Ciclo de Conferencias de Embajadores: Proaño Arandi

Conferencias de Embajadores: Invitado el Excmo. Sr. Embajador Francisco Proaño Arandi

El 9 de agosto tuvo lugar el “Ciclo de conferencias de Embajadores: La diplomacia al servicio de la integración.”. El Ciclo es organizado por la Comisión de Jóvenes del Colegio y en la oportunidad fue invitado el Excmo. Sr. Embajador de la República del Ecuador Sr. Francisco Proaño Arandi quien disertó sobre el tema “Política exterior del Ecuador”.


Palabras de apertura del Dr. Francisco Barbarán

Bienvenidos al Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Soy Francisco Barbarán y presido la Comisión de Jóvenes. Desde la Comisión decidimos organizar un ciclo cultural enfocado a las relaciones internacionales, un tema sobre el que veníamos reflexionando. En este ciclo quisimos obtener la información del mundo, de primera mano, de los embajadores de los distintos países en la Argentina. En la primera conferencia expuso un embajador argentino y nos hizo un resumen del mundo desde una mirada argentina, y hoy, nuestro invitado es el Embajador de Ecuador, el Dr. Proaño Arandi, de vasta carrera. Su currículum es casi una muestra de historia, porque estuvo en la Unión Soviética, en Yugoslavia, en Cuba, en varios otros países. Por eso es un placer que esté con nosotros hoy. Le agradecemos mucho su visita.

Exposición del Dr. Proaño Arandi

Muchas gracias. Señor Embajador de El Salvador; señora Presidenta del Instituto Cultural Ecuatoriano-Argentino y de la Sociedad Bolivariana en la Argentina Dra. Menotti, señores directivos del Grupo de Jóvenes del Colegio de Abogados y todos ustedes, muchísimas gracias por su asistencia esta noche a esta charla, que desearía sea eso, una charla más que una conferencia, en relación con uno de los temas fundamentales de la política internacional actual: la integración.

Quisiera ante todo hablarles de las dificultades que se encuentran cuando el tema al que se ve abocado es “Política exterior del Ecuador”, un tema en realidad sumamente amplio. Cada uno de los subtemas podría dar lugar a un debate, a una conferencia específica, y más todavía -aunque parezca paradójico- tratándose de un país de renta media, de menor desarrollo económico relativo, como es Ecuador, y que justamente se ve más necesitado de atender con especial rigor la política exterior. Porque dependemos mucho de los factores que vienen del sector externo y que inciden en su desarrollo, por la correlación que existe entre política exterior y desarrollo del país, y porque al fin y al cabo estamos en un mundo cada vez más interdependiente, y ya no podemos negar los efectos positivos o negativos de la globalización.

Antes que nada haré una pequeña revisión histórica de lo que es la política exterior del Ecuador, para mejor saber de qué estamos hablando y cuál es el objeto de esta charla. En primer lugar los ecuatorianos reconocemos que el nombre Ecuador es un poco arbitrario: en realidad el país recibió su nombre por una casualidad histórica. A mediados del siglo XVIII, Ecuador, que entonces se llamaba Real Audiencia de Quito fue visitado por una misión de académicos franceses, de la Academia de Ciencias de París, presididos por el sabio Carlos María de la Condamine, con la misión específica de medir un arco del meridiano terrestre, para finalmente conocer la forma exacta de la Tierra. Esta expedición duró diez años, entre 1735 y 1745 y tuvo consecuencias enormes en la ciencia de la época, en la geografía, en la astronomía, en las ciencias naturales; pero también tuvo incidencia en el propio territorio ecuatoriano, ya que la sola presencia de los académicos franceses influyó mucho en los jóvenes intelectuales de la segunda mitad del siglo XVIII, que se hallaban inmersos en una realidad colonial sumamente centrada en lo religioso, en lo teológico, y les abrió miras de que había otras ideas en el mundo de ese momento. De modo que también tuvo una influencia política determinante.

Por el hecho de haber ido a hacer estas mediciones científicas sobre la línea equinoccial, es decir sobre la línea imaginaria llamada ecuador, se comenzó a hablar de “las tierras del ecuador”. Tanto fue así que en 1830, cuando el llamado Departamento del Sur de la Gran Colombia se desmiembra, los Padres de la Patria que hicieron la Constitución de 1830, decidieron llamar Ecuador al nuevo país. En realidad, yo creería que debió llamarse Quito, porque Quito fue un núcleo civilizatorio un poco mítico y bastante real, algo así como el centro de formaciones civilizatorias que se fueron configurando en el territorio ecuatoriano a lo largo de miles de años. Tenemos, por ejemplo, la Cultura Valdivia, en la tierra costera ecuatoriana, una civilización espléndida de hace 5.000 años. Luego, hubo otras formaciones culturales como Chorrera, La Tolita, Machalilla. Y a la luz de estas civilizaciones fue tomando fuerza la idea de un Reino de Quito, tanto que cuando el incario se extendió hacia lo que es ahora la frontera con Colombia, Quito llegó a ser la segunda capital del Imperio Inca. Y cuando Huayna Cápac, el penúltimo Inca dividió el territorio, dejó como herencia a su hijo predilecto Atahualpa, que era un príncipe quiteño, lo que era el norte de Tahuantinsuyu con capital en Quito, y a Huáscar le dejó el resto del imperio, con capital en el Cuzco, que trajo poco después la guerra civil sangrienta entre los dos príncipes, con el triunfo de Atahualpa, ya en vísperas de la conquista española.

Refiero todo esto porque se puede admitir que para la República de Ecuador su nombre sea una casualidad, pero no es casual el estado-nación que intuyeron algunos intelectuales lúcidos en el siglo XVIII, como por ejemplo Juan de Velasco, que escribió en su exilio italiano una obra magna, la Historia del Reino de Quito. Corresponde a una formación histórica que fue configurándose en el tiempo, y que por lo tanto tenía derecho y apetencia a su soberanía, a su independencia, para ser un estado propio cuando ocurrió la emancipación de España, en un momento primigenio el 10 de agosto de 1809; casualmente mañana conmemoramos los 198 años del pronunciamiento revolucionario de los patriotas quiteños. En ese pronunciamiento se aprobó una primera Constitución y se estableció el Estado de Quito, que duró tres años, ya que fueron reprimidos sangrientamente por los virreinatos de Lima y Santa Fe, todavía en manos españolas; tres años después se consolidó, con la batalla de Pichincha, en una acción conjunta de ejércitos y de hombres de toda América. Por un lado, el Libertador San Martín envió 1.600 hombres al mando del coronel Santa Cruz y, por su parte, Bolívar envió tropas al mando del futuro mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Esa batalla de Pichincha refrendó nuestra independencia, pasamos a ser parte de la Gran Colombia, una participación que sólo duró ocho años. En 1830 ese sueño grancolombiano de Bolívar, por las apetencias de los caciques o dirigentes nacionales de cada parte, de la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, se dividió.

Así es, a grandes rasgos, cómo aparece en el tiempo la República del Ecuador; por eso me he referido a su nombre y a la formación histórica configurada a lo largo, ya no de siglos sino de milenios. Es interesante notar que en esta primera Constitución de 1810, los patriotas de Quito le dieron un carácter no sólo nacional, sino también integracionista, podría decirse, porque en esa Constitución disponen que Quito se relacionaría y coadyuvaría a la autonomía e independencia de los otros pueblos de la América hispana. De manera que en época muy temprana había ya un sentimiento integrador, sentimiento que se ha mantenido a lo largo del tiempo y que ahora es uno de los temas o tareas fundamentales en la América contemporánea.

Por otro lado, es importante que como parte de la Gran Colombia, nuestra República, nacida en 1830, hereda parte de su política internacional, una política signada también por Bolívar, y por tanto por los sueños bolivarianos de unidad, de lograr alguna vez una gran patria latinoamericana, o por lo menos un Estatuto de asociación integral entre los pueblos que llamamos latinoamericanos.

Ya que estamos tratando sobre la política exterior de mi país, creo que sería útil dar siquiera datos significativos de cómo fue evolucionando desde una perspectiva ecuatoriana esta política exterior y su visión sobre la realidad cambiante del continente, porque Ecuador es bastante semejante a otros países de América latina en su accionar, en su avatar, en sus tormentas políticas, en sus diferentes épocas históricas.

Es importante señalar que en general la política exterior del estado ecuatoriano ha tenido a lo largo de los años coherencia, ha ido afirmándose en una suerte de accionar internacional que es reconocible, que es peculiar, que lo configura, aunque también con retrocesos, con quiebras y problemas. La historia no sería historia si no tuviera toda esa serie de alternativas, pero en Ecuador, sobre todo, se dan dos elementos fundamentales: primero, que la política exterior ha sido fundamental, importante, para la estabilidad en el tiempo de un país de menor desarrollo, como ha sido el nuestro, y por lo tanto ha habido necesidad, a veces con frustraciones, hasta con ingenuidades, de estar apegado siempre a los principios rectores del derecho internacional; con una política apegada a la justicia, que busca siempre el equilibrio y el respeto mutuo entre los pueblos. Ésa ha sido una tónica que nuestro país ha mantenido, con ciertos quiebres que vamos a señalar. El segundo factor, presente por muchos años, es el problema territorial con el Perú. Durará como problema hasta 1998 y, determinará toda la política internacional ecuatoriana durante su vida republicana. Por eso es que hace pocos años, cuando se firma la paz definitiva, hay un punto de inflexión en el accionar internacional del Ecuador, y nos permite liberarnos de ese factor condicionante de nuestra política, para volvernos, de manera caudalosa si se quiere, a romper los retos, los desafíos del mundo contemporáneo globalizado, que nos alcanzan a todos.

Ha sido importante para mí dar estas dos características porque en la pequeña revisión histórica que vamos a hacer, nos daremos cuenta de que esos dos factores han tenido trascendencia y han marcado nuestra política internacional.

Tenemos una primera época -1830 a 1845- en la que nace la República del Ecuador. Su primer presidente no es ecuatoriano, es el venezolano general Juan José Flores, actor en las guerras de la independencia. Los historiadores han llamado a esa época la del militarismo extranjero o floreano, porque Flores es la gran figura junto con Rocafuerte, que lleva adelante los destinos del país, pequeño y recién nacido.

Y, lógicamente entonces, hay dos problemas fundamentales que debe afrontar la política internacional del Ecuador: uno es -como para los demás pueblos de América latina recién entrados a la independencia- la necesidad de ser reconocidos políticamente por la comunidad internacional, y es esa necesidad lo que marcaría en aquellos primeros años la política exterior ecuatoriana. El otro problema es la inserción en la economía y en la política mundial. Porque sin duda alguna, en la época colonial, la metrópoli era la que determinaba el modo de producción específico de cada región; en el caso de Quito su producción fundamental era los textiles, con los que abastecía a Potosí, al Virreinato de Lima y al interior del país. Pero cuando se independiza, comienzan a tener más importancia los sectores exportadores de la costa ecuatoriana, en ese momento la cascarilla, posteriormente el cacao; comienza a formarse una nueva clase social que es la burguesía exportadora costeña, que entra en contradicción con la clase terrateniente del interior del país, la cual fundamentaba su poder en la propiedad de la tierra y en la industria textil. Eso marcará la historia del siglo XIX entre burguesía exportadora y feudalismo, entre liberalismo y conservadorismo, entre costa y sierra, dadas las características geográficas del Ecuador.

Esta nueva configuración, esta modificación de las relaciones de producción, hizo que fuera necesaria -como también ocurrió en otros países- la búsqueda de inserción en el sistema internacional de entonces. Y vemos cómo en esos primeros años se sucede una serie de Legaciones (en esa época no se hablaba de Embajadas) y de Convenios, esos Tratados de Amistad para el comercio y la navegación, mediante los cuales países como el Ecuador se aseguraban, por un lado el reconocimiento de su realidad política y, por otro lado, el ingreso al sistema económico mundial. Se firma ya en 1832 el Tratado Novoa-Pando con el Perú, que de paso es un primer intento de establecer una suerte de comercio intra-regional, porque en ese convenio, los dos países se reconocen ventajas comerciales, para que los productos de uno y otro tengan el mismo trato, un arancel igual, etcétera. Es decir que muy tempranamente con el Perú, con quien luego tendríamos tantos conflictos, hubo acercamiento, amistad e intenciones de que algo tan inédito como una especie de zona de libre comercio, funcionara.

Con Colombia en cambio, país con el cual las relaciones han sido muy buenas a lo largo del tiempo, en los primeros años hubo dificultades, porque la Real Audiencia de Quito abarcaba, de acuerdo con la Cédula de 1563 creada por el monarca español, los territorios que van hasta Popayán, en la actual Colombia, y luego decía, “los territorios que se descubran por el lado del Amazonas”. Eso fue en el devenir del tiempo motivo de conflictos con el Perú por un lado y también con Colombia, porque en 1831 Popayán decide anexarse al Ecuador, es decir a lo que consideraban su ámbito natural desde la Colonia. En consecuencia, ocasionó la reacción del Estado de Nueva Granada, la Colombia incipiente, y se produjo una guerra que terminó con el Tratado de Paz de 1831, por el cual los territorios de Popayán, Cali y Pasto pasan a ser jurisdicción de Colombia, de acuerdo con la división territorial de la Gran Colombia de 1834. O sea, paradójicamente nuestras relaciones con Perú que luego fueron tan conflictivas, comenzaron siendo armoniosas, y con Colombia fueron difíciles al principio y llegaron a ser muy buenas después a lo largo del tiempo.

Luego tenemos una sucesión de tratados y de reconocimientos políticos: en 1838 con Venezuela; en 1836, superados los problemas que habíamos señalado, con Colombia; en 1837 con Chile; en 1838 con México; en 1840 con Bolivia; en 1839 con Estados Unidos; en 1841 con la República Argentina; luego también con Francia e Inglaterra y con la misma España.

Después viene un período de asentamiento de la nacionalidad de 1845 a 1860. Termina esa época convulsa del militarismo floreano. Surge ya como elemento determinante el problema territorial con el Perú, comienzan los incidentes y reclamos, comienzan las amenazas de confrontaciones bélicas. Otro problema en este período es la deuda inglesa, un antecedente de la deuda externa actual, que era la deuda que Inglaterra cobraba a los países a los que había apoyado en la independencia. Y también se daban algunos problemas como la amenaza por parte de España de una reconquista de los territorios que habían sido colonias suyas.

En el caso ecuatoriano sucede que Juan José Flores es derrotado en 1845, parte a Europa, y como era un hombre de una ambición y de una audacia sin límites, no se le ocurre otra cosa que, para recobrar sus haciendas que estaban en el Ecuador y que le habían sido confiscadas, hablar con el gobierno de España para pedir una flota con la cual reconquistar América. Y efectivamente, no en España, sino en Francia y en Inglaterra, encuentra algunos gobernantes proclives a financiarle esa expedición. Esto hace que el Ecuador se lance a una política de lograr la solidaridad de los países vecinos y, en 1848, se produce el Congreso Americano en Lima, cuyo objetivo principal era aunar esfuerzos diplomáticos, políticos y eventualmente militares para hacer frente a esta suerte de reconquista que estaba fraguándose en Europa, pero que finalmente no tuvo lugar.

Este período termina trágicamente en 1859-1860 con una crisis que se origina cuando el Perú ataca militarmente al Ecuador y éste, en un momento de inestabilidad política, casi desaparece, casi se desintegra, porque existían cuatro gobiernos en pugna, una guerra civil, en un contexto de guerra internacional. Y ahí hay que reconocer que la gran figura que salva al país políticamente, por su firmeza, por su tacto, es Gabriel García Moreno, quien dominará la política nacional hasta 1875. Fue un gobernante autoritario, que convierte, se ha dicho, al país en esos años en un verdadero convento, por sus ideas políticas y religiosas, pero que también da un gran impulso a su desarrollo. Tuvo ciertamente determinadas cuestiones, que son entendibles porque todavía las naciones hispano-americanas no terminaban de configurarse como estado-nación en la concepción hegeliana; todavía había una serie de factores por los cuales no eran ni podían ser naciones propiamente consolidadas como lo son ahora. Tanto es así que muchos prohombres de cualquiera de nuestros países a veces eran nombrados representantes diplomáticos por otros países: Rocafuerte, nuestro segundo presidente fue representante diplomático de México; Alfaro, caudillo de la revolución liberal, estuvo muchas veces a las órdenes de los gobiernos o de los caudillos liberales centroamericanos, de Costa Rica, Nicaragua, El Salvador.

Y entonces, frente a este peligro de disolución del país, García Moreno decide enviar unas cartas al Legado francés en Quito, ofreciéndole que para salvarlos de la anarquía, Francia pudiera tomar lo que era el Ecuador como Protectorado. Lógicamente, esto hace que hasta ahora García Moreno sea un personaje controvertido que despierta pasiones, y muchos consideran que traicionó al país por este intento. Yo creo que habría que entenderlo en el contexto de la época, aunque no deja de ser un hombre muy discutible de la política del siglo XIX.

Luego del asesinato de García Moreno en 1875 se suceden algunos gobiernos conservadores, pero ya el liberalismo va avanzando más y en 1895 se produce la Revolución Liberal acaudillada por Eloy Alfaro, la que trae un cambio radical en el país. Puede decirse que entramos realmente a la modernidad, el país se seculariza, se impone la educación laica, se reconocen los derechos de la mujer, se limitan los poderes de la Iglesia, ya que con García Moreno nos habíamos convertido en un país teocrático. Y entre los temas fundamentales de Alfaro, hombre de visión muy latinoamericana, está el impulso al derecho internacional americano. Frente a la cuestión de la independencia de Cuba quiere apoyar a los patriotas cubanos y logra con México, que se convoque a un Congreso Americano, que fracasó en sus motivaciones pero que es un hito de este avanzar de América latina hacia el logro de un sistema interamericano.

También en esta época de Alfaro, que llaman revolucionaria, se suceden graves problemas con el Perú. En 1910 se produce otro momento de confrontación, y Alfaro, al mando de las tropas detiene la posibilidad de una invasión peruana. Muerto Alfaro, también trágicamente asesinado en 1912, se consolida un Estado nuevo, ya la oligarquía feudal que había ejercido su hegemonía a lo largo del siglo XIX ha retrocedido, y más bien quien marca el compás de la política y de la economía es la nueva clase de la oligarquía guayaquileña con sus propios intereses, fundamentalmente liberal en su concepción ideológica y abierta al comercio exterior. Le sigue una etapa de mayor apertura al sistema económico internacional, con la inclusión del país en el sistema capitalista mundial; aparecen nuevos productos, como por ejemplo el cacao, que se asienta como el principal artículo de exportación. A fines de la década del 40 vendrá el banano, y así se configura un país fundamentalmente agroexportador, liberal, asimilado al sistema capitalista mundial, pero siempre con una adhesión -como habíamos dicho al principio- a los postulados del derecho internacional, ya que como país pequeño el apego a ese derecho ha resultado siempre esencial.

De 1932 a 1972 la gran figura que domina la escena política del Ecuador es Velasco Ibarra, quien vivió varios exilios aquí en Buenos Aires y quien aportó muchísimo a la democratización y a la institucionalidad de nuestro país. Pero también es una época marcada por el conflicto territorial con el Perú. Es una época, como todos sabemos, signada por el continentalismo, por el panamericanismo de Estados Unidos; se va asentando su hegemonía en el continente, en la década del 40 aparece la OEA y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en 1947, que no es más que un instrumento, en mi opinión, impuesto por los Estados Unidos para su seguridad hemisférica y mundial. Se acentúa además la inserción en el mercado global. Pero también, además del problema con el Perú y de esta vertebración de los gobiernos de entonces con la política de Estados Unidos, acaecen hechos muy importantes que marcan la necesidad de un rumbo propio en el contexto internacional.

Por ejemplo, en 1952, el Ecuador, junto con Perú y Chile, lanzan la Declaración de Santiago, que es la base del llamado Sistema del Pacífico Sur, en el cual se reivindica la soberanía sobre las 200 millas del mar territorial. Éste es un punto importante de reafirmación de una política nacional, de una política que busca la soberanía en el espacio físico. Pero, tal posición traería también confrontaciones con países como los Estados Unidos, con quien en 1970 Ecuador tuvo lo que se llamó “la guerra del atún”, cuando comenzó a detener a pesqueros norteamericanos, a confiscarlos y a exigirles el pago de multas cuantiosas que provocaron tensiones con Washington, todo por la defensa de nuestra soberanía marítima.

Esto significó que el Ecuador, junto con Perú y Chile, fueran países pioneros del derecho marítimo internacional. Gracias a esa posición territorialista, tuvimos luego la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, y la adopción de la Convención de Naciones Unidas sobre dicho derecho marítimo -la Convemar- que es ahora el cuerpo legislativo que regula las relaciones de los países a nivel mundial en el espacio marítimo. Y aunque todavía el Ecuador sigue manteniendo, por determinadas leyes internas, la tesis de las 200 millas de mar territorial, en estos momentos estamos tratando de adherirnos a la Convemar, hemos formado ya una comisión nacional para avanzar hacia ello y ponernos en línea con lo que ahora es la tónica fundamental del derecho del mar, que es el reconocimiento de la zona económica adyacente y de los derechos económicos -soberanos desde luego- en la zona de las 200 millas marítimas. Pero esto que se ha logrado a nivel internacional creo que se debe, en gran medida, a esa posición radical y principista que tuvieron los países del sistema del Pacífico Sudeste a partir de 1952.

También en la década de 1970, desaparecido de la escena política Velasco Ibarra, se establecen algunos gobiernos militares, de tinte nacionalista, por ejemplo el de entre el general Rodríguez Lara, 1972 y 1975, que llevó a cabo una política de tendencia nacional. Como Ecuador se convierte por esos años en país exportador de petróleo, pasa a formar parte de la OPEP y el país se acerca al movimiento de Países No Alineados. Si bien años antes, como la mayoría de Latinoamérica, Ecuador había convenido en el aislamiento de Cuba, en la década del 70 se restablecen los lazos con La Habana, en el contexto de la política nacionalista de los gobiernos de dicha década.

A partir de 1979 Ecuador se ha mantenido, a pesar de mucha inestabilidad, dentro de los cauces de la constitucionalidad democrática, y ha tenido varios presidentes, cada cual afirmando su tónica en la política exterior. Por ejemplo, Jaime Roldós Aguilera, que murió tempranamente en 1981 (apenas tuvo dos años de gobierno) instaló una política nacionalista, soberana, anti-imperialista y de promoción de los derechos humanos. Fue él el principal propulsor de la Carta de Conducta de Río Bamba, un documento firmado en 1980, cuyo tema fundamental fue reconocer que todo aquello que se haga en favor de la preservación y la promoción de los derechos humanos, no debe entenderse como intervención en los asuntos internos de otros países. Yo creo que esto fue un paso importante en el derecho internacional, no el único seguramente, para que este aspecto del derecho internacional sea cada vez más respetado y más promovido, ya que uno de los grandes logros de nuestra época, pese a las guerras y demás problemas, es haber avanzado en una conciencia planetaria sobre los derechos humanos y sobre el respeto al medio ambiente. Éste fue el legado de Jaime Roldós en lo referente a la política exterior.

Osvaldo Hurtado, un dirigente demócrata cristiano, el vicepresidente que sucedió a Roldós, siguió la misma línea, convocó a la Conferencia Económica Latinoamericana para tratar la deuda externa en 1983, adhirió al país de manera plena al movimiento No Alineados, y sobre todo dio un paso importante para que luego, en 1998, se lograra la paz con el Perú: llamó a un diálogo nacional abierto para que todos los sectores del país se pronunciaran de manera libre, sobre cómo debía encaminarse una posible solución del conflicto secular con el Perú.

Luego, en tiempos de Febres Cordero, creo que se dio un cierto retroceso en la política internacionalista del Ecuador. Por un lado, Febres Cordero condenó al régimen sandinista de Nicaragua, y eso trajo como consecuencia el aislamiento del país de los esquemas de concertación, como el Grupo Contadora y luego el Grupo de Río, que trataban de encontrar una solución al conflicto centroamericano. Cuando deja la presidencia y viene Rodrigo Borja, quien restablece las relaciones con Nicaragua, Ecuador se incorpora en este esquema de tratar de solucionar a nivel latinoamericano el problema de Centroamérica que nos dolía y nos preocupaba a todos. De hecho, al romper Febres Cordero con uno de los países protagonistas del conflicto, se eliminaba como uno de los posibles coadyuvadores. También en su época se producen, con motivo de una rebelión interna, por primera vez en muchos años casos de desaparecidos y de torturas, por lo cual desde hace poco se lo está cuestionando duramente.

De manera que la política de coherencia se quiebra un poco en el régimen de Febres Cordero, pero luego, es recuperada en los gobiernos sucesivos de Rodrigo Borja, de Durán Ballén, de Jamil Mahuad. En la época de Durán Ballén se produce la Guerra del Alto Cenepa con Perú, que dio lugar a algo muy importante. En 1941 el Ecuador había tenido una confrontación grave con Perú, que dio como resultado el Protocolo de Río de Janeiro, por el cual nos cercenaron una gran parte de nuestro territorio, y durante muchos años el Ecuador reclamó sobre la legitimidad de ese instrumento internacional. En una primera etapa nuestro país adujo que era inejecutable, porque apareció un nuevo accidente geográfico, el Río Cenepa, lo que desde nuestra perspectiva, invalidaba la puesta en práctica del Protocolo. Pero luego, Velasco Ibarra en los años 60, declaró la nulidad del Protocolo de Río, por haber sido impuesto por la fuerza. De manera que eso trajo una cierta incoherencia en nuestra política sobre este asunto. Cuando se produce la Guerra del Cenepa nuestra política da un giro, y reconocemos la vigencia del Protocolo de Río, pero a la vez exigimos la necesidad de llegar a un acuerdo definitivo, y esto da lugar a que luego de un proceso largo de negociación que duró tres años culmináramos, en octubre de 1998, firmando la paz definitiva con el Perú, entre los presidentes Jamil Mahuad y Fujimori. Esta negociación fue importante, porque no sólo se trató del problema territorial sino que se pusieron sobre la mesa de negociación todos las demás diferencias existentes entre ambos países, es decir diferencias comerciales, de la integración fronteriza, marítimas, problemas de infraestructura física y también las medidas de confianza que debían impulsarse para hacer duraderos esos entendimientos.

Ante todo este cúmulo, en ninguno de sus factores componentes se iba a llegar a un compromiso mientras no se llegara en todos, había que solucionarlos a todos en un solo contexto. Y eso lograron los acuerdos de paz firmados en 1998 en Brasilia, con el apoyo solidario de los países garantes, fundamentalmente la Argentina. Entiendo que con eso dimos vuelta la página de un problema que venía, como dije antes, determinando y marcando negativamente nuestra política exterior, y que venía influyendo también de forma negativa sobre nuestro desarrollo, porque de hecho, todas nuestras preocupaciones estaban centradas en la posibilidad siempre presente de una confrontación bélica con nuestros vecinos del sur. Y la historia ha dado la razón a eso, porque después de la firma de la paz hemos vuelto a ese momento inicial de 1830-1831; las relaciones con Perú son por demás fructíferas en este momento, se han quintuplicado los intercambios económicos, el turismo, la cooperación de toda índole, y así se ha demostrado cómo la paz trae desarrollo y por lo tanto es un bien preciado que debemos cuidar.

Con Colombia en cambio, así como tuvimos problemas al principio de la República, hemos vuelto a tenerlos hace poco, pero como efecto del conflicto interno colombiano. Lamentablemente, ese conflicto que nos preocupa y que dura ya tantos años, ha traído consecuencias para la zona fronteriza con Colombia. Ante todo, miles de refugiados que el Ecuador tiene que acoger y atender, miles de desplazados, problemas de desplazamiento del narcotráfico, problemas de violencia, también problemas de tipo comercial, de contrabandos de armas y, últimamente, las aspersiones aéreas de glifosato que está efectuando dentro del Plan Colombia, apoyado por los Estados Unidos, que por su cantidad e intensidad, cuando pasan a territorio ecuatoriano han provocado daños físicos en personas, en animales y también en los cultivos. Esos hechos están gravitando de forma muy negativa, el Ecuador ha reclamado repetidas veces, ha propuesto varias soluciones, se ha convocado a una comisión científica binacional para que determinar de manera creíble el verdadero daño de estas aspersiones de glifosato. Pero, lamentablemente, todavía no se ha llegado a un acuerdo y esa suma de situaciones están en este mismo momento dificultando la relación con un país hermano como es Colombia. Sin embargo, fieles a la política ecuatoriana de diálogo, seguimos creyendo que en algún momento vamos a lograr salida para un problema que nos parece que no es insoluble.

La relación con los Estados Unidos en los últimos años se ha vuelto especialmente complicada por varios aspectos, sobre todo los económicos. Dentro de la Organización Mundial de Comercio, el Ecuador, como muchos otros de nuestros países, tiene problemas no sólo con ese país sino también con los estados europeos, sobre todo por esta persistencia de los grandes de subsidiar a sus productores agrícolas y de exigir, en contrapartida, que los países pequeños abran su comercio, derrumben sus barreras arancelarias, con lo cual quedan expuestos al avasallamiento de una economía tan poderosa como es la de Estados Unidos.

Hay además otros puntos por los cuales no ha sido posible avanzar en un tratado de libre comercio con los Estados Unidos, y en los últimos años todo esto ha hecho que la política internacional de Ecuador se vuelque más bien hacia la propia América latina. Es decir, aunque siempre fuimos integracionistas, ahora lo somos más que nunca.

Queremos no sólo fortalecer la Comunidad Andina de naciones, sino que también queremos acercarnos al MERCOSUR y asimismo aportar de manera positiva, de manera militante si se quiere, a la Unión de Naciones de América del Sur, la UNASUR; se nos ha concedido que Quito sea sede de la Secretaría General de este esquema de integración. Apoyamos esquemas de reingeniería financiera, como por ejemplo el Banco del Sur, o un Fondo Monetario del Sur. Todo eso frente a las imposibilidades de avanzar más hacia un libre comercio no asimétrico sino equilibrado con países como Estados Unidos y la Unión Europea, que sea mutuamente beneficioso, y así avanzamos legítimamente, porque estamos cumpliendo el mandato de nuestros mayores, de nuestros Libertadores, hacia una más sólida integración con toda la América Latina.

No quiero cansarles con esta reseña histórica, sino simplemente a modo de una revisión actual, dar cuenta de los principales temas que configuran la política exterior de un país como el Ecuador en estos momentos. Por un lado, hemos hablado ya varias veces de la integración; la integración comercial, energética, y la integración física que apoyamos plenamente. Por lo que estamos dispuestos a incorporarnos en un mecanismo como la iniciativa de integración física de Sudamérica, una integración regional sudamericana que fue propuesta por Brasil, la IRSA. Queremos, por otro lado, avanzar en la integración fronteriza con nuestros vecinos inmediatos, Ecuador y Colombia; queremos también avanzar en convenios que sean mutuamente beneficiosos con Estados Unidos, así lo hemos expresado y así hemos actuado; respecto a la Unión Europea apoyamos los mecanismos de asociación que puedan en algún momento suscribirse con la Comunidad Andina; queremos adelantar para nuestra plena inserción en la Cuenca del Pacífico. Y por cierto, como temas fundamentalmente económicos, queremos que se entienda en el seno de la OMC cuáles son nuestros problemas y aspiraciones como país en desarrollo; queremos que se nos comprenda en nuestra lucha por lograr mejores precios para los productos de exportación. Y creo que en eso estamos en la misma línea con otros países hermanos de América latina.

¿Cuáles son los instrumentos o herramientas que está utilizando el Ecuador para hacer factibles estas aspiraciones en política exterior? Por un lado, el año pasado hemos aprobado lo que se dio en llamar el Plan Nacional de Política Exterior. Por primera vez tenemos un plan a veinte años, conceptuada la política exterior no como algo que cambia de gobierno a gobierno, sino como una política de estado, por lo tanto con principios, con estrategias, con herramientas permanentes. Una parte de este plan a veinte años es el Plan Plurianual 2007/2010 que se está implantando en estos momentos en Ecuador. Otro instrumento al que le hemos dado gran importancia es, aunque parezca perogrullada, la Academia Diplomática para la formación de los jóvenes diplomáticos de la mejor manera en los temas de la realidad internacional, en los temas económicos, para que nuestra diplomacia sea cada vez más profesional, más eficaz y sobre todo más imbuida de los problemas del mundo contemporáneo y de la solidaridad que debe existir entre nuestros países.

El Ecuador tiene además otros instrumentos, yo considero que el principal, quizás el más pragmático, es la firme defensa de los principios del derecho internacional, de los principios de la Carta de las Naciones Unidas, de los principios del respeto al derecho ajeno, de la no intervención en los asuntos internos de otros estados. Aunque muchos digan que eso no es pragmático, creo que no podemos serlo si antes que nada no somos consecuentes con esos principios. Y en ese sentido, aparte de ciertas quiebras que hemos tenido en el devenir histórico de nuestra política internacional, es cierto que esos principios nos han dado personalidad en el contexto de las naciones.

La República del Ecuador también da mucha importancia a los mecanismos de concertación y a las medidas de confianza mutua. Creemos que éste es un aspecto del derecho contemporáneo que países como el Ecuador tienen necesidad de llevarlo a la práctica. Es decir, crear procedimientos de transparencia entre los países, saber por ejemplo, cuáles son sus fuerzas armadas, cuáles son sus capacidades, pero de manera transparente, coordinada, participativa, para que en algún momento no hablemos de tú y yo, sino de nosotros, para poder lograr zonas de seguridad y de paz. Y creo que frente a los problemas actuales, frente a las nuevas hipótesis de riesgo o amenaza que existen en el mundo contemporáneo, que son parte de la agenda internacional de todos los países, como por ejemplo los desastres, el flagelo de las drogas, el tráfico de personas, el terrorismo, el contrabando de armas, etc., se impone ser tratados de manera integral, de manera solidaria y cooperativa, sobre todo aplicando consecuentemente esta nueva concepción de las medidas de confianza mutua entre los países.

El Ecuador es de igual forma adherente a una política activa, directa: contactos directos entre Presidentes, entre cancilleres y vicecancilleres, en los cuales los llamados mecanismos de consulta juegan un papel muy importante, como por ejemplo el 2 más 2, cuando se reúnen los ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores de dos países conjuntamente. Estas reuniones de 2 más 2 nos están dando un gran resultado con Perú, ya que se pueden tratar de manera flexible una gran cantidad de temas de la agenda bilateral. El mecanismo de los gabinetes ampliados, o binacionales, cuando se reúnen los gabinetes de los dos países, también lo estamos haciendo con Perú, y está dando frutos muy buenos para el desarrollo y tratamiento de los múltiples temas de toda índole que se dan entre países, especialmente los vecinos.

Ecuador trata de tener una diplomacia moderna, una política exterior acorde con las necesidades del mundo contemporáneo y, entonces, está utilizando todo este bagaje de conceptos, de ideas y de herramientas para poder hacer frente a los desafíos de este principio de milenio y principio de siglo. Con Argentina, no puedo dejar de señalar, estamos viviendo un momento muy importante. Siempre tuvimos relaciones fraternales, desde la independencia, cuando Juan Galo de Lavalle al mando de 96 héroes de los Granaderos a Caballo en Río Bamba, que en las dos cargas de caballería derrotó a los opresores españoles y, luego, con otros hombres enviados por San Martín combatieron en Pichincha. Desde entonces nuestras relaciones han sido siempre solidarias, fraternas, en una sucesión de hechos y de figuras importantes.

Pero ahora más que nunca, en la coincidencia de estos ideales integracionistas, de estos ideales de reestructurar nuestras relaciones pero teniendo nosotros las riendas de esas relaciones, siendo nosotros no sólo los protagonistas sino los promotores, los creadores de nuestra política internacional, es que con Argentina vivimos un momento importante, con visitas del más alto nivel, con una serie de documentos que se han venido firmando desde fines del año pasado. En septiembre de 2006 se realizó en Buenos Aires la IV Reunión de la Comisión Mixta Ecuatoriano-Argentina; en diciembre vino el presidente electo Rafael Correa; en marzo de este año vuestra Primera Dama al frente de una delegación importante gubernamental visitó Ecuador. Han proliferado las misiones a nivel de ministros, viceministros y misiones técnicas entre los dos países. De manera que estamos viviendo un momento fructífero en la cooperación económica, cultural, institucional y en la cooperación multilateral, que yo creo que nos dará mucho fruto de beneficios para los dos países.

Me permito insistir sobre algo que ya dije: que la política internacional de nuestros países debería avanzar con transparencia, impulsando la confianza hacia esa meta de no hablar de “yo ecuatoriano, tú argentino” cuando tratemos los temas internacionales, sino más bien hablar de “nosotros, argentinos y ecuatorianos”, igual que con los otros países hermanos. El objetivo es de llegar a una política realmente integrada, unida, fructífera, que impulse nuestro desarrollo de manera armónica, cumpliendo así el sueño de nuestros Libertadores. Les agradezco su paciencia, y muchas gracias.
La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires