Almuerzo de Confraternidad, invitado: Carlos Pagni

El 11 de abril, en el salón Vélez Sarsfield, se llevó a cabo un nuevo Almuerzo de Confraternidad, en la oportunidad fue invitado el periodista Carlos Pagni, quien se refirió a la coyuntura política actual.




Palabras de apertura del Dr. Máximo Fonrouge


Gracias a todos por acompañarnos hoy en este nuestro primer almuerzo de camaradería del año, donde al igual que el 2012 tenemos como invitado a un amigo de la casa. Él no necesita más presentación que su nombre, Carlos Pagni; agradecemos que esté nuevamente con nosotros.

Este es un tiempo particularmente complicado para la abogacía en general en nuestro país. Aquellas palabras registradas el año pasado del “vamos por todo” se ven reflejados con más elocuencia que nunca con estas iniciativas de una “democratización” del Poder Judicial, que en definitiva es un intento de colonización, subordinación o alineamiento, según cada uno lo quiera llamar.

Para mí la definición más elocuente de lo que piensa el gobierno sobre la división de poderes la dio la legisladora Diana Conti cuando dijo que en la democracia “la mayoría gobierna los tres poderes”. Esa es la definición más clara de lo que significa el Poder Judicial para el Gobierno.

En el Colegio estamos muy activos desde que se hicieron estos anuncios. Muchos de los aquí presentes asistieron a una primera reunión que hicimos para aunar esfuerzos en los distintos ámbitos donde tenemos que dar batalla a estas iniciativas, que bueno es decirlo, ninguna de ellas beneficia a los justiciables. Ninguna cumple el objetivo de arreglar algo en el funcionamiento de la justicia, más bien están dirigidas a entorpecerla. Caso claro son las proyectadas cámaras de casación, sobre lo cual cabe decir que los recursos a emplearse en su creación podrían utilizarse para crear más juzgados, si se procura mejorar la justicia. Y hay muchas otras iniciativas que podrían cristalizarse.

Les comento también que estamos formando algún equipo de trabajo con el Colegio Público de Abogados y también con la Federación Argentina de Colegios de Abogados, porque esto es de interés de toda la abogacía, repito. La Federación ayer hizo una declaración inusualmente dura. También tenemos previsto, para el caso muy probable de que se sancione las leyes, emprender las acciones judiciales correspondientes.

Antes de darle la palabra a Carlos, recuerdo que este año se cumple el centenario del Colegio, y como institución, en un país joven como la Argentina entidades que tienen cien años son muy representativas. Además, en sus estatutos el Colegio contempla velar por la independencia del Poder Judicial, vean entonces el desafío al que nos enfrentamos hoy con todas estas iniciativas tan desacertadas.


Intervención de Carlos Pagni


Ante todo muchas gracias por la invitación y les digo que estoy especialmente satisfecho de estar acá en días como estos, por lo que significa esta Casa y el reconocimiento por lo que desde aquí ustedes hacen, no por la abogacía solamente, sino por las condiciones en que se desenvuelve la vida cívica que está tan ligada a la calidad del derecho.

Trataré de hacer una exposición de carácter más bien general, para después detenerme en los puntos que les podrían interesar a ustedes, en lo que supongo será finalmente una ronda de preguntas o comentarios.

En todos estos años venimos aprendiendo qué es el kirchnerismo. Lo digo porque es un fenómeno mutante. Probablemente una de las diferencias que tiene con otros movimientos similares de corte populista, como por ejemplo el chavismo, es que en el proceso venezolano, si miramos las cosas que estaban en la cabeza de Chávez en el comienzo, las cosas que decía cuando era un militar golpista, ya estaba prefigurado en ellas un modelo de llegada. Había un programa y había una idea. En cambio el kirchnerismo se va definiendo a sí mismo y va adoptando distintas posiciones y concepciones según la relación de fuerza fáctica que adquiere en el plano político, y sobre todo en el plano electoral. Y en la medida en que ese volumen de poder es mayor, la posición autoritaria se fortalece.

Hay una convención, a mi juicio bastante arbitraria pero una convención al fin, de que este proceso político tuvo mayor consideración por la institucionalidad, por el pluralismo, por la diversidad, en el período que fue del 2003 al 2005, el año en que ganan la primera elección en la Provincia de Buenos Aires contra el duhaldismo. A partir de entonces, aquellas consignas que los hacía parecer más herederos inclusive de la Alianza y del Frepaso que del propio peronismo, mutó y se replegaron sobre sí mismos en una posición de mucha fuerza, que termina haciéndose evidente en la pelea contra el obispo Pigna en Misiones, donde ya quedaba claro el conflicto institucional.

En el año 2007 Cristina gana la elección, triunfo que la lleva a uno de los acontecimientos que más configuró la identidad de este grupo político, por muchas razones, que es conflicto con el sector agropecuario. Ello, sumado a la profundización de determinado estilo, más el contexto económico que era tan desfavorable durante los años 2008 y 2009 los lleva a la derrota, y después de la derrota una enorme simulación de diálogo, pluralismo, reforma, reseteo de la política económica, la “sintonía fina”, el acercamiento al mercado, etc., hasta que se llega a las elecciones presidenciales del 2011.

Su resultado es una radiografía de las miserias del sistema político argentino y una constatación irrefutable de que no hemos salido –en términos de nuestra reconstrucción política– de la crisis del 2001; estamos instalados entre los escombros de lo que fue el sistema político anterior. Y esto no se nota tanto por el volumen de votos que obtuvo la Presidente, sino sobre todo por la diferencia que obtuvo respecto del segundo, hay 37 puntos de diferencia entre el que gobierna y quien debería controlarlo.

Esto a mi juicio animó al gobierno a un cambio muy profundo, lo animó a enfrentar sobre todo la agenda socioeconómica que tenía por delante, abandonando la idea misma de la campaña, que se interpretaba como una especie de reseteo a partir de un acuerdo económico y social que ella llamaba precisamente sintonía fina y le permitió al gobierno dar un salto inspirado aun por nuevos actores que incorpora, como Kisillof y todo su grupo, salto éste que va del intervencionismo al estatismo. Es decir, las relaciones entre el mercado y el estado.

No todo intervencionismo es estatismo, sí todo estatismo claramente es intervencionismo. Pero en esa visión de las cosas, la empresa privada seguía estando en el centro de la escena; más condicionada, más obstruida, más invadida por el poder del estado, en cuanto en el sector en que esa empresa privada se desenvuelve tenga la capacidad de hacerle perder votos al gobierno. El mercado es imaginado como una gran área de concesión pública, pero hay zonas de ese mercado que si no afectan al mantenimiento y acumulación de poder político, se acepta la ficción de que la propiedad privada es plena.

Digamos por ejemplo, para el fabricante de caramelos en Avellaneda el gobierno no tiene inconveniente en simular que la empresa es del fabricante. Si en lugar de producir caramelos produce energía, el impacto sobre las políticas del gobierno es mayor, y entonces habrá un mayor grado de intervención. Ni qué hablar si produce información, donde la relación entre el negocio y la posibilidad de perder o ganar votos por parte del gobierno es notoria.

Aun así, con esos grados de intervención, la vocación de Kirchner era intervenir –salvo en casos extremos donde la estatización era inevitable porque el costo de no estatizar era superior al costo de hacerlo– o en todo caso poner algún amigo en la empresa, y lograr por algún medio –que nunca era bueno– alinear los intereses de la empresa con los del gobierno. Pero siempre teniendo en cuenta que la empresa privada debía estar allí como actor, porque Kirchner sabía que no tenía estado como para estatizar, y si se estatiza sin estado lo más probable es que la empresa quede en poder de los sindicatos. Y para la cabeza de Kirchner era mucho más ventajoso tener que disciplinar a un empresario, al que lo podía estigmatizar como al culpable de todos los males –sobre todo en un país donde la riqueza está penalizada–, que a un sindicalista que habla en nombre de la justicia social frente al gobierno. Este mundo era el mundo Moreno, donde intervienen la AFIP, la SIDE, el escrache público, pero el operador de la economía sigue siendo el empresario.

A partir de las elecciones de 2011 la Presidente da un enorme salto de concepto en relación con estos problemas, un salto hacia el estatismo. Y lo decide, en parte porque lo que ella imaginaba como sintonía fina se reveló después que iba a ser bastante más traumático de lo que le habían explicado, además porque su relación de poder era mucho más favorable y en tercer lugar porque entiende que detrás de todo problema económico hay un complot político; estas tres razones principales la llevan a dar ese gran salto al estatismo.

Ello se manifiesta en tres medidas de extraordinaria importancia. En primer término la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central que sacrifica la calidad de la moneda al financiamiento del Tesoro. El Banco Central, que tenía como principal y casi única misión “mantener el valor de la moneda” (Artículo 2 de la Carta Orgánica), ahora cubre otro objetivo, a primera vista muy razonable: “preservar la estabilidad fiscal”. Deja de ser razonable cuando decimos que preservar la estabilidad fiscal es generar inflación a través de la emisión para financiar al gobierno. Esto significó un enorme avance del estado por sobre la vida de todos nosotros, que se paga todos los días, y más la pagan los que menos tienen, al fomentar la inflación que es en sí misma un fenómeno de producción de pobreza.

La segunda medida que va en la línea del estatismo, la más llamativa, la más impactante, perniciosa sin dudas, es la estatización de YPF.

La tercera medida, cuya gravedad es la que me inclina a afirmar que lo de YPF fue lo más importante, es la estatización del superávit comercial. En eso consiste el cepo cambiario, es decir que el estado decide quedarse con todos los dólares. Esa medida, como ustedes saben, tuvo un extraordinario impacto, porque el gobierno mediante ella determinó una recesión, construida por el gobierno. A la par con la estatización de YPF es una de las estrategias que se dio el gobierno para enfrentar la crisis energética que él mismo había generado. Porque los dólares a los que no pueden acceder los importadores son los que necesitaba ENARSA y ahora necesita YPF para pagar los barcos que entregan el gas al contado, gas que nosotros pagamos 17 dólares el millón de BTU (cuando el modelo nacional y popular le paga al productor local 2,50 “para defender lo nuestro”).

Estas tres medidas supusieron un cambio conceptual en el plano de la economía. Y ese cambio conceptual se extendió después al plano de la política y de la vida institucional, que es el problema al que estamos asistiendo ahora. El conflicto con los medios, que era un conflicto de poder por parte de Kirchner, ha sido revestido por Cristina de una densidad ideológica que lo vuelve mucho más agresivo y sin duda irreversible. Esa densidad ideológica viene dada por una idea principal de este gobierno, la idea de que la vida democrática no es el ámbito donde conviven distintas legitimidades: la legitimidad del Poder Ejecutivo, la legitimidad de la oposición, la de los jueces, la de la prensa, la de los líderes intelectuales o religiosos. Hay una sola legitimidad, el gobierno ha reclamado el monopolio de la legitimidad, que es el monopolio del voto al Poder Ejecutivo. Y esto la hace inferir a la Presidente que cualquier contradicción con el Ejecutivo implica en sí misma una sedición, que es una forma de golpismo.

Esto no es una deducción que uno hace de las conductas de la Presidente, esto es lo que ella dijo en el balcón de la Casa Rosada el 9 de diciembre cuando le advirtió a la Cámara Civil y Comercial, y también a la Corte en ese caso, que si convalidaba una determinada interpretación del artículo 161 de la Ley de Medios de Comunicación, quedaba asimilada a la Corte de 1930, es decir se estaría en presencia de un golpe de estado. Porque ir contra la voluntad del que manda es golpismo. Esto que empezaba siendo un argumento esgrimido delante de la prensa: ‘si ustedes quieren decir algo ganen una elección, de otro modo no tienen derecho a decir nada’. En el fondo, reducida es la misma idea que el otro día el líder de La Cámpora le dijo al periodista de TV Pública: ‘si querés opinar venía acá a juntar…’ –‘No, yo tengo derecho a opinar sin ir ahí a juntar nada’. Es decir, hay una sola legitimidad, hay un solo derecho que es el derecho del que manda. Esto, que estaba en el fundamento del conflicto con la prensa se extiende ahora al conflicto con la justicia, bajo el nombre engañoso de “democratización de la justicia”, en el supuesto de que todo debe ser democratizado. Hablábamos recién con Juan Carlos Cassagne y Ortega sobre su ensayo Misión de la universidad, donde habla de la ficción de que todo debe ser democratizado.

Soy consciente que en esta Casa, delante de ustedes, sería innecesario señalar esto. Pero lo señalo porque me parece que la crítica que se le hace al gobierno desde la oposición y aun desde la prensa, tiene un déficit, a saber, seguir pensando que estamos ante una desviación de un sistema de valores, de creencias y de reglas compartido. Que es la crítica que uno le podría hacer, por ejemplo al menemismo, que predicaba y entendía como más valioso el sistema republicano aunque lo transgredía, sobre todo en sus relaciones con la justicia. Ahora estamos en presencia de otro fenómeno, que es la propuesta de una sustitución de los valores en los que se basa nuestra vida en común y nuestro sistema político. Lo que antes se veía como una falla ahora se ve como un mérito.

Cuando la Facultad de Periodismo de La Plata le entrega un premio a Chávez, no está haciendo una broma, no es que se equivocaron porque les faltara información sobre lo que ocurre Venezuela. Entienden que la misión de la prensa es precisamente alinearse con el líder político de turno, porque atribuyen a ese líder la única expresión posible de la sociedad, la única expresión democrática dentro del país. Digo esto porque oímos que se dice con mucha frecuencia, incluso desde la oposición: pero Cristina, la libertad de prensa; Cristina, la división de poderes. ¡Eso era antes! Es como si me dijeran ‘Dios te va a castigar’ después de que me hice ateo. Más aun, ese discurso es reinterpretado por el gobierno en términos que refuerzan su propia posición: si el Colegio de Abogados o el Diario La Nación me dicen que están a favor de la división de poderes, entonces ¡está clarísimo!: como ellos defienden a los poderosos, a la clase dominante, etc., es de ellos que me tengo que cuidar’.

Quiere decir que estamos ante un problema muy radical de fractura en nuestro sistema de categorías, en la forma con que pensamos la realidad. Y esto implica la imposibilidad de aquello que fue materia de la primera homilía que pronunció quien iba a ser el Arzobispo de Buenos Aires inmediatamente después de que se enterara que iba a ocupar ese cargo: de que atenta contra el diálogo. Es imposible el diálogo donde hay una fractura de carácter ideológico en la comprensión y en la definición de las cosas.

Esta secuencia, que va desde aquellas medidas económicas de carácter estatizante a este avance sobre los derechos individuales, las garantías personales, etc., con la prensa primero y ahora sobre la justicia, a mi criterio tuvo una coronación simbólica que fue el acuerdo con Irán. Hay que agradecerlo, porque deja todo claro al marcar la ruptura: la disolución del último pegamento que quedaba entre la política exterior de la Argentina y el mundo occidental. Y además hay que reconocer la sinceridad con la que progresivamente fueron confesando cuál era la intención. Primero se quería sentar a los acusados para una indagatoria; al poco tiempo se nos explicó en el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso que esa era una intención en realidad secundaria, que lo que queríamos ahora era saber quién había encubierto al verdadero culpable, y que para saberlo íbamos a formar una Comisión de la Verdad con los iraníes, que nos van a ayudar a descubrirlo. Sería una acción auto-incriminatoria, porque quien originó la idea de la pista iraní y además creó la fiscalía y alimentó esa fiscalía y la financió, etc. es el gobierno a través de la SIDE.

Pero tampoco esa era la verdadera intención, el sentido final de este acuerdo lo expresó la Presidente en un twit –no estoy haciendo una broma, es literal– que puso en circulación antes de enterarse de la muerte de Chávez. Busquen en la lista de twits de Cristina el anterior a la muerte de Chávez y verán que ahí ella explica que el acuerdo con Irán es un aporte a la pacificación universal, porque los argentinos no vamos a admitir que Rusia y Estados Unidos nos lleven a una guerra de religión entre Irán e Israel. Vamos a hacer este aporte porque ella supone que va a tener un rol en el Yalta posterior a la próxima guerra mundial que se va a desarrollar el año que viene (risas). Esto que provoca gracia es la idea rectora hoy de la política exterior de la Argentina. Para que vean que no es gracioso, les digo que en el Departamento del Tesoro de los EE.UU., hay un señor llamado David Cohen. No es un hombre conocido, pero es el Encargado del Departamento del Tesoro para los Temas de Seguridad Internacional, Terrorismo y Narcotráfico. Por ejemplo, es el funcionario al que el año pasado Obama mandó a China para decirles que no podrían seguir comprándole petróleo a Irán. La Argentina, desde el acuerdo con Irán, está puesta como tema en la mesa de este señor, mesa en la cual se cruzan asuntos de política internacional con asuntos de economía internacional. Nos hemos comportado de manera tal que hemos conseguido quebrar lo que los americanos llamaban frente al gobierno de Cristina la “indiferencia estratégica”. Hemos dejado de ser indiferentes a las principales cancillerías del mundo lo cual, para nuestro narcisismo no deja de ser bueno.

Si alguien se preguntaba cuál es el límite, hasta dónde va a llegar, diría Cristina ¿qué es lo que ustedes piensan que yo jamás sería capaz de hacer? Arreglar con Irán la causa AMIA, miren cómo lo hago! Es un mensaje para Magnetto, para Scioli, para los jueces, para todos aquellos que se están preguntando hasta dónde puede llegar ella: hasta cualquier lado. Porque tiene un problema muy torturante, mortificante, y es que le falta tiempo.

Bergoglio, siendo arzobispo, tenía como una especie de dialéctica propia en la cual la idea se subordinaba a la realidad, entre la realidad y la idea predominaba la realidad. Las inundaciones de La Plata frente al relato de la década ganada, serían un ejemplo de esto. La unidad del consenso prevalece a la larga frente al conflicto; es decir los líderes que saben construir consenso tienen al final más poder que el líder que solo construye poder a partir del conflicto. Estamos ante un gobierno que en cualquier escenario tiene como único instrumento el conflicto.

El todo es superior a las partes e incluso a la suma de las partes. El verdadero poder lo tiene aquel líder, aquel grupo que logra desencadenar un proceso, no necesariamente aquel que ocupa todo el espacio. Cristina tiene una estrategia, que la estamos viendo ahora en el Congreso, de ocupación de todo el espacio; ahora también lo que dice Conti. “Necesitamos ocupar, no sólo el espacio del Poder Ejecutivo, que lo hemos saturado en el orden nacional y en las jurisdicciones inferiores, sino también necesitamos convertir al Congreso en una escribanía y además queremos saturar con nuestra presencia al Poder Judicial.”

“¿Saben cuál es mi problema?: 2015. Esa estrategia de saturación funcional o espacial choca contra el problema de que no tengo tiempo.” ¿Y por qué la falta de tiempo es tan acuciante? “Porque me he metido en guerras, no tanto objetivas sino subjetivas, que no me dejan dormir. He armado conflictos de tal naturaleza y he hecho determinadas cosas a otros, que me obligan a quedarme. No concibo la vida fuera del poder”. Este dilema es el que regula la conducta del gobierno. Y este objetivo de quedarme es superior a la obtención de popularidad; así se explica lo que a veces parece inexplicable.

Digamos, ¿porqué se discute a libro cerrado la reforma judicial en el Congreso? Está muy claro: la Presidente sabe que es impresentable. Es obvio que dicha reforma no encierra el menor beneficio –como decía el Dr. Fonrouge– para aquellos que son beneficiarios o víctimas del sistema judicial argentino. Es una apropiación de poder por parte de un caudillo, de un poder que estaba medianamente distribuido en la sociedad. Les recomiendo el libro Por qué fracasan los países, donde se describe cómo funcionan las oligarquías extractivas. Así como hay actividades económicas extractivas, hay modelos políticos donde el poderoso extrae poder de la sociedad. Están buscando ya el no convencional, para plantearlo en términos extractivos, están buscando ya el todo el poder. Porque quedarse en el poder se ha vuelto más importante que quedar bien ante el pueblo. Esto es extraordinario en un gobierno populista y en un gobierno demagógico, cuya función es sonreír. “Pero estamos dispuestos ya a no sonreír, con tal de quedarnos. Vamos a tener que violentar determinadas cosas que son feas de violentar.”

¿Dónde se conectan los dos fenómenos, este avance del estatismo con este problema? En que la única candidata posible de este programa que empezó con el cepo, siguió con la Carta Orgánica del Banco Central, con la reforma del mercado de capitales, con la estatización de YPF, avanza sobre los medios y sobre la justicia, y termina pactando con Irán, la única candidata posible de esta agenda hoy en la Argentina, no puede ser otro que Cristina. ¿Quién sería el sujeto político capaz de ir a las elecciones con esta agenda? Conceptualmente esa agenda implica la reelección. Sobre todo porque tienen un conflicto con Scioli, conflicto que aparece muy temprano. Y ¿cuál es el problema con él? La Presidente obtiene el 54% de los votos, saca 37 puntos al segundo, gana las dos Cámaras, gobierna en casi todas las provincias, avanza sobre fueros que ya tiene colonizados, como el Federal, el Contencioso Administrativo, etc.; el único problema es el tiempo, el año 2015. Y es un problema delicado, porque si quiere modificar la Constitución es muy difícil hacerlo de arrebato. Los vivos lo hacen temprano, cuando aparentemente no es necesario hacerlo. Un día le pregunté a Corach cuándo ellos habían pensado en la reforma y mirándome con cara de asombro me dijo que lo habían pensado el primer día. Esa es una cosa que se pide cuando nadie las necesita, no cuando ya hay cinco candidatos pensando en la sucesión.

Frente a este cuadro hay un problema adicional: tengo a 50 kilómetros un personaje extrañísimo que mide lo mismo que yo sin hacer nada (risas), y que además es de mi partido. Y lo llevé en mi lista todo el tiempo, aun cuando no era candidato lo puse en ella. Ese personaje, que es Scioli, a los dos meses, tres meses de haber obtenido ella el poder que obtuvo, sale diciendo que él quiere ser el próximo candidato si ella no acepta serlo. “Me trae dos problemas, primero ya el de la reelección, que yo no quería todavía instalar, me lo instaló él. Y además le avisó a todo el mundo que en caso de que eso no salga ya hay con quien hablar.” Y después se puso a pensar una estrategia: “¿A mí qué me conviene? Es bastante obvio, si yo acabo de decir si va ella yo me corro, entonces me conviene que ella no sea.” Él cree que hay un milímetro cuadrado en el cerebro de Cristina capaz de admitir que él podría declararse neutral frente a algo que no le conviene. Cuando él dijo que si ella no iba iría él, el mensaje fue:”Voy a trabajar para que vos no seas”. Así lo interpretan en el gobierno, pero además lo está haciendo. Miren a De Narváez, cuando el otro día le preguntan si es verdad que tenía un pacto con Scioli, que se supone que es la persona a quien él se opone, contestó que “esas son cosas que dicen para dañar al pobre gobernador” (risas).

¿Dentro de qué estrategia piensa Scioli todos estos datos? Él se dice: “Tengo que dejar que ella llegue sola a la conclusión de que no puede. Entonces hay que desear, o mejor provocar –por eso el acuerdo con De Narváez– que las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, las únicas importantes del año, sean suficientemente mediocres, que no le permitan a ella forzar una reelección frente a una oposición diezmada ni le permitan tampoco arrastrarme a mí en una gran derrota. Una vez que ese fuera el resultado, el peronismo naturalmente vendrá a verme, porque yo soy el más popular”.

Esta estrategia no ha incorporado un dato importante, el cual es que “las negras” también juegan, y que las negras son Cristina. Frente a esta estrategia Cristina ha decidido destruir a Scioli antes de la elección. No solamente porque él ha desafiado su liderazgo dentro del PJ, sino porque ella ve, con bastante razón, que Scioli es el candidato de sus enemigos. Si el día que ella pacta con Irán Scioli sale casi clandestinamente a pedir una entrevista con Kerry, y además Scioli jamás dijo que Magnetto es un mafioso, ¿por qué voy a pensar que él puede ser un heredero solidario del esquema de poder que yo he montado? Scioli es para Cristina lo que Duhalde empezó a ser para Menem el día que se supo que en el excalibur de Yabrán estaba el número de Ramón Hernández. Ese día Menem le mandó dos emisarios a Duhalde a decirle de su parte que nunca iba a ser presidente de este país. Y le cumplió, porque fue presidente por la Asamblea Legislativa.

El riesgo de todo esto es que el modo en que se ha decidido procesar esta pelea es en lo fiscal, es decir que eligieron llevar adelante una guerra fiscal contra la Provincia de Buenos Aires. Uno se pregunta: cuando estatizó YPF ¿sabía lo que estaba haciendo?, es decir, ¿logra los resultados expresos de aquello que pretendían? No. Cuando puso el cepo ¿se dio cuenta de que generaba una recesión? No. Cuando pacta con Irán ¿se da cuenta de que está tocando un cable de 500 kw en el sistema internacional, que puede meterse en una guerra? No. Cuando decide desahuciar a la Provincia de Buenos Aires ¿se da cuenta del daño que le hace al gobierno nacional? Tal vez no. Esto es muy importante, no porque nos interese la interna entre Scioli y Cristina; es importante por algo muy anterior a eso. No es para nada indiferente para la macroeconomía del país y para la percepción externa de esa economía que, además, se ponga a la Provincia al borde de la quiebra. Estaríamos ante una noticia de carácter específicamente económico de gran dimensión, lo cual nos obligaría a pensar de otra manera todos los demás temas, incluso la interna entre ambos. No sé qué efecto habrá producido en la cabeza de la Presidente el caso de las inundaciones, porque es como una especie de adelanto de cómo un gran drama en dicha provincia contamina también al gobierno nacional.

Estamos de nuevo frente al eterno problema sucesorio del peronismo, esta vez en un sistema político que no logra recomponerse, con actores que piensan aprovechar ese problema sucesorio, por ejemplo Macri. A él le gustaría sentirse el De la Rúa de este nuevo Menem que es Cristina. Es decir una variable dependiente del PJ, que por otra parte es lo que Macri ha pensado casi siempre respecto de su carrera política. Y eso frente a un no peronismo, por llamarlo de alguna manera, pulverizado, que está haciendo en estos días algunos esfuerzos de síntesis como los que vemos en la Capital Federal y en la Provincia de Buenos Aires.

Creo que la elección de la Provincia de Buenos Aires es una enorme incógnita. Me parece que el gobierno no contempla la introducción de un nuevo factor en la vida pública y en la percepción del gobierno. Tengo para mí que la incompetencia, el mal gobierno, el no saber hacer las cosas…. El otro día leí un twit extraordinario de alguien que tiene identidad falsa en twitter, que decía (esto salió cuando festejan la recuperación de la Fragata Libertad): “Ata un nudo, lo desata, festeja como un mono drogado: el kirchnerismo”. Esta frase sintetiza que de a poco el problema de la mala praxis administrativa, el no saber hacer las cosas, la incultura (que se pone de manifiesto en las muertes de Once que marcaron un final abrupto en la recuperación de poder y de encanto que tuvo Cristina después de las elecciones). Incapacidad que se pone de manifiesto en el desbarajuste cambiario, en el trabalenguas que es la política energética con un episodio que todavía se está ocultando, gravísimo. Es el estallido de la destilería de La Plata, tal vez el accidente industrial más grande de la historia argentina, donde aparentemente no pasó nada pero acabamos de poner precios máximos a los combustibles para poder socializar con las demás empresas la importación que vamos a tener que hacer. Toda esta incapacidad, más el episodio dramático de La Plata configura ya un problema de degradación de la calidad del gobierno que, a mi juicio, va a empezar a competir con otros de sus rasgos negativos definitorios, como por ejemplo el estilo autoritario.

Se empieza a imponer una de las reglas de Bergoglio: la realidad por sobre el relato. De manera muy traumática para mucha gente, sobre todo para los que están menos dotados de recursos para pensar la política, porque se produce un enorme desajuste entre las palabras y las cosas, entre lo que me prometieron y lo que se cumple. Me dieron el plasma televisivo pero ahora me doy cuenta de que me dieron también la inundación; ahora me doy cuenta de aquello que no me dieron, y eso empieza a gravitar. No sé qué efecto va a tener en la elección que viene, pero me parece que estas “cosas” por encima de las palabras hacen que sea de final abierto si se polariza. Por eso la estrategia de muchos, por ejemplo la De Narváez, es salir segundo en la PASO, pensando que con esa polarización logrará mucho a su favor.

Estoy seguro de que la cuestión que acabo de describir va a tener un enorme impacto en la elección presidencial. Es decir, en un país que se conforma cada vez con menos vamos a pedir al menos, que el próximo que nos gobierne sepa algo. Respecto de lo demás, me parece que el panorama político está tan dominado por la fragmentación, por la imposibilidad de presentar un discurso alternativo, de generar una estructura, que deja todo en manos del azar. Es decir, estamos ante un gobierno en condiciones de perder, pero todavía no encontramos una oposición que esté en condiciones de ganar. Muchas gracias.


-Dr. Fonrouge: Muchas gracias a todos y especialmente a nuestro invitado.
La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires