Se celebró el Día del Abogado

El 29 de agosto a las 13 hs. se ofreció una misa de acción de gracias y en memoria de los socios fallecidos durante el ejercicio, en la Basílica San Nicolás de Bari, a cargo del padre Augusto Zampini.

A las 19 hs. en la sede del Colegio se llevó a cabo un acto en el que presidió el mismo, el titular del Colegio, doctor Enrique del Carril, quien estuvo acompañado por el Vicepresidente, doctor Damián Beccar Varela, el Secretario, doctor Héctor Huici, la doctora Mónica Catani, directora de la institución y el doctor Carlos Odriozola, ex Presidente del Colegio. Estuvieron presentes los ex presidentes del Colegio, Dres. Eugenio Aramburu y Rafael Manuel La Porta Drago, y los Socios Honorarios, Dres. Horacio García Belsunce, Eduardo Roca y Guillermo Moreno Hueyo.


Discurso del Dr. Enrique del Carril

Estimados consocios, una vez más celebramos el Día del Abogado en esta Casa. Quiero comenzar recordando palabras de nuestro ilustre precursor, Juan Bautista Alberdi. Él decía: “El gobierno es una necesidad de civilización porque es instruido para dar a cada gobernado la seguridad de su vida y de su propiedad. Esta seguridad se llama libertad, luego, el objeto del gobierno que es la libertad, es el más noble y santo en sí mismo, cuando llena su deber esencial que es proteger la seguridad de la vida y de los bienes de todos y cada uno de los gobernados, sustancia y meollo de la libertad”.

Estas son las palabras del prócer que representa, no sólo a nuestra profesión sino también a nuestra personalidad. Representa a nuestra profesión porque ejerció la abogacía, se hizo una posición económica en el exilio que le permitió ocuparse de lo que hoy llamamos “políticas públicas”. También es un precursor de nuestra personalidad, porque nos marcó los intereses propios de los abogados, que no se limitan al ejercicio profesional, sino también a la preocupación por nuestras instituciones republicanas.

Las palabras citadas sintetizan con claridad cuáles son los fines esenciales del Estado: la seguridad, el libre ejercicio de la propiedad privada y la libertad para elegir los objetivos de nuestra vida. Hoy asistimos a un Estado que se encuentra muy lejos de cumplir estos fines. No hay seguridad individual, mediante la mentira y la disimulación de datos ciertos se ataca a la propiedad privada, y el personalismo destruye la independencia de los poderes, base de toda república.

Alberdi fue, en palabras de uno de sus destacados biógrafos, un ausente voluntario. Frente al despotismo prefirió alejarse para pensar los grandes problemas del país, como San Martín lo había hecho ante la anarquía. Permítaseme aplicar su conducta en forma de metáfora a lo que hoy nos toca vivir. Hoy no se nos permite alejarnos de la realidad, pero sí podemos observarla tomando distancia de la coyuntura, y concentrándonos en el fortalecimiento de las instituciones. Nada augura que mejorarán los tiempos políticos en los próximos años. Por eso mismo el Colegio les pide a sus socios fortaleza y apoyo para no perder la objetividad, para poder concentrarnos en los temas permanentes de la lucha por la vigencia del derecho y la dignidad de nuestra profesión.

Hoy, además de recordar a Alberdi, queremos como todos los años reconocer el esfuerzo de muchos socios que han acompañado al Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, en su permanente lucha por fortalecer sus ideales. El Dr. Carlos Odriozola, socio distinguido que hoy cumple 50 años como tal y ha sido presidente de la Institución, nos dirigirá la palabra. Muchas gracias.

Discurso del Dr. Carlos Odriozola
Señor Presidente, tengo la distinción de hacer uso de la palabra en este acto en que se celebran los 25, 30, 50 y 60 años como socios de varios de nosotros. Creo que es interesante que todos hagamos una marcha atrás en el tiempo, en qué pensábamos nosotros cuando hace 50 años nos hicimos socios, y cuáles fueron los motivos y razones que tuvimos para ello.

En aquella época de 1957, recuperaba plena validez, por decisión de la Convención Constituyente, la Constitución de 1853/60 y las reformas de 1866 y 1889, quedando atrás la Constitución de 1949. Me sentí identificado, y estoy seguro que también muchos de ustedes, con la expectativa de volver a vivir en nuestro país un verdadero estado de derecho. Y coincidimos con la conducta, objetivos y declaraciones de este Colegio de Abogados en las duras etapas transcurridas de los años previos a ese momento, y es así como en 50 años se pudo ver en este Colegio una masiva incorporación de socios. Un número récord, 230 socios ingresaron aquel año, existía una verdadera movilización y entusiasmo, canalizado en buena medida a través del Colegio, para lograr una auténtica institucionalización del país.

A su vez, en esa época, y tal vez por ello, la justicia se vio valorizada con la incorporación en altos cargos de los Dres. Sebastián Soler, Ortiz Basualdo, Enrique Díaz de Guijarro, Luis María Boffi Boggero, todos consocios. Y poco después, un grato recuerdo para los comercialistas, ingresaron a la justicia Carlos Malagarriga, Carlos Juan Zavala Ortiz e Isaac Halperín.

Desde aquel entonces han sido múltiples las vicisitudes que atravesó nuestro país, con avances y retrocesos, habiéndose logrado una democracia estable recién hace 24 años, pero sin llegar a un satisfactorio funcionamiento republicano. Esta situación se ha agravado en los últimos años, y el Colegio no ha dejado de advertirlo con firmeza. Haciendo un esfuerzo de imaginación, pensemos en la situación en que podría encontrarse hoy nuestro país si hubiéramos sido respetuosos de la ley y nos hubiéramos gobernado durante 50 años de acuerdo con sus principios. Estoy seguro que muy distinto sería nuestro actual panorama, más allá de los avatares económicos y sociales que muchas veces no se corresponden con conductas propias, sino con situaciones a las que nos expone el mundo globalizado. Pensemos en ese país que queremos y que prometía serlo, y en lo poco que efectivamente se ha hecho para lograrlo, y en los peligros que aún nos acechan.

Nuestro Colegio, en sus múltiples declaraciones en el transcurso de este medio siglo, ha marcado rumbos y ha señalado desviaciones de una manera incansable. Mucho le ha preocupado la justicia y el ejercicio de la abogacía, propugnando su mejoramiento y progreso. Se ha dicho de la justicia que debe ser seria, idónea e independiente, y sus magistrados honestos y capaces; y se han propuesto medidas al respecto. Pero desde los más altos niveles del Gobierno no se han ahorrado críticas y ataques, que no se aprecian como dirigidas a lograr la corrección de los males, sino como una intención de coartar una libertad de criterio de los magistrados, y en su conjunto la independencia del Poder Judicial.

Datos concretos y emblemáticos de esta actitud lo ha constituido, por la fundamentación utilizada y los objetivos presumidos, la promoción de los juicios políticos ante la Corte Suprema de la Nación, y la reciente modificación del Consejo de la Magistratura y del procedimiento de enjuiciamiento de los magistrados, haciendo oídos sordos a las críticas generalizadas de los órganos del derecho y la abogacía. En cuanto a la politización y la inseguridad que esa modificación representaba, lamentablemente nuestra realidad actual ha venido a confirmar esos temores.

En este momento, y según recientes estadísticas del Consejo de la Magistratura, se han remitido al Poder Ejecutivo, desde el año 2000 al 2007, ternas para cubrir 343 vacantes, de las cuales se cubrieron solamente 244, lo que indica que existen 99 cargos sin cubrir. Y lo que es más significativo es que en transcurso de 2007 hasta este mes de agosto, no se ha cubierto ningún cargo de magistrado. Se ha pretendido también, infructuosamente, un Parlamento responsable, con iniciativas propias, que no se limite a refrendar los proyectos del Poder Ejecutivo, o a agregar en éste de manera permanente, poderes extraordinarios sólo reconocidos excepcionalmente por nuestra Constitución.

Nuestro Colegio da toda la voz reclamando un país seguro, respetado y que se haga respetar internacionalmente, con una educación pública adecuadamente sostenida, con solidaridad e inclusión social. No es suficiente la coincidencia en estas aspiraciones, que deberían ser comunes a gobernantes y gobernados, sino que es necesario que los que tienen la responsabilidad de su realización, den los pasos debidos, con honestidad y eficiencia.

Tenemos fe en el futuro, y confiamos en que la persistencia en los conceptos permanentes de la república, y la prédica del estado de derecho dan sus frutos, y estamos seguros que seguiremos recibiendo de este Colegio principios rectores, teniendo muy presentes las expresiones de Fray Mamerto Esquiú al prestarse juramento a la Constitución de 1853, cuando decía: “Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos”.

Amigos abogados, cuando egresamos de la Facultad de Derecho nos sentimos reconfortados con la lectura de unos libros que ayudaron a nuestra formación. Recuerdo entre ellos La Abogacía, del maestro rosarino Rafael Bielsa, que nos entusiasmaba al decir que aquello que define el sentido de la profesión es su condición de defensora de la libertad y del derecho, aún a costa de su propia tranquilidad, y que eso obligaba al abogado a luchar, no sólo contra el adversario sino también contra la arbitrariedad y el despotismo.

Esa vocación por la libertad del abogado ha sido también recordada por Raymond Poincaré, gran jurista y presidente de Francia, quien afirmaba que el abogado es un hombre libre en toda la definición de la palabra, con un orgullo natural a veces quisquilloso, y un desdén hacia todo lo que es oficial y jerarquizado. Encuentro en esa exaltación de la libertad del abogado, una nota que nos dignifica y que debe constituir la bandera de nuestra actuación. El ejercicio de la abogacía, para que merezca su justo reconocimiento, debe ser cumplido con responsabilidad, con permanente capacitación, con cordialidad frente al contrincante y al magistrado; con lealtad y con cumplimiento cabal de los principios éticos.

Nuestro Colegio ha tenido especial preocupación por el ejercicio ético de la profesión, a través del funcionamiento de su Tribunal de Ética, y recientemente con la sanción de las Reglas de Ética Profesional, y por la permanente capacitación de los abogados a través de cursos, ciclos de conferencias y comisiones de estudios.

No puedo concluir esta breve intervención sin recordar las palabras que muchas veces he pronunciado en la terminación de mis cursos en la Facultad de Derecho, cuyo contenido siento profundamente, y porque su reflexión nos ayudará en el esfuerzo que cotidianamente realizamos en nuestra profesión. Las recuerdo particularmente para los abogados jóvenes que nos acompañan y que tienen mucho camino por recorrer. Digamos con Couture: “Ten fe en el derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana, en la justicia como destino normal del derecho, en la paz como sustitutivo bondadoso de la justicia, y sobre todo ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz” Y agreguemos, con aplicación personal en mi caso y en el de muchos de ustedes: trata de considerar la abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres que sea un honor para ti proponerle que sea abogado.

Distinciones

Por 60 años como socio:
Dr. Atilio Noveno Moavro.

Por 60 años en la profesión:
Dr. Carlos María Caride Ceballos.
Dr. Jorge Alberto Cafferata
Dr. Horacio H. Pozzo.

Por 50 años como socio:
Dr. Horacio Beccar Varela.
Dr. Julio Ernesto Curutchet.
Dr. Jorge Fernández Ocampo.
Dr. Jorge García Pinto Silgueira.
Dr. Eduardo Gregorini Clusellas
Dr. Enrique Pedro Mallea.
Dr. Carlos Odriozola.

Por 50 años en la profesión:
Dr. Héctor Alegría
Dr. Fernando Luis Amaral Paz.
Dr. Osvaldo Carlos Bertelli
Dr. Antonio Casabo Suque.
Dr. Rubén Guillermo Collino.
Dra. Carmen Cruz de Giordano Romano.
Dr. José María Díaz Couselo.
Dr. Francisco Espinosa Paz.
Dr. Federico Ferro.
Dr. Jorge García Pinto Silgueira.
Dr. Gerardo César Giordano Romano.
Dr. Eduardo Gregorini Clusellas
Dr. Felipe Mario Liporace.
Dr. Santiago Marcelo Maidana.
Dr. Eduardo Antonio Pigretti.
Dr. Pedro N. Sadler.
Dr. Luis María Zambrano (h).

Por 30 años como socio:
Dr. Luis Eduardo Boffi Carri Pérez.
Dr. Máximo Luis Bomchil.
Dr. Germán Horacio Giménez.
Dr. Carlos Alberto Legorburu.
Dr. Marcelo Emilio Martín (h).
Dr. Uriel Federico O’Farrell.
Dr. Roberto Agustín Pinola.
Dr. Carlos Alfredo Damaso Rougés.

Por 25 años como socio:
Dra. Silvia Beatriz Blumkin.
Dr. Diego César Bunge.
Dr. Carlos Alberto Carena.
Dr. Anastasio García.
Dr. Enrique José Francisco Gatti.
Dr. Heriberto Simón Hocsman.
Dr. Pablo Hernán Miguens.
Dr. Rafael Sarmiento.
Dr. Carlos A. Sarrabayrouse Bargallo.
Dr. Alfredo Raúl Sívori.
Dr. Francisco Guillermo Susmel.
Dr. Daniel Esteban Vilela.

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La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires