29 de Agosto- Se celebró el día del Abogado

La celebración se llevó a cabo el 29 de agosto. Se inició con una Misa en acción de gracias en la Iglesia Mater Admirabilis. En la oportunidad se recordó a los Socios fallecidos durante el Ejercicio. Por la tarde se hizo entrega de las distinciones a los socios que cumplieron 25, 30 50 y 60 años como Socio, y 50 y 60 años en la Profesión.


Palabras del Presidente del Colegio, Dr. Raúl Aguirre Saravia



Señores consocios, colegas, amigos y familiares. Muchas gracias por vuestra presencia en este acto que realizamos todos los años para celebrar el Día del Abogado, donde se recuerda el nacimiento de Juan Bautista Alberdi. En el año 1959 la Federación Argentina de Colegios de Abogados instituyó este día en homenaje al ilustre prócer, en reconocimiento a la excelencia del gran jurista tucumano, cuya obra fue no sólo la más sobresaliente en ciencia política y derecho constitucional de su época, sino también la de mayor trascendencia en la formación institucional de nuestro país.

Quiero citar las palabras de uno de los homenajeados en este acto, quien también es académico de Ciencias Morales y Políticas, el Dr. Marcelo Urbano Salerno. En uno de sus trabajos sobre las Bases y la influencia de Pellegrino Rossi, refiriéndose al jurista sostuvo que fue el más agudo testigo de su tiempo, el espectador permanente de la organización jurídica de esta joven república, un visionario cuyo temperamento emotivo y nervioso, no le permitió ser el actor principal de los acontecimientos. Antes de actuar, observando un horizonte más vasto, prefirió meditar y resolver las encrucijadas de la época.

La creatividad de Alberdi se manifestó en las Bases, el libro que le valió mayor prestigio y gravitación entre nosotros. Es un sistema orgánico que persigue edificar la grandeza de las Provincias Unidas del Río de la Plata sobre pilares sólidos. A la luz de nuestra realidad institucional actual, hoy seguimos en deuda con Alberdi en la consolidación de nuestras instituciones. Nuestro Colegio de Abogados es una asociación que congrega a quienes ejercen una misma profesión, pero esa coincidencia no se refiere a intereses meramente gremiales, sino que se proyecta a miras superiores relacionadas a los aspectos más nobles de la profesión, a los avatares que enfrenta nuestro estado de derecho en el que aspiramos vivir, a la confrontación entre el imperio de la justicia y los intereses mezquinos que a veces movilizan a quienes ejercen el poder de turno.

Al repasar la lista de los homenajeados advierto claramente que no se trata solo de un recordatorio a los años transcurridos o a la supervivencia de los socios que hoy reconocemos. Se encuentran entre los presentes ex magistrados, académicos, profesores titulares y consultos de distintas materias universitarias. Abogados reconocidos por su actividad profesional, pero fundamentalmente hombres que han vivido su profesión con verdadero amor y compromiso por el derecho.

El año pasado, con motivo de esta misma fecha, sostuve que no era casualidad en ese momento que se hubiera designado al Dr. Jorge Mazzinghi, reconocido especialista y maestro de Derecho de Familia, para hablar en representación de los socios homenajeados, cuando se había vapuleado hacía pocos días la institución del matrimonio, con motivo de la modificación que permitió el enlace entre personas del mismo sexo. Hoy considero que tampoco es casualidad que se haya designado al Dr. Jorge Reinaldo Vanossi para que nos hable en representación de los homenajeados, cuando nuestro país enfrenta permanentes atropellos a la división de poderes y a los principios básicos de nuestro ordenamiento jurídico. El Dr. Vanossi es un reconocido académico y constitucionalista, profesor titular de la materia, ex legislador y candidato nuevamente para integrar la Cámara de Diputados. Muchas gracias.

Palabras del Dr. Jorge Vanossi



Es un privilegio tener la oportunidad de poder transmitir a los colegas algunas modestas reflexiones que emanan de quien ya ha cumplido más de medio siglo de ejercicio profesional. Ante todo, es bueno tener en cuenta que la jornada de hoy no consiste en un “acto” más. Lejos de eso, se trata de una “ceremonia” de homenaje a Juan Bautista Alberdi y donde somos honrados con la condición de veteranos y, que al propio tiempo que es la recompensa por el esfuerzo realizado, se convierte en el estímulo para proseguir con nuestra actividad vocacional. Al decir que se trata de una “ceremonia”, queremos significar que es una “acción” establecida por normas y por costumbres, para brindar reverencia y honor a un acontecimiento significativamente importante, con toda la solemnidad que éste merece y que le corresponde a un acto público. Con lo dicho, pretendemos remarcar que lo de hoy no es una mera “formalidad” sino la necesaria invocación de Alberdi en momentos de alta incertidumbre acerca de la suerte institucional del país.

Hoy, asimismo, equivale a una invitación para tener una visión promisoria, ya que sin que medie estipulación o pacto alguno que favorezca a alguien en particular, mantenemos presente el compromiso de defender derechos y libertades. Compromiso es mucho más que promesa; y de lo que se trata es de abarcar el conjunto de los derechos: individuales, sociales, políticos, etc.; y de todas las libertades que forman parte de la dignidad de la persona humana.

En este tránsito que resta, no deberemos arredrarnos ante las cisuras que aparezcan en el camino, o sea, las roturas y rupturas que sutilmente se producen en el devenir. Siempre habrá alguna herida en la vena; pero ello no será excusa para la rendición; y de aquí se desprende una primera reflexión: no perder la “identidad”, que es el hecho de ser alguien, de ser el mismo que se supone o procura. Cuando se pierde la identidad, le acontece al abogado –como a todos los demás seres y también a la mayoría de las instituciones- que se alejan de la “pertenencia” y, como consecuencia de ello, la membresía lo desprecia a aquél que borró su identidad.

Intentaré compartir con los colegas algunas máximas para el buen manejo de la triple condición de aptitud, vocación y dedicación que exige el ejercicio de nuestra profesión: 1) De los pensamientos señalados por Ángel Osorio y Gallardo y por Eduardo Couture, hay uno que resume a todos los demás: “No pases por encima de un estado de tu conciencia”, ya que ésta es el límite infranqueable. 2) No caer en la tentación de convertir a la litis o controversia o dictamen propio de la abogacía en el conventillo del escándalo (sic). Afirmaba Popper que debe rehuirse caer bajo la ley de la adicción a las especies picantes, idea ésta que el ilustre pensador referenciaba con el “amarillismo” mediático, aunque algunas veces también hay una tentación por trasladar esa adicción a una abogacía “amarilla”, reñida con la ética. 3) Buscar la sustancia de las cosas, no conformándose con la denominación que convencionalmente o caprichosamente se le asignen a las mismas. 4) Guardar siempre la “cortesía” –con los colegas, con los magistrados, con todo el prójimo-, puesto que el “estilo” es anterior y superior a la moda, ya que aquel es perdurable mientras que ésta –la moda- es pasajera. 5) Que la fuerza del idealismo no enerve el conocimiento objetivo de la realidad, para que no se malogre el ejercicio de esas fuerzas y así se preserve la debida proporción que debe haber entre el medio elegido y el fin perseguido: lo que equivale a la definición misma de la “razonabilidad” que deben contener los actos y las actividades. 6) Recordar que la jactancia y el exhibicionismo farandulesco son efímeros. Lo que vale es marcar a fondo la huella, con tenacidad, venciendo o sobreponiéndose a los interludios “abandónicos” que amenazan con “la quiebra de nuestras certidumbres”.

Breves pensamientos para los que hemos transitado por distintos senderos. Veamos algunos: Para los que se comprometan con pasión por la efectiva vigencia del derecho, que no se confundan ante declaraciones retóricas, ya que la expectativa de la sociedad es algo mucho mas denso y fuerte que la reiteración de “declamaciones” y promesas incumplidas. Viene a colación la advertencia de Ihering, cuando señalaba que un derecho que no se realiza no es tal: podríamos llamar a esto el derecho a la autorealización del derecho. Por su parte, Portalis sostuvo algo igualmente terminante: el derecho es voluntad. Y en nuestro país, al iniciarse la publicación de las sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (año 1863) se prologó la obra definiendo la actitud de los custodios del derecho con el recaudo de su “serena firmeza”.

Para los que tomaron o aspiran a tomar el rumbo de la judicatura, es necesario que estén dispuestos a aplicar toda la energía jurisdiccional que sea necesaria para que sus sentencias no se transformen en letra muerta. Un acto judicial que no se cumple o no se acata, es toda una frustración. Vale la pena recordar que en el Fuero de Aragón –que fue anterior a la Carta Magna- el magistrado llamado “el Justicia” tenía potestades de ejecución que llegaban al extremo de poder derribar los obstáculos materiales que impidieran el cumplimiento de sus resoluciones, aún frente a la voluntad del Rey. ¿Por qué no aplican todos los jueces las “astreintes” que contemplan el Código Civil (como hacen los jueces franceses); por qué no proceden frente al “desacato” de sus resoluciones con las sanciones que en el derecho anglosajón se aplican por agravio al tribunal (Contempt of Court); por qué no dar cuenta al fiscal de turno de la eventual comisión del delito de desobediencia o incumplimiento de los deberes del funcionario público (Código Penal)?. La sociedad argentina espera una pronta respuesta al respecto.

Para los que eligieron el camino de la enseñanza–aprendizaje, que tengan presente que: A) La clase no se da, la clase se hace; lo cual implica que es una obra en común, que es una tarea colectiva, que requiere un alto nivel de “participación”. B) Como también reza una máxima: “Temerás a la rutina como a la peste”; lo que exige renovación permanente, actualización constante e imaginación activa. C) No utilizar la cátedra para imponer con temor reverencial la adhesión a las doctrinas del docente: es bueno que el catedrático tenga ideas propias o adhiera a escuelas determinadas, pero es malo y nocivo que pretenda imponerlas, puesto que la libertad de criterio pertenece -en última instancia- a los destinatarios que son los estudiantes. D) Dar testimonio de la existencia de las brechas que median entre el “deber ser” y el “ser”, para no fantasear con panaceas y, en cambio, sí para galvanizar el ánimo y los bríos que son necesarios para achicar ese desconcertante vacío, que tanto desanima a los cultores del Derecho y de la Justicia.

Cuando se asumen responsabilidades de gobierno, que es otro destino posible para muchos abogados, hay que tener presente la necesidad de actuar de tal manera que se pueda evitar el descreimiento o la indiferencia, tanto como el desaliento y el desánimo. Valga como ejemplo, un famoso debate parlamentario entre un Ministro y un Senador, ambos abogados, en que uno de ellos le dijo al otro: “Yo doy razones, pero lo que no puedo encontrar es su entendimiento...”. El gran escritor y humorista inglés Chesterton había dicho algunos años antes, algo parecido, al reprochar a sus contendientes con la siguiente reprimenda: “No es que no puedan ver la solución; es que no pueden ver el problema...”. Hay que recordar que tarde o temprano todos debemos rendir cuentas y que la más dolorosa de las sanciones puede llagar a ser la del repudio y consiguiente segregación que nos apliquen los conciudadanos y la sociedad en general.

Cuando se opta por la lucha o la labor legislativa, me permito como abogado y ex parlamentario recoger las lecciones siguientes: 1) No ver en el contrincante a un enemigo; solamente son “adversarios” o “competidores”, a veces permanentes, pero también en muchos casos lo son ocasionalmente. 2) No resignarse con la “retirada”, afirmando una supuesta inutilidad actual de todo esfuerzo. Ese facilismo no es constructivo; además es un mal ejemplo para el prójimo. Y merece recordarse la tenacidad que predica el dicho de los hombres de “tierra adentro” cuando al observar el firmamento comprueban que “nunca la noche es tan oscura como en el instante previo al amanecer”. Y es así, puesto que al cabo de ese instante llega la alborada. 3) No perder ni dejar que nos roben la alegría de la vida. Ni pesimismo fatalista, ni ilusionismo mágico; hay que encontrar en el esfuerzo del trabajo la gratificación o la satisfacción que nos puede dar en algún momento la profesión que hemos elegido. 4) Ni arredrase ante al adversidad, ni dar pábulo frente a la amenaza del obstáculo. Lo que sí hay que tener siempre a mano, es la disposición mental para ejercitar el vigor argumental. Jorge Luis Borges cuenta en su historia de la infamia (uno de sus relatos mas cautivantes) que un caballero inglés entró a una taberna y tomó asiento en la barra del pub; pidió una bebida y, de repente otro parroquiano que se le acercó, le arrojó a la cara el contenido de la suya; y ante tamaña sorpresa agresiva, el caballero le preguntó al intruso desmedido: “Perdón ¿Cuál es su argumento?”.

Colegas y amigos: el gran Sarmiento (el primer profesor de Derecho Constitucional de la U.B.A.) exclamó en un fuerte debate que “para tener derechos, hay que vivir en el derecho”. Con esto quiso decir que hay que elegir entre la “ley de la selva” o el estado de derecho, y que, por lo tanto, el derecho es igualmente obligatorio para todos, ya que deben respetarlo tanto los gobernantes como los gobernados. Y en una ceremonia tan significativa como ésta, Juan Bautista Alberdi en discurso que pronunciara en el acto de graduación del 24 de mayo de 1880 –en cuya oportunidad fue nombrado Miembro Honorario de la Facultad- tituló su alocución de la siguiente manera “La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” (Tomo IX “Obras Selectas”, 1920). En la actualidad el tema sigue siendo el mismo, aunque la omnipotencia puede provenir de las más variadas fuentes: los poderes públicos, los antipoderes o contrapoderes, los poderes de hecho, los grupos de tensión, etc. No hay que resignarse ante ese estado de cosas. Lo que corresponde es poner coto a la arbitrariedad, del mismo modo, que hay que poner límites a la desviación del poder y al “abuso del derecho”. En todo caso hay que reclamar y practicar el derecho a la efectividad del derecho, porque un derecho que no se respeta es el primer paso en la pendiente y el precipicio hacia una eventual anomia generalizada. Por lo general, la violación de derecho se inicia en una etapa que no reviste el carácter de un delito penal, pero sí -en cambio- asume la proporción de una grave falta moral: El engaño.

Por último: no hay que desanimarse frente a la adversidad, ésta siempre estará en conjura o en acecho, pero no importa: la que habrá de triunfar es la perseverancia, siempre y cuando vaya acompañada de una sana autocrítica (ya que errare humanun est) y de la conciencia sobre las propias limitaciones.

El gran humanista Romain Rolland, que presenció la tragedia de la primera guerra mundial y que era un europeísta con vocación universal, proclamó que “el honor de la virtud consiste en luchar, no en vencer” Es profundo el significado de esta afirmación, mas allá de que pueda parecer un signo de resignación. Claro está que es más fácil desertar. Siempre hay una tentación: el hedonismo de la “dejación”.

Un orador romano apuntó lo siguiente: “Si quieres ser viejo mucho tiempo, hazte viejo pronto”. Y tenía razón, habida cuenta que el mejor remedio consiste en alimentar a diario el rejuvenecimiento de la mente. ¿Por qué? Puesto que la “juventud” no es un calendario: es un estado del espíritu. Si buscamos en el diccionario de la RAE, veremos que en la palabra “juventud” hay varias acepciones de las que rescato un par: Por un lado, juventud es energía, vigor, frescura, y, por otra parte, juventud significa una alusión a los “primeros tiempo de algo”. Esta es la significación que más me place; y por ello, mis queridos colegas, los invito a sentirse siempre así, es decir, dispuestos a comenzar algo más, que si es nuevo será mejor; y al hacerlo, siempre pensando “en positivo”.

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La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires