a esas personas, por la dificultad y riesgo que implica intentar un rescate. Y por último la imposibilidad para el Estado de someter a la guerrilla. Frente a esas dificultades hay que buscar soluciones políticas.

Cuando el presidente Uribe inició su gobierno, venían dándose ya conversaciones preliminares frente a un acuerdo humanitario, y él aprobó que continuaran. Y desde el principio del gobierno él autorizó a que hubiera contactos de distinta naturaleza: de ex presidentes, de la Iglesia, de países extranjeros, etcétera. Entonces puso varias condiciones, algunas de las cuales han variado. Por ejemplo él dijo que estaba dispuesto a hablar de intercambio humanitario siempre y cuando se iniciara un proceso de paz. Posteriormente él cambió de opinión y dijo entender que un proceso de paz tiene una magnitud muy distinta a la posibilidad de lograr la liberación de esas personas, y por lo tanto habló de separar las dos cosas. Pero sin embargo mantiene hasta hoy dos condiciones mínimas, que él llama “los inamovibles”.

La primera es que los guerrilleros eventualmente liberados de la cárcel, no puedan volver a delinquir en la guerrilla. Porque si permitiéramos que volvieran a la guerrilla estaríamos alimentando una espiral interminable de secuestros, que es en definitiva lo que siempre se debate cuando un Estado otorga una amnistía, sea tributaria o sea penal, ya que entonces la gente que se ha portado mal tiene incentivo para seguir portándose mal, y en este caso para seguir secuestrando. Uribe ha ofrecido alternativas, como por ejemplo que se reinserten en los programas que ofrece el gobierno, o incluso que vayan a un país extranjero. Francia en su momento propuso recibir a los guerrilleros que quisieran acogerse a ese plan.

La otra condición es que ningún acuerdo puede implicar una zona desmilitarizada, zona de despeje, cosa que el país ya tuvo una experiencia anterior muy negativa. Porque el presidente Uribe consideró que es una rendición de la soberanía, y que además expone a la población de la zona al terror de las FARC o del grupo que en su momento se encuentre en ese lugar.

Por fuera de esas condiciones, el presidente Uribe también ha contemplado muchas alternativas, una de ellas fue la que aceptó de inmediato gracias a una propuesta de Francia, Suiza y España, que decía que en el sudoeste del país, cerca de Cali, en dos municipios pequeños, en un territorio de 180 kilómetros cuadrados no habría presencia guerrillera y tampoco del ejército, bajo veeduría internacional. El Presidente lo aceptó porque habría retiro de la fuerza pública pero también de la guerrilla, por lo tanto, con supervisión internacional no se dejaba desprotegida a la gente de esa zona. Lo aceptó públicamente, las FARC nunca lo aceptaron.

Como ésa ha habido una cantidad de propuestas más. En el camino surgió la posibilidad de que Piedad Córdoba, que es miembro del Partido Liberal oficialista, pero es una activista opositora al gobierno, reconocida, fuese mediadora de esa negociación. El Presidente la aceptó y la designó como persona autorizada por el gobierno para hacer dichos acuerdos. Se puso en contacto con el presidente Chávez, buscando la forma de servir como mediadores, y el presidente Uribe también lo aceptó. El gobierno de Colombia está expectante al avance que pueda tener esa facilitación del presidente Chávez, aunque también ha sido muy claro en explicarles a Chávez y a la comunidad internacional que había que respetar aquellas dos condiciones mínimas. Para concretarlo hay distintas opciones, una es que haya algún encuentro en país extranjero, pudiera ser Venezuela, y si esa reunión tiene lugar se concertará qué posibilidad hay de darles a esas personas lo que se llama un salvoconducto. En Colombia se ha hecho en el pasado con otros grupos, en el caso de LNN se ha permitido que sus líderes salgan de la cárcel para tener reuniones con líderes del gobierno, para explorar eventuales negociaciones.

De manera que desde el punto de vista jurídico-político el gobierno, dadas las otras condiciones, no tendría ningún problema. Es un tema que se está estudiando en este momento.

Pregunta referida al Tratado de Libre Comercio

-Embajador Bermúdez Merizalde:
Con respecto al Tratado de Libre Comercio, vale la pena recalcar algo que mencioné en forma breve. Debemos tomar en cuenta que el Congreso norteamericano hoy es demócrata mayoritariamente y que el presidente Bush está políticamente desgastado. Perdió mucho apoyo político interno y externo, y pronto hay elecciones. Eso hace que la situación política interna en los Estados Unidos sea compleja en términos de quién apoya y quién no apoya las iniciativas del Presidente. Como es un tratado que además se ha negociado durante la administración Bush, está claro que los demócratas buscaron no sólo en este tratado con Colombia, sino también en otros tratados, una forma de atacar a su gobierno.

En el caso de algunos congresistas demócratas, el argumento que han utilizado es que en Colombia se violan los derechos humanos, que en Colombia hay un problema de paramilitarismo y que por lo tanto hasta que no se solucionen no debería otorgársele la posibilidad de cerrar un tratado de libre comercio. Desde nuestro punto de vista es el peor argumento que puedan utilizar, por varias razones. Primero porque no hay en la historia reciente de los Estados Unidos ningún país que, aliado a ellos, haya logrado tantos resultados en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Colombia es quizás el país estrella para los Estados Unidos en términos de resultados en esa lucha, a un precio gigantesco para Colombia. Precio en vidas de la gente, en líderes luchadores contra el narcotráfico y contra el terrorismo, asesinados (sindicalistas, periodistas, jueces, políticos).

Pero además de que Colombia ha hecho la tarea, por decirlo así, cabe preguntarse que si entonces no ratifican el tratado de libre comercio ¿Colombia va a mejorar en lo que ellos pretenden? Todo lo contrario, si a Colombia le cierran la posibilidad de ampliar sus mercados para que la economía legítima prospere, le están abriendo las puertas al narcotráfico. En la medida en que uno no pueda sembrar banano, siembra coca. En la medida en que no pueda desarrollar una microempresa, la persona se vuelve una “mula” para transportar droga a los Estados Unidos.

Y fuera de eso, yo creo que Colombia es un país que ha demostrado su seriedad institucional, un punto éste que lamento no haber tocado con más detalle, de cómo históricamente Colombia ha demostrado su fortaleza institucional. Sería una lástima que los Estados Unidos le diera la espalda a Colombia, porque tendría consecuencias muy negativas para Colombia y para la región.

Colombia considera que la Comunidad Sudamericana es un paso importante, pero que se tiene que dar dentro de lo que viene haciéndose, es decir no puede constituirse en un mecanismo paralelo a lo que se viene gestionando entre el Mercosur y la CAN, no puede constituirse en una manera de bloquear lo que se está haciendo. Tiene que ser casi un punto de llegada, de consolidación del trabajo que se desarrolla entre CAN y Mercosur, que por lo demás todavía necesitan fortalecerse mucho.

Pregunta acerca del “paramilitarismo”

-Embajador Bermúdez Merizalde:
Camilo, ése es un gran tema sobre el que quisiera hacer varias precisiones. Colombia empezó a sufrir el paramilitarismo en serio por decirlo así en los 80, además aliado con el narcotráfico como mencioné. Y la expansión del paramilitarismo se desarrolló en la década del 90 de una manera abrumadora en muchas regiones del país. Y sucesivos gobiernos hicieron la vista gorda, y no lo combatieron como el Estado está obligado a hacerlo, por distintas razones cuya explicación daría para un análisis aparte.

El gobierno del presidente Uribe desde su principio fijó una política de combatir a todos por igual, e inició un proceso de negociación con ellos porque se dieron las condiciones mínimas requeridas. Entonces el Congreso hace un debate en torno a la posibilidad de crear un marco legal para esa negociación, que fue muy discutido. Habiéndose aprobado la Ley, el gobierno define el marco en el cual se debe resolver el problema paramilitar. Es decir, un país a instancias de su gobierno y de su congreso decide entrar en una negociación con los grupos irregulares, y las condiciones de esa negociación son como dijimos que esta gente se someta a la justicia, que cumpla con unas condiciones mínimas y que sólo así reciba los beneficios. Pero que si no cumplía con esas condiciones perdería todos los beneficios.

¿Qué está pasando? A grandes rasgos está pasando lo que es una consecuencia natural de haber iniciado ese proceso. Me explico: un país que decide iniciar una negociación en la cual pide que haya una buena dosis de verdad para que haya una buena dosis de justicia, cuando surge la verdad no se puede escandalizar. Es lógico que nos escandalicemos, pero eso es lo que esperábamos que ocurriera. Para ilustrar el punto: si yo le digo a mi mujer que quiero saber todo lo que ha hecho, que me lo cuente, puedo escandalizarme pero me lo tengo que aguantar. De otro modo no se lo digo, y miro para otro lado. Colombia está transitando por ese momento, el país a instancias de su gobierno y del Congreso decide querer que haya verdad para que haya una justicia mínima, que es lo que define esta Ley.

Y está pasando eso porque hay investigaciones, porque se encuentra información, porque la gente confiesa, porque hay delaciones, se está sabiendo quiénes estaban y están con estos grupos paramilitares. Y muchas de esas identificaciones salpican, como mencionó Camilo, a personas que forman parte del Congreso, a periodistas, a personas que han sido parte de los gobiernos, etcétera. Eso por supuesto causa un temor razonable, legítimo, como el temor que me causaría a mí que mi mujer me contara cosas que yo le he pedido que me cuente.

Es un tema serio, preocupante por supuesto, pero desde mi punto de vista no refleja una debilidad institucional, sino todo lo contrario. Porque lo grave sería, primero, que el país no hiciera nada como ocurrió por mucho tiempo. Pero sería también grave que una vez iniciado ese proceso no se supiera nada, que esta gente no confesara, o que los órganos investigadores no actuaran, o que los congresistas o los funcionarios del gobierno vinculados no fueran llevados a la cárcel, o que los medios implicados no fueran investigados; eso sería grave. Lo que demuestra la fortaleza institucional es que la Justicia pueda estar operando y que, así cueste, haya un número importante de congresistas investigados. El reto está en que se establezcan realmente los grados de responsabilidades.

Y en el camino va a haber muchas dificultades, primero lograr que haya plenitud de justicia, porque cuando hay una dimensión tan grande de información, de casos, la capacidad institucional es realmente limitada. Yo quisiera ver a un país como Inglaterra con la demanda de justicia que tiene Colombia. Yo quisiera ver a un país como Francia juzgando a 40.000 personas de una sola vez y definiendo cuántos crímenes atroces han cometido. Quisiera ver cuántos recursos demanda un país para que eso se pueda realizar. Por lo tanto al andar, la Justicia también podrá ser deficiente en ocasiones, y muy probablemente muchos harán delaciones o involucrarán a gente que no tiene nada que ver, por buscar algún tipo de exoneración. Por supuesto que será un proceso imperfecto, pero es una apuesta que estamos haciendo. El gobierno se ha comprometido a apoyar a la justicia, por ejemplo la canciller anterior, una funcionaria brillante, joven, con una trayectoria muy importante, que había sido ministra de Cultura, ella personalmente jamás estuvo vinculada con nadie, pero sus familiares están investigados, y ella decidió renunciar. Respeto institucional es renunciar para que la investigación siga; debilidad institucional hubiera sido seguir en el cargo e intentar de alguna forma comprometer la dignidad.

Quizás la última acotación que le haría es, cuando usted dice que está volviendo el auge del paramilitarismo yo le digo que al contrario, que estamos desmontándolo, que lo estamos conteniendo y que están saliendo a la luz cosas que mucha gente ya sabía, y que quizás otra gente se hizo la que no sabía, y que estamos viendo ya nombres concretos comprometidos, para llegar al final.

Pregunta: ¿Cuál es el consenso político que tiene en Colombia todo este plan del gobierno?, visto que el presidente Uribe forma parte de una coalición disidente de los grandes partidos. ¿Cuál es la postura del resto de las fuerzas políticas? Cuando termine el período de Uribe ¿continuará este proceso de pacificación?

-Embajador Bermúdez Merizalde:
Es una pregunta muy difícil, porque implica hacer una especie de cábala, pero efectivamente es la pregunta que se hace mucha gente en Colombia. Intentaré esbozar una respuesta.

En efecto Uribe llega a la presidencia por fuera del Partido Liberal que era su partido, el partido mayoritario; llega con una coalición que aglutina a algunos del liberalismo, a sectores del Partido Conservador y a sectores independientes. Una coalición bastante débil, que finalmente no se concretó en ningún partido nuevo pero que implicó, con la reelección, un debilitamiento de los partidos Liberal y Conservador, y al mismo tiempo un fortalecimiento de la izquierda democrática. Tanto es así que la izquierda obtuvo por primera vez en la historia el segundo lugar en la votación, aún por encima del Partido Liberal. De tal forma que en este momento el escenario es un presidente apoyado por una coalición, un partido de izquierda como el Polo Democrático con una opción importante, un Partido Liberal bastante fragmentado y el Partido Conservador todavía más marginal, quizás más sólido en términos de cuadros pero desde el punto de vista político más debilitado.

Eso implica que el espectro de partidos en adelante todavía está por verse, y por lo tanto no sé qué pasará en términos de la política del presidente Uribe. Yo me atrevo a aventurar una hipótesis que es totalmente personal, y aquí meto la cuña en la fortaleza institucional que me faltó hacer resaltar. Colombia es un país que, tanto en su manejo político como económico, ha tenido una especie de consenso fundamental que le ha permitido, a pesar del narcotráfico y del terrorismo, preservar el sistema democrático durante siglos y como lo hicimos el siglo pasado pese a la experiencia de Latinoamérica, y al mismo tiempo tener un desempeño económico muy satisfactorio. Si tomamos las tasas del siglo pasado, tuvimos un crecimiento promedio de 4,5%, nunca tuvimos hiperinflación, nunca tuvimos un default en la deuda externa, tenemos la tasa de cambio más estable de Latinoamérica junto con Chile; signos fundamentales muy fuertes.

Y por esa razón creo que cuando lleguen las elecciones de 2010, las opciones que pueda haber no van a implicar un cambio significativo dentro de la institucionalidad que tiene el país hoy. Aún en el supuesto de que llegara a la presidencia un candidato del Polo Democrático, creo yo que el país ya probó el sabor de poder recuperar la seguridad. Y veo poco probable que aún un candidato de la izquierda vaya a hacer campaña en contra de lo que el país ya ganó. Puede que critique algunos de los mecanismos utilizados, pero veo bastante difícil que pudieran intentar echar para atrás lo ganado. Claro, el riesgo siempre está, y la política es como las vacas, que engordarlas lleva seis meses, pero si no se les deja agua al otro día están flacas; en un día pueden pasar muchas cosas.

Pero yo creo que en Colombia, tanto la izquierda como la derecha o la política en general, se mueven en unos parámetros que configuran un panorama de estabilidad, y en eso soy bastante optimista aunque, repito, riesgos siempre hay. Creo que el énfasis estará en una u otra cosa, si más política social o más seguridad; si más lucha contra la corrupción o más descentralización; si más presencia de inversión extranjera o más participación del Estado vía subsidios, etcétera.

-Dr. Del Carril: Yo quería hacerle dos preguntas para terminar, de raíz histórica. Primero me gustaría saber cuál es la diferencia entre los tres movimientos guerrilleros que nos mencionó. Y en segundo lugar, si esta política de desmilitarización puede prosperar mientras el narcotráfico siga financiando estos movimientos.

-Embajador Bermúdez Merizalde:
Empiezo por la segunda diciéndole que usted tiene toda la razón, que no hay forma de acabar con estos grupos mientras el narcotráfico siga siendo el combustible que ha alimentado al terrorismo en Colombia; sin ello estos grupos no existirían ya. Esa es una discusión contrafactual, y creo que la manera de erradicar el terrorismo en Colombia es eliminar el narcotráfico; tanto es así que en Colombia hablamos de narco-terrorismo. Y la lucha consiste, al mismo tiempo de contener a estos grupos, contener la expansión de los cultivos de coca y capturar a los activos ilícitos de estas personas. En eso hemos tenido importantes avances, que podré explicar en otra ocasión.

En cuanto a la diferencia entre FARC, M.19 y LNN, digamos que las FARC son una guerrilla de origen fundamentalmente campesino, es triste que su principal líder sea un campesino llamado Filo Fijo, quien está vivo hoy con más de 70 años. Digo tristemente porque para mí es lamentable que el Estado no haya sido capaz de capturarlo durante sus más de 50 años de combatir en el monte. Es una guerrilla que a pesar de su origen siguió avanzando en tomar zonas urbanas y se fue fortaleciendo vía narcotráfico, con una capacidad logística muy extendida que en su mayor auge logró copar el 50% de las zonas del país. Son de tinte ideológico comunista, marxista-leninista; varios de sus cuadros están formados en esas escuelas.

Por el contrario, el LNN fue fundado por un ex cura español, cercano a la línea maoísta. Además, a diferencia de las FARC fue un grupo que muy rápidamente se ubicó en las zonas donde hay recursos petroleros, porque buscaban sobre todo combatir la posibilidad de las petroleras para trabajar en Colombia, y buena parte de sus operaciones consistían en extorsionar a estas empresas, cobrarles “peaje” para operar, secuestrar a sus funcionarios y más. Hoy están muy disminuidos, cuentan con unos 1.500 hombres, y como mencioné están negociando.

El M.19 fue un grupo surgido en ocasión de las elecciones de 1970, mucho más urbano, que pretendía realizar acciones más simbólicas, por ejemplo robaron la espada de Simón Bolívar en la Quinta de Bolívar, o sacaron por debajo de la tierra mediante un túnel un stock de armas de un cantón militar; le sacaron al Ejército por bajo tierra un equipamiento muy importante, hecho que tuvo un simbolismo enorme. Y después, quizás lo más trágico, tomaron el Palacio de Justicia en 1985, donde asesinaron a los magistrados.

Los tres son grupos ideológicamente cercanos, aunque distintos en su formación y quizás en distribución regional y militar. El M.19 ya no existe más, porque se incorporó totalmente con la negociación de los años 90. El LNN y las FARC tienen bastante relación y los primeros se cuidan mucho de negociar con el gobierno, por temor de represalias de las FARC.

Palabras de cierre del Dr. Del Carril

Quiero agradecer al señor Embajador esta ilustrada charla que nos ha brindado, de este país tan interesante, que tanto admiramos y queremos como es Colombia. Creo que ha sido para todos un placer tenerlo aquí, y le agradecemos esta conferencia.
La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires