Jueves, 20 de Septiembre de 2007
Conferencias de Embajadores: Invitado el Sr. Embajador Eduardo Alberto Sadous.
El 12 de julio tuvo lugar el “Ciclo de conferencias de Embajadores: La diplomacia al servicio de la integración.”. El Ciclo es organizado por la Comisión de Jóvenes del Colegio y en la oportunidad fue invitado el Sr. Embajador Eduardo Alberto Sadous quien disertó sobre el tema “Nuevos desafíos de la política exterior argentina”.
Palabras del Embajador Eduardo Sadous
La política exterior en este siglo XXI que estamos viviendo debe ser un reflejo de los cambios que se producen en el mapa geoplítico y económico del mundo, así como del surgimiento de nuevas temáticas y de nuevas formas de relacionarnos con el resto de la humanidad.
Así, vemos que, crecientemente, el eje económico del mundo se va desplazando para la región de Asia, con dos gigantes en acelerada gestación como nuevas superpotencias: China y la India. La primera es muy posible que pase en los próximos veinte años de su actual posición de curta economía mundial a la de primer actor, según pronostican los índices, superando así a los Estados Unidos. Aunque esto no llegara a concretarse, es indudable que China ha de jugar un papel crecientemente protagónico, en una región como la del Asia Pacífico, que ya hoy en día es responsable de un tercio de las importaciones y exportaciones globales.
Si sumamos a ello los países del Asia Oriental y Sudoriental ( Japón , Corea, y los diez países integrantes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), vemos que este grupo de estados con altos índices de desarrollo tecnológico, variados recursos naturales y un gran mercado consumidor, crecientemente sofisticado, han de constituir muy probablemente en el futuro un área de libre comercio, tal cual la propusiera en su momento (años 90) el entonces Primer Ministro de Malasia Mahalhir Mohamed, enfrentando una abierta oposición a Estados Unidos. De resultar esto viable, huelgan las palabras sobre el impacto que podría tener en el mundo de los próximos años.
También la India ha comenzado a transitar aceleradamente la vía virtuosa del desarrollo, existiendo ya en ese país un mercado de alto poder adquisitivo de unos 150 millones de consumidores, sobre una población total que supera los 1100 millones de almas. Imaginemos el impacto que una creciente incorporación de estos últimos al consumo podría tener sobre los ya presionados recursos naturales y consecuentemente sobre sus precios.
En el caso Europeo, vemos que, a pesar de los rechazos a la Constitución propuesta, la marcha a una Europa de 25 no se ha detenido y creo que no es ilusorio pensar que la vieja idea del General de Gaulle de una “Europa del Atlántico a los Urales” (o en los hechos al Pacífico) será una realidad en el próximo cuarto de siglo. Ello sin desmedro de la posible incorporación de Turquía, así como de otros países de la región balcánica.
Vemos también, después de años de olvido y de frustraciones, que numerosos países de Africa han ido consolidando regímenes democráticos y han comenzado a aplicar políticas económicas que pueden llegar a transformar sus realidades de los últimos años. Está en el interés del mundo desarrollado, y en especial de Europa, general en el continente africano políticas de desarrollo que impidan las migraciones masivas que vemos actualmente, donde imágenes aterradoras de desesperación empujan a miles de refugiados económicos a golpear las puertas de la próspera Unión Europea.
También debemos revalorizar el papel de los países islámicos productores de petróleo ante el creciente consumo de este energético debido al desarrollo incontenible de China e India en primer lugar. Vemos que el desastre anunciado de la política norteamericana en Irak y el fracasado intento Israelí de derrotar al Hezbollah en el Líbano han convertido, sin quererlo, a Irán en la gran potencia regional dada su influencia sobre la mayoría shiita de Irak y su apoyo histórico al Hezbollah. Este panorama es aún mas favorable a Teherán si tenemos en cuenta la existencia de fuertes minorías shiitas en algunos productores petroleros de la Península Arábiga.
Finalmente, vayamos a la región latinoamericana donde vemos que, a pesar de que casi la totalidad de los países del hemisferio occidental cuentan con regímenes democráticos, surgen grandes frustraciones derivadas de la inequidad, de la postergación de las comunidades indígenas, de la inseguridad y de la droga. Todos ellos desafíos que han de convulsionar el continente en los próximos años, con riesgo cierto de generar el agotamiento de los gobiernos democráticos. Es importante allí buscar la consolidación de sociedades con crecimiento económico, más justas en lo social y con instituciones mas fortalecidas y real separación de poderes.
El MERCOSUR, la Unión Sudamericana, el Sistema de Integración Centroamericano, el Pacto Andino, los acuerdos del ALCA, son todas realidades que están en la mesa y que marcarán el futuro de nuestra región.
Ante estas posibles realidades vemos que las Cancillerías del futuro serán distintas las que conocimos en los siglos XIX y XX.
Afortunadamente, en el caso de nuestro país, en la década de 1990 las áreas de la promoción del comercio exterior que hasta entonces dependían del Ministerio de Economía pasaron a la Jurisdicción de la Cancillería. Ello ha permitido a ésta desempeñar un papel fundamental en todo lo que hace a esta actividad, verdadero motor de las relaciones internacionales en este siglo XXI. Pero a ello se añaden nuevas áreas de incumbencia, tales como las tecnologías, la del flagelo del terrorismo, la de derechos humanos, que hubieran parecido absolutamente impensables en épocas de Saavedra Lamas o Cantilo, por citar dos grandes cancilleres del siglo XX.
Asimismo, vemos que las entidades federales (estados o provincias) y los municipios desarrollan en nuestros días muy activos intercambios culturales, económicos y de todo tipo con contrapartes de todo el mundo. Allí también deben estar las Cancillerías asesorando, auxiliando, y supliendo muchas veces la falta de información y de experiencia de estas lides.
Otro problema de nuestra época es el de las migraciones. En nuestro Continente se estima según cifras de las Naciones Unidas, que existen 25 millones de migrantes, que remiten a sus países de origen la impresionante cifra de 55.000 millones de dólares anuales. En el mundo la totalidad de remesas ascienden a 135.000 millones de la misma moneda. Imaginemos los problemas infinitos que esta migración, que tiene bases fundamentalmente económicas, genera en los países receptores, también en los que expulsan población, mayoritariamente jóvenes con ambiciones.
Todo esto, y mucho más debe realizar una Cancillería en el siglo XXI, donde surgen a diario nuevos desafíos y donde la globalización y la inmediatez de los acontecimientos nos generan una urgencia para la resolución de los problemas que va contra la esencia tradicional de los Ministerios de Relaciones Exteriores, que históricamente estuvieron mas alejados de este tipo de presiones.
Es por ello que se requiere con urgencia un aumento de nuestra presencia en las áreas que se están convirtiendo aceleradamente en los principales actores del nuevo mundo y, aún en áreas como África, donde Brasil ha abierto en los últimos años una ventana de misiones en adición a las que ya tenía. La Cancillería del siglo XXI debe ser una generadora de negocios y oportunidades y un alerta analista de los problemas que se van generando en nuestra época. Si no, corremos el riesgo de vernos sorprendidos y sin capacidad de reacción frente a los nuevos desafíos. |