165º Almuerzo de Confraternidad

El 25 de febrero, se llevó a cabo el 165º Almuerzo de Confraternidad, fue expositor el diputado Federico Pinedo, quien se refirió a “La respuesta de las Instituciones a la pretensión autocrática en el ejercicio del poder”.


Palabras de apertura del Dr. Enrique del Carril


Buenos días a todos. Para este encuentro, que es mi despedida, porque es el último almuerzo de confraternidad que presido en el Colegio, hemos invitado al Dr. Federico Pinedo. Todos lo conocemos, así que sólo voy a dar algunos detalles de su trayectoria. Es abogado por la UBA, es socio del Colegio, ha trabajado en la profesión, ha sido concejal de la Ciudad de Buenos Aires de 1987 a 1991, sub-interventor de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, diputado nacional reelecto, y actualmente presidente del bloque del PRO. Nuestro interés hoy es que nos explique lo que está pasando con los Decretos de Necesidad y Urgencia y especialmente con el Fondo del Bicentenario.

Es importante escucharlo, porque si nos despojamos un poco de la pasión que todo esto nos produce, hemos de reconocer que estamos viviendo una etapa muy interesante de la política argentina. Si queremos mirar las cosas con alguna esperanza, creo que desde el 28 de junio ha cambiado el panorama político. Tenemos una oposición que parece dividida pero que da algunas señales claras de coincidencias en asuntos de peso, en políticas de Estado, que además coinciden con alguna prédica que viene haciendo este Colegio desde hace varios años, cuando decíamos que la oposición debía ponerse de acuerdo en tres o cuatro temas, como el Consejo de la Magistratura, el control de los DNU, la coparticipación federal y los superpoderes. Hoy creo que desde aquí podemos ver con satisfacción que esos temas están en agenda, y que hay coincidencias. Federico nos podrá decir si son grandes o menores, pero al leer los diarios comprobamos que hay una preocupación. Le dejo la palabra al Dr. Pinedo para que nos hable de estas cosas.

Exposición del Dr. Federico Pinedo


Muchas gracias.
No voy a presentar una conferencia sino una charla. Primero les quiero agradecer que me hayan invitado a hablar en el día de la asamblea, siempre me produce una emoción especial hablar acá en el Colegio, he hablado algunas veces ya. Me parece que los temas de hoy como la política, los DNU, el Congreso y el futuro político de los próximos meses y años, compendian el tema del autoritarismo. En la Argentina hay una tradición autoritaria muy fuerte, yo me eduqué en una casa que siempre pensó en lo que consideraba las partes buenas de la Argentina. Es decir, la Argentina abierta, la Argentina del estado de derecho, la del respeto por las instituciones, de la división de poderes, de la supremacía de la Constitución. También el tema de un país donde el Poder Judicial podía poner límites a los otros poderes, especialmente al legislativo. Simplemente por una frase pequeña de la Constitución, la que dice que “los derechos y garantías constitucionales no pueden ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”. En base a esas pocas palabras la Corte Suprema, en sus primeras intervenciones, procedió a declarar inconstitucionales algunas leyes y a garantizar la supremacía de los derechos individuales, la supremacía de la Constitución sobre los poderes constituidos. Sin embargo, también es verdad que hay otra Argentina que muchas veces nos esforzamos por ignorar, que es la Argentina del poder por sobre el derecho, de la voluntad sin límites del que manda, lo que es una tradición formidable en la Argentina.

Sin duda, hay algunas cosas que definen a nuestro país. Primero la Constitución, que por un lado muestra a la Argentina civilizada, la del “deber ser”. Pero que por otro lado, con la cantidad de preocupaciones y límites, y hasta comentarios que tiene en su articulado, también deja a la vista que la Argentina también es otra cosa.

Así como la Constitución refleja lo que fue nuestro país y después lo que siguió siendo, también lo refleja el Poema Conjetural de Borges, sobre la muerte de Francisco de Laprida, donde relata que “lo están corriendo los caudillos para matarlo en los pantanos”. Mientras tanto Laprida pensaba “yo que estudié las leyes y los cánones… yo que pensé ser otro, ser un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes, a cielo abierto yaceré entre ciénagas”. Se estaba enfrentando a la otra Argentina, que era el gaucho que venía a perseguirlo y que finalmente le hace sentir “el íntimo cuchillo en la garganta”. En ese momento Laprida dice que “le endiosa el pecho un júbilo secreto”, no ataca a la otra Argentina, sino que exclama “por fin me encuentro con mi destino sudamericano”. Sin duda ese verso de Borges también refleja la realidad de la Argentina.

Deberíamos reflexionar sobre esto. Yo tengo algunos antepasados unitarios, pero también tengo otros mazorqueros, y creo que esto nos tiene que mostrar nuestra necesidad de conquistar la Argentina que no somos y que queremos ser; tendremos que hacerlo luchando por el derecho. Porque la conquista del derecho no es algo que se nos brinda, es algo por lo que tenemos que esforzarnos todos los días. Vivir en civilización quiere decir hacerlo con reglas previsibles de convivencia, que se respeten. Es una tarea compleja ciertamente, porque el hombre tiene una pulsión de que algunos mandan y otros obedecen, que ese es el sentido de la política. Y a su vez los que mandan tienen la pulsión de imponer su voluntad cada vez más, abusando del poder.

Yo diría que debemos reconciliarnos con los mazorqueros como parte de nosotros mismos, y desde ahí darnos cuenta de que tenemos que comprenderlos, saber cómo convivir con ellos, que tenemos que limitarlos, convencerlos de que hay otro modo de convivir en paz, más saludable para todos, con el mecanismo de la ley y del derecho. Se requieren para esto varias cosas, algunas culturales, y también el saber correrse del antagonismo de partidos, salirse del ‘nosotros contra ellos’ o de ‘los buenos contra los malos’. Poder correrse del dilema “civilización o barbarie”. Debemos ubicarnos en un piso superior, que nos permita darnos cuenta de que somos todos argentinos, que esa es una realidad que necesitamos aceptar, y desde ahí construir. Sabemos que no se puede construir la mitad del país contra la otra mitad, no se construye. Así caemos en situaciones de destrucción, que ya hemos vivido.

Recuerdo haber releído algunos artículos de James Neilson sobre la década de los setenta, artículos muy valientes que aparecían en el Buenos Aires Herald cuestionando la situación durante el gobierno militar. Y decía con bastante candor y sinceridad que cuando se mata a uno de los de ellos, a nosotros nos parece bien, y cuando matan a uno de los nuestros, nos parece mal. Ese sectarismo impide construir una convivencia en común, de modo que debemos tratar de superarlo, para lograr un piso de nacionalidad argentina de todos, con las cosas buenas y malas que tenemos.

Un segundo comentario que quiero hacerles se refiere a que cuando inicié mi función de diputado nacional me reuní con algunos colegas que querían colaborar con mi gestión. La gestión de mi partido allá en el año 2003 era muy difícil, porque éramos dos diputados, que debíamos atender a todas las comisiones de la Cámara (el otro es un consocio nuestro, el Dr. Jorge Vanossi). Me acuerdo que una vez, hablando con los colegas sobre la manera de colaborar en la gestión legislativa, surgieron los nombres de los tres políticos que habían manejado el país en los últimos veinte años –que fueron José Luis Manzano, Coti Nosiglia y Luis Barrionuevo–. Éstos hicieron varias cosas, como el Pacto de Olivos, la reforma de la Constitución entradas y salidas de la hiperinflación, gobernabilidad, y algunas otras cosas menores. Hablando de una de esas tres personas alguien dijo “es una bestia”, a lo que yo le contesté que lo conozco, que me parece que sin duda es muchas cosas, pero que seguro no es una bestia. Mi interlocutor me confesó que no lo conocía, ni a los otros dos tampoco. Entonces yo me extrañaba de que gente que maneja asuntos de inversiones de las empresas más grandes de la Argentina, no tuviera ninguna relación con tres personajes que manejaban el país. Es una cosa extraña, pero también es un tema de reflexión. Es algo que tenemos que superar y creo que afortunadamente lo estamos superando.

En este punto me acuerdo de un colega nuestro de la Cámara, Saúl Ubaldini, un hombre extremadamente respetuoso, amable, conceptuoso, educado. Estábamos trabajando en una comisión y había una diputada liberal que hacía mucho ruido cuando caminaba, porque estaba llena de pulseras y aros y tacos. Se sienta en la comisión a discutir algo y esta mujer dice, refiriéndose a cierta persona, “es un boncha” (dijo algo peor), a lo que Ubaldini le responde: “Mire diputada, en esta Cámara hay tipos más inteligentes y menos inteligentes. Más educados, menos educados; más trabajadores, menos trabajadores; más ladrones, menos ladrones. Pero le digo que boncha no hay ninguno, así que debería cambiar su enfoque.”


En esta primera parte de mi charla, que termina acá, quería destacar la necesidad de reconocernos como argentinos en nuestra diversidad, y que no tiene sentido cerrar los ojos frente a ella. Otro comentario es que tenemos que enfrentarnos a alguna gente que abusa de esta tradición argentina de no respetar las instituciones. Habrán oído que hay quienes dicen “los peronistas somos así”, y estas personas (no los peronistas en general) lo que quieren decir es “nosotros no tenemos por qué respetar ninguna norma, ningún acuerdo ni nada, porque lo único que importa es el poder”. Con esas razones, pretenden hacer lo que quieren.

Por otra parte, hay otras tradiciones políticas en la Argentina, por ejemplo entre los radicales. Se supone que son defensores de las instituciones y afirman que debemos respetar los compromisos, las reglas, etc. Van al recinto, han acordado votar un vicepresidente de la Cámara y la integración de las comisiones. Votan, contentos, respetando las instituciones. El presidente de la Cámara es peronista, los peronistas se levantan y se retiran. No pueden nombrar las comisiones, que eran los de ellos. Esto es lo que pasó ayer, es una especie de símbolo de lo que estamos hablando. Lo que ocurre es que hay un grupo de gente, no los peronistas, que abusa de esa tradición que si no se le pone freno sigue avanzando, como todos los abusos de poder. La única manera que todos conocemos en la política es el equilibrio, que un poder esté contrapesado por otro poder. Lo que no podemos hacer es quejarnos de que alguien abuse del poder, si no construimos un contrapoder que lo equilibre.

En definitiva esto es, ni más ni menos, la doctrina de frenos y contrapesos de los padres de la Constitución americana. Así que la democracia, la república, y la división de poderes, tienen cosas lindas para leer pero se requiere compromiso efectivo, fuerza, convicción. Se requiere pelear, exponerse, luchar por el derecho, construir poder suficiente como para contrarrestar el poder del otro de modo que no se abuse. Se requiere conseguir el apoyo popular necesario para contrarrestar otros apoyos populares. No es fácil muchas veces en un país des-institucionalizado enfrentarse a quien tiene el poder, cuando el poder es la única institución, y en eso hemos andado en estos últimos años.

El Fondo del Bicentenario es bastante representativo de dicha situación. Reconozcamos que un diputado nacional no es alguien demasiado importante, es una persona entre 257 personas. Los cuerpos colegiados típicamente son manejados por el 10 por ciento de sus integrantes, y dentro de ese porcentaje los que realmente toman las decisiones están dentro del 5 por ciento. De manera que ser un diputado nacional (salvo que se esté dentro de ese 5 por ciento) no es algo relevante desde el punto de vista de cantidad de poder. Pero en el Fondo del Bicentenario unos diputados francotiradores hicieron un planteo de inconstitucionalidad y ustedes ya conocen toda la historia. Lo que quiero destacar es que estábamos ante una situación que hacía temblar, porque se decidía sobre 6.500 millones de dólares e implicaba 3.100 millones de dólares de embargo efectivo sobre las reservas del país. Entonces, mover una pieza para los litigantes, que éramos nosotros, o para los jueces, significaba decidir sobre si la Argentina iba perder o no 3.100 millones de dólares con un simple movimiento, con desistir de un recurso, con desistir de una recusación (como se nos pidió que hiciéramos), o con otorgar una medida cautelar, u otorgarla con efecto devolutivo suspensivo. Estamos hablando de que Kirchner se quedaba sin 25.000 millones de pesos de gastos (el 10 por ciento del presupuesto) y la Argentina se podía quedar en el acto –con el embargo– sin 3.100 millones de dólares. Tomar estas decisiones no es agradable cuando cae en la cabeza unipersonal de alguien.

En esas condiciones una jueza argentina, a quien ustedes premiaron alguna vez por la calidad de gestión de su juzgado, la Dra. Sarmiento, tomó la decisión en soledad absoluta, contra el planeta, y después las otras dos juezas, también mujeres, lo ratificaron. No sé si fue casual que fueran mujeres, tal vez las mujeres tengan el coraje que los hombres a veces no tenemos. Ése fue un freno, desde una persona débil a un poder muy fuerte. Eso es la Constitución, eso es el estado de derecho. Es decir la frase del artículo 28 que dice que los derechos y garantías no se pueden alterar por las leyes que reglamentan su ejercicio. Esa es la ventaja de la civilización sobre la barbarie, lo que nos permite convivir en paz, sin matarnos. Así que un aplauso para el derecho, pero también necesitamos tomar conciencia de que eso dependió de la decisión de una señora aislada en su escritorio y de la decisión de tres o cuatro personas, simples diputados nacionales que se resolvieron a interponer una acción cuando muchos de nuestros colegas se negaron a acompañar esa acción.

Para terminar, digo que la Argentina ha tenido un proceso de abuso creciente de poder. Recuerdo que Mauricio Macri, en su primer discurso en la Cámara de Diputados, puso el ejemplo del sapo, que si lo tiramos en agua caliente pega el salto, se sale de la olla y se salva, pero que no salta ni se salva si empezamos a calentar de a poco el agua, hasta que hierve. Claramente en los últimos años nos hicieron esto último y estamos boqueando. Frente a esa situación se produjo una reacción de contrapoder, que fue la reacción del campo ante las retenciones (decimos del campo, pero en realidad fue de los pueblos del interior en pleno). Eso les hizo un llamado a los representantes del pueblo, que sintieron que debían representar a su gente, al derecho, a las provincias y no al poder. Hubo muchas otras acciones, como las declaraciones que ustedes hicieron también en soledad, ante la mirada burlona de quienes decían: “Mirá lo que dicen estos ilusos, si a nadie le importa nada”. Nuestro Colegio lo hacía, en soledad, a diferencia de otros colegios. Y esa sumatoria de hechos, de coraje, de voluntad, de patriotismo, de compromiso, fue logrando lo que hoy presenciamos, que se esté acabando un poder arbitrario y esté naciendo otra cosa.

Me parece que está claro que el esquema de poder, donde unos pocos miembros del Partido Justicialista y unos pocos miembros del Partido Radical se ponen de acuerdo sobre cómo distribuirse las prebendas y las esferas del poder, de manera tal de obtener beneficios para gente cercana, está llegando a su fin. Entiendo que estamos viviendo la etapa final del Pacto de Olivos y la etapa final del “que se vayan todos”. Hay un hartazgo de esta situación de llevar a la Argentina a un retroceso permanente, a una falta de horizontes, a una falta de posibilidades para nuestros hijos. Es increíble, muchas personas con quienes uno habla tienen un hijo viviendo en el exterior. Esta desesperanza, este hartazgo, me parece que ha llegado a un tope, y veo que por ejemplo la elección en la Provincia de Buenos Aires el 28 de junio demostró que aún casi sin nada, simplemente presentándose como una cosa nueva, distinta, abrió la posibilidad de ganar una elección en el principal distrito, el más clientelísta de la Argentina.

Por eso confío en que estamos en un final de época, lo que es una buena noticia. Lo que no sé es qué vamos a construir como alternativa. Ha sido tan violento el enfrentamiento y la división creada por Kirchner, que ha producido una enorme amistad cívica entre los opositores. Cuando hoy decimos que la oposición está unida, lo que estamos diciendo es que están unidos socialistas, gente de la CTA, gente del PRO, radicales, sindicalistas, activistas rurales que aspiran a la reforma agraria, peronistas de distintos “pelajes”; estamos unidos todos, y eso realmente es algo extraordinario. Creo que después de este gobierno viene uno de unidad nacional, creo que va a haber un trabajo de compromiso común y de apoyo como resultado de esta lucha común de estos años. La acción en común unifica más que ninguna otra cosa.

Lo que tenemos que acordar imperiosamente es poner en juego lo necesario para que el estado de derecho rija. Poner en juego lo necesario quiere decir hacer militancia, tener buenos programas, buenos equipos, pero fundamentalmente quiere decir ganar elecciones, para lo cual hay que representar al pueblo, y para eso el pueblo tiene que sentir que sus representantes son iguales que ellos, que entienden los mismos sufrimientos que ellos entienden, que están dispuestos a dejar de lado intereses personales en busca del interés común. Todo esto demanda mucho sacrificio, es menos plata, es menos tiempo para la familia, es más compromiso con el país. Es conocer cómo somos, conocer los padecimientos de la gente, conocer las provincias del interior, en fin, un enorme esfuerzo.

Muchos creen en cambio que, como tienen solucionada su vida personal, pueden dar algo para su país pero en los márgenes. Tienen que pensar que si están en una situación mejor que sus compatriotas en lo cultural, en lo económico, en lo que fuera, tienen una responsabilidad mayor que el resto de la comunidad. De esta manera se definirá si hemos de seguir diciendo que nosotros somos los buenos y ellos son los malos, o si vamos a decir que construiremos junto con los mazorqueros y con los doctorcitos la Argentina de todos.
La Hoja es una publicación del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires